Los crímenes de odio en Estados Unidos están documentados y también la retórica negacionista del expresidente Donald Trump que los alentó. Un programa conocido como Uniform Crime Reporting (UCR) que utiliza el FBI los recopiló por última vez en 2019 y los difundió el 28 de septiembre del año pasado. El recorte en las fechas deja afuera a 2020, por lo que es muy posible que las estadísticas hubieran marcado una tendencia mayor de lo que demuestran. Los datos son oficiales, ni siquiera surgen de organizaciones independientes y confirman lo que ya había adelantado Human Rights Watch en 2017 tras el primer año de mandato del magnate republicano. Decía que había convertido “a los refugiados e inmigrantes en blancos de sus políticas discriminatorias, llamándolos delincuentes y refiriéndose a ellos como una amenaza para la seguridad; ha envalentonado la política racista al adoptar una postura ambigua frente al nacionalismo blanco; y ha defendido consistentemente ideas y políticas antimusulmanas”.
El resultado de esa política y retórica que incluyó la construcción del muro en la frontera con México, está a la vista. En el programa UCR la víctima de un delito de odio “puede ser un individuo, una institución comercial y financiera, una entidad gubernamental, una organización religiosa o la sociedad y público en general” dice la página oficial del FBI. Además explica que “en 2019 las agencias de aplicación de la ley del país informaron que hubo 8,812 víctimas de delitos de odio”.
La Ley de Prevención de Crímenes de Odio Matthew Shepard y James Byrd Jr. de 2009, llamada así en homenaje a un joven gay y a un hombre negro que fueron asesinados en 1998 por motivos sexuales y raciales, obligó al FBI a recopilar datos sobre este tipo de delitos cometidos o dirigidos contra menores. Desde 2013 esas estadísticas empezaron a incluir a los mayores de 18 años de edad o más. De las 6.628 víctimas sobre las que se informaron datos de su edad en 2019, 5.909 eran adultos y 719 menores que resultaron damnificados por los delitos de odio.
El 57,6 por ciento de los ataques se produjeron por el prejuicio de los agresores contra la raza, etnia o ascendencia, informa el FBI. El 20,1% fue víctima por cuestiones religiosas y el 16,7 por ciento por su orientación sexual. El 2,7 % su identidad de género y el 2 % fue blanco por su discapacidad.
En el porcentaje mayor de delitos por motivos raciales el grupo más afectado fue la comunidad negra. El 48,5 de los ataques se dirigieron cotra afroamericanos. Lejos quedaron los que tuvieron como víctimas a personas de raza blanca (el 15,7 %) y un poco por debajo los que recibió la comunidad latina o hispana con el 14,1 por ciento. El 4,4 % afectó a ciudadanos de origen asiático, el 3,5 a grupos donde estaban representadas varias razas, el 2,7 a indigenas estadounidenses o nativos de Alaska, el 2,6 a integrantes de la comunidad árabe y el 0,5 a nativos de Hawái u otras islas del Pacífico.
En el 20,1 % de los delitos que fueron cometidos por motivos religiosos, el FBI recopiló una estadística abrumadora de ataques contra la comunidad judía. El 60,2 por ciento de aquel 20,1 fue producto de ataques antisemitas. En orden descendente la segunda comunidad religiosa afectada fue la islámica con el 13,2 % de los casos. El 3,8 % de los delitos tuvo como víctimas a los católicos y un porcentaje idéntico se registró contra distintas confesiones cristianas. El 3,5 de la estadística señala que los afectados fueron miembros de la comunidad sij que tiene su origen en la India y en menor medida otras religiones que van desde ortodoxos rusos a protestantes, mormones, testigos de Jehová y budistas entre otras.
En el 16 por ciento de los delitos de odio clasificados por la orientación sexual de las víctimas – 1.429 según los registros del FBI – el 61,8 por ciento fue dirigido contra gays, el 25 % contra grupos de lesbianas, bisexuales, homosexuales y transgéneros, el 10 % solo contra lesbianas y el 1,9 % de bisexuales.
Las estadísticas que computó el FBI contemplan delitos de odio como intimidaciones o amenazas, agresiones, asesinatos, violaciones, trata y otros que se recopilan en el Sistema Nacional de Notificación de Incidentes (NIBRS). En el Uniform Crime Reporting (UCR) se identificaron a 6.406 responsables de crímenes de odio durante 2019. Se los clasificó por grupos raciales y la información arrojó que el 52,5 por ciento eran blancos, el 23,9 afroamericanos, el 6,6 se identificó en grupos multirraciales, el 1,1 en indígenas estadounidenses o nativos de Alaska, el 0,9 eran asiáticos, el 0,3 nativos de Hawái u otras islas del Pacífico y el 14,6 % no se registró su origen étnico.
Trump declaró en 2019 cuando iba por su tercer año de mandato que “el odio no tiene cabida en nuestro país” y atribuyó los tiroteos masivos contra ciudadanos indefensos a “un problema de salud mental”. En una investigación del Centro de de Estudios sobre el Odio y el Extremismo de EE.UU quedó reflejado que los crímenes de odio ascendieron en las estadísticas durante su gobierno. “Los condados que votaron abrumadoramente por el presidente Trump durante las elecciones presidenciales también experimentaron el mayor aumento de crímenes de odio”, señalaron los autores del trabajo.
Desde el 1° de enero de este año, el Programa UCR recopila solo datos del Sistema Nacional de Notificación de Incidentes que dejó atrás al Sistema de Informes Resumidos (SRS) mucho más acotado en las estadísticas. Como fuere, los crímenes de odio en EE.UU aumentaron y las cifras podrían indicar una tendencia peor porque muchos de estos delitos no se denuncian.
En el transcurso de 2019 y solo hasta agosto – el último año del que se tienen estadísticas publicadas por el FBI – en el país habían ocurrido 255 tiroteos masivos en los que perdieron la vida 8.734 personas y 17.308 terminaron heridas, según la organización sin fines de lucro Gun Violence Archive. Trump se acercaba al tercer año completo de gobierno. No habían explotado hasta ahí los conflictos raciales posteriores al asesinato del joven negro George Floyd cometido por la policía en Mineápolis, Minesota, el 25 de mayo de 2020.
La relación entre los discursos de odio del expresidente y los hechos se apoya en las propias estadísticas del FBI, como quedó demostrado.