Un extra de Atrápame si puedes, los sueños imposibles del vendedor de El gran pez, alguien con el ego tan inmenso, y la labia necesaria, como para ser la Henry Ford con pollera de los ‘70. Todo eso forma parte de The Lady & The Dale, el documental de HBO (disponible en HBO GO, domingos a las 23 por HBO) que ahonda en la América Demencial. Como en Wild Wild Country y Tiger King, en esta producción de cuatro episodios el sueño americano es pretendido por alguien fuera de la norma. Una mujer que quiso revolucionar el negocio automotriz con un coche de tres ruedas. Dama que, por otra parte, había nacido en un cuerpo equivocado. “Nunca había escuchado sobre Liz Carmichael. Como una entusiasta en la historia trans me atrapó. La experiencia me permitió recorrer un círculo entero para entender porqué esta historia puede ser tan poderosa en la actualidad”, le dice a Página/12 Zackary Drucker quien dirigió esta producción junto a Nick Cammilleri.
“No temo ser una mujer en un mundo de hombres porque soy más inteligente, más elocuente y más grosera que ellos”. La palabra es la de la propia Carmichael, nacida como Jerry Dean Michael, y cuyo nombre femenino homenajeaba a Elizabeth Taylor. El primer episodio le da lugar a su historial de estafas, algunas temporadas tras las rejas, contoneos con la mafia, el intento de una carrera como boxeador, varios matrimonios, crianzas y mudanzas a lo largo y ancho de los Estados Unidos. “Había algo en él, no sé lo que era, que lo hacía querer ser importante. Quería ser el centro y eso eventualmente lo llevó a tener problemas”, resume uno de los compañeros de su juventud. El mayor de todos ellos es el núcleo de The Lady & The Dale. Carmichael era una de las empleadas más notables de una empresa que tenía por objetivo potenciar invenciones como las de Dale Clifft: un auto de tres ruedas de bajo consumo y diseño futurista. En medio de una nación aterrada por la crisis del petróleo, el coche prometía hacer treinta kilómetros con un litro de nafta. Motivo de sobra para que los gigantes de Detroit se sintieran desafiados por esa ignota mujer de pelo abultado y decidieran ir contra el proyecto de la Twentieth Century Motor Company.
“¿General Motors? Acabaré con ellos. El Dale será lo más grande desde el Modelo T de Henry Ford”, se jacta Carmichael en un audio. Pero además del posible éxito, este plan podía ser finalmente la vía para ser una familia respetable. “Ya no dormiríamos al costado de la carretera. Ya no nos despertaríamos de madrugada para mudarnos. Ya no habría persecuciones a toda velocidad en lugares públicos. Esto era real. Pero en secreto me preguntaba cuando se enterarían de que mi mamá era mi papá que siempre estaba en problemas con la ley”, dice Candi, su hija y una de las entrevistadas esenciales de la serie conformada por cuatro capítulos.
Además del “bigger than fiction”, otro aspecto destacable de The Lady & The Dale es su confección visual. El registro apela a las convenciones de las “cabezas parlantes”, el tono vintage producto del archivo y de las cintas de audio. “El acceso al material fue cuantioso. Tuvimos que centrarnos en lo que era fundamental al relato. Hay casi una mitología por detrás de falsas acusaciones y de lo que era ese contexto. Mi detalle favorito, y que no incluimos, es lo relativo a su esposa, Vivian, que el FBI también investigó, o el hecho de que los agentes supieran tanto de Jerry Dean Michael pero casi nada sobre Liz cuando hizo su gran aparición en los medios. No tenían la imaginación suficiente para atar cabos y darse cuenta de que eran la misma persona”, expone Drucker. Pero sin dudas, lo que más se destaca es el uso de las fotografías animadas como un collage de la propia vida de Liz y de su imaginación. “Queríamos explorar distintas texturas con lo animado, creo que logramos un estilo singular, como si Liz estuviera contando su propia historia. Tiene su salsa, algo desencuadrado, áspero y sobre muy analógico, para nada digital”, explica.
El relato prosigue con las capas de este posible timo, tramoyas financieras, genialidad menospreciada, aristas de espionaje industrial y debacles personales. “Creo que esta historia hubiera sido muy diferente si Liz se hubiera presentado como un hombre. Nunca hubo una mujer que desafiara a las “Big Three” como lo hizo ella. Y además era trans. En el último episodio se cuenta la historia de un ejecutivo tabacalero que se libró de un cargo de asesinato y no estuvo ni un día solo en prisión. Entonces te preguntás porqué. Liz liberó una batalla, planteó preguntas inadecuadas, y fueron por ella”, asegura la directora.
Antes del documental, Drucker había sido parte de Transparent (premiada ficción de Amazon Prime Video). Su trabajo allí era el de procurar un retrato adecuado y fiel de personajes trans. La mutación de Carmichael es, obviamente, otro de los puntales del trabajo. En ese sentido, para la artista, hurgar en este tipo de historias es enriquecedor para la comunidad LGBT actual por sus implicancias políticas. “Los trans somos parte de la humanidad. No importa cuánto hagan por infamarnos y silenciarnos, siempre renaceremos. Liz fue una de nuestras predecesoras. Su historia fue explotada y ella misma fue desechada. El hecho de que fuera un hombre que se volvió mujer, y que también fuera imperfecta es muy interesante. Había muchos que en su época ni siquiera se daban cuenta de que era trans. Y probablemente por esos mismos motivos nunca había escuchado de ella. Liz aparece en una época donde hay una brecha. La gente ni siquiera era consciente de que existía la posibilidad de que una persona trans podía liderar una compañía y ser madre. Todas estas cosas estaban más allá de la imaginación pública”, confiesa.
-El programa pregunta constantemente sobre los roles dentro de la sociedad. ¿Llegó a alguna conclusión de cuál era el de Liz?
-Siento que Liz era lo opuesto a un modelo a seguir, como yo misma lo soy. No era alguien unidimensional. No era heroíca. Todas las expectativas sobre mujeres, sobre trans, sobre marginales, sobre ser perfectos para ser comunidad, era algo irrelevante para Liz. Es algo subestimado en nuestra cultura. Creo que es una historia atractiva porque lo trans suele ser representado desde la óptica de buenos y malos. La historia que cuenta The Lady & The Dale es un punto de inflexión en ese sentido.
-Esta serie fue producida por los hermanos Duplass, quienes dejaron una marca con Wild Wild Country. Como en aquella serie se reafirma la idea de que “sólo en América” puede suceder algo así. ¿Qué es lo particularmente americano en The Lady & The Dale?
-El proverbial sueño aspiracional de que alguien común sin poder ni influencias puede lograrlo si se pone las botas. Es algo muy anticuado pero que funcionan en la base del capitalismo. Liz, por otra parte, fue producida por su contexto. Esos ’70 que generaban cierto culto a la persona bombástica que tenía impacto en Estados Unidos. Elevó su plataforma firmando con el Dale, como si ese auto hubiese sido el trampolín para presentarse ella misma ante la sociedad.