“Las canciones tristes siempre te encuentran”, canta el uruguayo Flavio Lira al final del disco de Amigovio, su debut como solista con diez canciones que, sin desesperación ni estruendo, proponen dar una vuelta por plazas de la desolación, por calles laterales de la pérdida, por veredas manchadas con sangre del desamor. Puede parecer un paisaje muy duro pero es un disco suave, de lágrimas como caricias, sentimientos acolchados de la pena. Lira había dejado algunos hitos del homoerostismo punk y melancólico con su banda anterior, Carmen Sandiego, como "Mi novio Gremlin" y "Eructo de semen", y acá vuelve en formato más minimal con otros tres chongos: el ciclista, el nadador y el de capucha, que son protagonistas de canciones de metejones imaginarios, o imposibles, o efímeros, donde nunca va a poder anidar ni éxtasis ni romance. Contracara de la alegría gay, el disco empieza con "La canción del verano", un anti-hit, que es como una maldición perfecta, la ruina de una relación como un ramillete de imágenes poéticas. Amigovio es un pequeño decálogo del desastre emocional que incluye la asimetría sentimental en una pareja, la tristeza del horóscopo del año pasado, cosméticos que no curan heridas, promesas incumplidas y muchas pequeñas imágenes precisas y alucinadas. Pero no es un disco depresivo, no es un acampe en la tristeza sino un tránsito por diferentes estados: la creación de un tono que sintonice sentimientos de densidad dark, una radio mental del desánimo que inventa un pulso para entrar en trance. Como si fuese hecho por el chico protagonista de "Los dos Colbys", quien mientras mira al techo en una noche que nadie lo besa, imagina que esa soledad se convierte en canciones con espinas de felpa, heridas como mimos.

VERDADERAMENTE TRISTE

Amigovio es un disco de una voz solitaria e intimista en extremo, perfilado en el pandémico 2020, y por eso también se podría escuchar como un testimonio del aislamiento social, pero no a modo de lamento sino como una forma de exorcizar la distancia con la cercanía emocional. De hecho, es un disco editado en Montevideo como un fanzine colectivo con fotos, dibujos, incluso un poema, de personas que forman una pequeña comunidad conectada por una sensibilidad, donde también participa un grupo de videastas que hicieron clips de todas las canciones. Encontrando el sentimiento pop en el malestar queer, Flavio Lira se calza la remera de la Madonna de True Blue y se planta para decir que no nos une el amor, sino la tristeza.

En las canciones adelanto, Amigovio ya parecía un proyecto de canciones tristes, de desamor, que se confirma en este primer disco. Pero hay una ambigüedad con la tristeza: por un lado es un sentimiento positivo pero también una crítica al mundo gay.

-Qué bueno que preguntes esto, porque lo estuve pensando mucho, sobre todo en la canción más explícita al respecto (al menos desde el título mismo), que es "Putos tristes". Para mí un puto triste no es el adolescente que se queda encerrado en el cuarto escuchando los Smiths (que es un lugar común), o la marica vieja que llora por las noches escuchando Pimpinela (que también es otro lugar común). Que una persona esté conectando con la música, que se involucre emocionalmente y se piense a sí mismo y a lo que lo rodea a través de una canción, o una película, o un libro, tiene que ver con una búsqueda y una inquietud, y no hay nada de triste en eso. Triste para mí es un boludo que estudia administración de empresa, que solo conoce las canciones que están de moda en la radio, y que pasa los fines de semana en la maricoteca como si fuese una rutina. Es decir, ya su instante de ocio se volvió rutinario. Eso es un puto triste.

POP MATERIAL

El disco es como la búsqueda del lado b de la tristeza...

-Pero una cosa es la tristeza y otra cuando alguien declara que tal o cual disco es "deprimente". Para mí, un disco puede ser oscuro, o difícil, pero el hecho de hacer algo que no subestime a quién lo escucha lo vuelve algo que me causa alegría. La búsqueda de belleza en lo árido no es deprimente. Pero una mala canción pop me puede arruinar el día. Escuchar una canción mala, es decir, una canción con un gancho básico y fácil, producida como un embutido, con una letra sin ningún tipo de cuidado, y que quiere forzar la alegría en los demás me parece muchísimo más deprimente que cualquier cosa que Darnauchans, o Nico o Scott Walker o Xiu Xiu hayan hecho (nombro a estos porque a- me gustan mucho, y b- siempre los veo catalogados como gente "oscura" y que hace "música bajón"). Y, también, seamos honestos, la mejor música pop nunca es feliz. ABBA es desgarro puro. Lo mismo puedo decir, para no ser tan puto viejo, de Lorde o Taylor Swift o Carly Rae Japsen. La melancolía, la pérdida, el desamor, son la materia prima del mejor pop.

