Pedro Aznar vuelve a Rosario, y lo hace con su primer show presencial tras el comienzo de la pandemia. De todos modos, su actividad estuvo lejos de detenerse, entre recitales por streaming y una convocatoria sostenida, que lo señala como uno de los músicos relevantes más queridos.

Hoy a las 20, Aznar presentará “A Cielo Abierto” en el Anfiteatro Humberto de Nito, en compañía de la banda que conforma junto a Alejandro Oliva (percusión), Julián Semprini (bacteria), Coqui Rodríguez (guitarras) y Federico Arreysegor (teclados), en un recorrido que incluirá temas de diferentes discos y épocas, algunas canciones nuevas, y el estreno de una guitarra electroacústica, la PA1, construida con maderas argentinas (lenga fueguina e itín formoseño), y diseñada por el propio músico junto a Eduardo Fanta Beaudoux.

“El ritual de la música se consuma aún escuchando un disco o interpretando una partitura para vos mismo. Es un círculo que se completa entre el autor, el intérprete y el que escucha. Los conciertos por streaming cumplen muy bien ese propósito y tienen una intimidad muy especial, pero claro, la presencia del público en el mismo espacio que los músicos aporta algo irreemplazable. Este show va a marcar la primera vez, en un año, que tocamos un concierto presencial. Estamos todos muy motivados y expectantes. Y la relación hermosa que tenemos con el público de Rosario va a enmarcar todo de la mejor manera”, responde el músico (por mail) a Rosario/12.

-Me parece que hubo un llamado de ayuda al arte. No sé si institucional, pero sí desde la misma sociedad.

-Sí, la música fue un bálsamo para un tiempo muy difícil. Nos ayudó a todxs, público y artistas. Por mi parte, tuve que aprender a manejar todos los aspectos técnicos de las transmisiones -sonido, iluminación, video, streaming, etc.- además de los contenidos, que fueron muchos, ya que hice 11 conciertos en pandemia -6 de los cuales, completamente gratuitos- con repertorios siempre distintos. Por momentos me sentí un poco como el conductor de una radio pirata transmitiendo desde una isla a un mundo post-apocalíptico, era una película de ciencia ficción muy inquietante. Pero eso mismo, estar en comunicación, me sostuvo, y a juzgar por los emocionantes mensajes que recibí, ayudó a quienes escucharon también.

-Tal vez la pandemia agudizó cuestiones preexistentes a la industria de la música, ¿cómo ves el panorama? ¿Dónde queda parado el artista?

-La música en formato digital y sin soporte físico es un hecho consumado. Los otros formatos van a coexistir un tiempo más, seguramente, como el CD y el vinilo, pero el futuro es del digital. Eso no tiene nada de malo, en sí. Es una evolución, tal como el CD lo fue en su momento. Lo que sí hace es replantear el modelo económico de la distribución de la música, y en este momento, para mí, el reparto es completamente injusto para con quienes creamos lo que llaman “contenido”, que no es otra cosa que arte.

-Uno repasa tu trayectoria y aparece algo distintivo: la creación compartida. Desde Serú a discos con Manuel García, Ramiro Gallo, o los mismos Charly García y David Lebón. ¿Son músicos que encierran –me permito decir– “un misterio”?

-¡Por supuesto! Son creadorxs que saben captar y expresar el misterio, lo que los hace verdaderos artistas. Colaborar en composición es un trabajo muy estimulante, ya que la suma de los autores se convierte en multiplicación, aparece una tercera entidad que es ese “compositor colectivo”, y las ideas fluyen mejor al pensar de a dos, y lo que el otro aporta a tu idea inicial es una sorpresa bienvenida, y viceversa. Es, un poco, como “juntarse a jugar a la música”. Durante estos últimos 12 meses compuse más de 30 canciones en esta modalidad, y salieron cosas que me entusiasman mucho, que irán apareciendo en proyectos que lanzaremos en breve.

-Relaciono este “misterio” con una sintonía musical compartida.

-Compartir esa sintonía es una hermandad, una confianza que te permite lanzarte a bucear a lo profundo sabiendo que tu colega va con vos y te puede guiar si te perdés por ahí abajo, o vos rescatarlxs a ellxs de algún tropiezo o bloqueo. Se aprende mucho, trabajando así, es enriquecedor para ambas partes, ya que nadie tiene métodos de trabajo iguales.

-A propósito, ¿hacia dónde deriva ahora tu música? ¿Dónde están las certezas?

-La única certeza es el disfrute, lo demás está siempre en el aire, colgando de un delgado hilo. La búsqueda no cambia, es querer emocionar, estimular e inspirar al oyente, y al mismo tiempo hacerlo conmigo mismo. Por supuesto, uno va evolucionando y también lo hacen las estéticas musicales y poéticas. Estos tiempos requieren de los artistas un involucramiento fuerte, comunicar con honestidad y certeza y servir como mensajeros de cambios urgentemente necesarios. Esa es mi apuesta.