Hay en el disco ese potente efecto de pop dark, ¿esos nombres fueron referencias explícitas o usaste otro sistema para encontrar el tono del disco?

-Hubo muchas referencias a la hora de hacer el disco. Algo que siempre tuve en claro es que quería que pareciera un compilado, un mixtape (uso esta palabra porque no se me ocurre un equivalente en español). Como si fuese el cassette que un chico le hace a otro para expresar las cosas que están andando mal, el por qué algo terminó, o está condenado a terminar. Y en ese sentido, y me da hasta rabia admitirlo, lo que más me sirvió fue hacerme listas de Spotify basándome en bandas sonoras o en períodos de música específicos. Por ejemplo, una que fuesen canciones de las películas noventeras de Gregg Araki, otra que fuera de tecnopop europeo de principio de los 80s. Obvio que el disco no suena realmente a ninguna de esas cosas, pero las influencias siempre se terminan transformando y mutando sin que vos tengas tanto control sobre ellas. Otra cosa en la que pensé fue en el disco homónimo de Julie Ruin, que está grabado en un dormitorio, y que es un acercamiento primitivo y casero a la electrónica. Me interesaba buscar el sonido de alguien aislado intentando comunicarse con otros seres aislados.

CULOS PELUDOS

El aislamiento se siente en el disco y podría parecer como una tristeza por el duelo de haberse terminado Carmen Sandiego, tu banda anterior. Pero finalmente encontrás un grupo de fotógrafos, dibujantes, poetas, videastas y el disco se amplificó en un fanzine, en videos y en una comunidad creativa...

-Nunca lo pensé como un duelo. Más que nada porque los tiempos entre el fin de Carmen Sandiego y el principio de este disco son bastante confusos. O sea, me cuesta identificar cosas precisas con respecto a ambos momentos. Con respecto a la comunidad de gente, sí. Fue un montón de gente trabajando y haciendo algo que claramente no nos va a dar ni un peso, pero que creíamos podía ser hermoso. Lo del fanzine surgió porque hay una comunidad enorme haciendo fanzines y me gustaba la idea de colarme un poco ahí, pero también de hacer un disco en formato físico que evite el gasto del CD. Yo soy una ratita que todavía compra CDs, pero sé que soy la minoría. El tema de los vídeos me pareció útil porque generalmente los discos se escuchan ahora por YouTube, y la idea del vídeo que sea solo una foto me aburría un montón. También era conectarme con gente que admiraba de lejos o de cerca, que sentía podían identificarse con esta idea, que les iba, como mínimo, a divertir hacer algo.

En el fanzine hay fotos y un diseño inspirado en la revista BUTT, que cumple diez años de su desaparición en formato físico. ¿Qué te parece rescatable de ese lugar marginal que creó esa revista en la cultura gay?

-Supongo que hay una expresión de deseo bastante pajera por partida doble. La primera es (oh, confesión terrible), que me habría gustado ser una marica super cool y célebre dentro de esa estética marginal que bien señalas de la BUTT Magazine. Como mi equivalente de ser una popstar, de la niña que juega a ser Madonna, o no sé, Lali Espósito. La segunda es la búsqueda de material con el cual pajearme de la BUTT. La mayor parte del porno que había cuando apareció, salvo el porno osuno, no representaba el tipo de chongo que me interesaba ver desnudo. La BUTT lo ponía en primer plano. Pero aparte, como si fuese el padre que defiende que compró Playboy por los artículos, por cada culo peludo también había una entrevista a gente copada. Entonces, dentro del universo restringido de lo gay, aparece algo semejante a un quiebre. Si ese quiebre igual era un ghetto en sí mismo, casi seguro, pero creo que no da ni para responderlo ahora. Por último, hacer el fanzine con este guiño era una forma de conectar con otros putos. El disco tiene bastante de eso, de querer generar vínculos de conexión con otras maricas.

Para escuchar el disco de Amigovio