“No tenemos idea de la influencia que generamos porque ése es un trabajo de la prensa, aunque para nosotros no deja de ser sorprendente lo que pasa con nuestra música”, le reveló a este diario Thomas Bangalter, fundador y productor de Daft Punk, antes de subirse a la nave espacial piramidal que los trajo por única vez a Buenos Aires. A casi quince años de una de las mejores fiestas de las que fue escenario esta ciudad, la dupla francesa volvió a desconcertar a todos, pero esta vez con el anuncio de su separación. Lo hizo el lunes 22, fiel a su estilo, a través de una secuencia de ocho minutos (denominada Epilogue) tomada de Electroma, su película de 2006, en la que dos robots se aventuran en un desierto y donde uno se hace explotar. Al final, debajo de dos manos de robot, que forman un triángulo, aparece la marca de tiempo: 1993-2021. Esto define el desarrollo de una de las etapas más brillantes de la música electrónica, que arrancó con el desembarco de las fiestas rave en París y que concluye con el estancamiento del género a causa de la pandemia.
En el medio de ese proceso, el laboratorio sonoro que completaba Guy-Manuel de Homem-Christo alcanzó lo que hasta ese entonces era inimaginable: que un disco de música electrónica ganara el Grammy como “Mejor álbum del año”. Sucedió en 2014, con Random Access Memories, obra maestra del dúo. Si bien ya el género llenaba estadios, no logró la legitimación de la industria musical sino hasta ese entonces. Ver al mismísimo Paul McCartney bailando “Get Lucky”, en la performance de cierre de la ceremonia, era un síntoma de que finalmente se había hecho justicia. Más allá del hit para el que Nile Rodgers prestó su guitarra y Pharrell Williams su voz, el cuarto y último trabajo de Daft Punk era una síntesis de la evolución, empatía y tolerancia de la electrónica. De lo que daban fe sus invitados: desde Giorgio Moroder, quien resucitó de entre los muertos gracias a esa invitación para relatar su biografía en clave retrofuturista en “Giorgio by Moroder”, hasta Panda Bear, pasando por Julian Casablancas, Chilly González y Paul Williams.
Antes que atacar al rock, Daft Punk lo tuvo como aliado. O, más bien, puso a rockear a la electrónica. Eso lo patentó en sus discos Human After All (2005) -lo que además le fue devuelto al año siguiente en forma de tributo en la canción “Daft Punk Is Playing at My House", de LCD Soundsystem- y Discovery (2001). Este último álbum, de cuya salida se cumplirán veinte años el próximo miércoles 3 de marzo, estableció un punto de inflexión entre la música de baile para clubes y sus posibilidades de ir un poco más allá. No es fortuito que “One More Time” se convirtiera en un himno al que sólo le faltó llegar a los cantos de las hinchadas del fútbol. “Durante décadas, hubo una gran diferencia entre la electrónica y otros estilos. Pero luego de que apareció Discovery, el hecho de agarrar dos máquinas de ritmo y dos guitarras fue aceptado de manera natural”, le explicó Bangalter a este cronista. “En líneas generales, se trató de un disco que aportó a que más adelante pudiéramos fusionar diversos estilos. Y eso antes era medio raro”.
Además de sus seis cortes promocionales, Discovery se tornó en una obra conceptual de dibujos animados, llamada Interstella 5555, con la que Daft Punk ilustró el secuestro y rescate de una banda de pop interestelar. Al mismo tiempo, el dúo iniciaba su proceso de robotización. “No está pensado como si fuera una apología, pero es una forma de entretenimiento y genera un montón de preguntas”, afirmaba Bangalter, cuyo padre, Daniel, fue un reconocido productor de música disco de los años '70. “La esclavitud en relación a la tecnología da miedo porque vamos en camino hacia eso. Creemos que todo este confort que te brinda nos aleja de ciertos aspectos espirituales de la humanidad. Es tan tentador e inmediato que lo otro queda bastante relegado”. A propósito de esto, el productor, músico y DJ parisino se animó revisitar la teoría chomskiana sobre la liberación a partir de las máquinas. “En parte coincido y en parte no. Es cierto que las máquinas permiten un acceso universal hacia la creatividad, aunque es una nueva forma de alineación a la que te podés quedar pegado”.
A pesar de que el mundo conoció a Daft Punk en 1997 mediante esa genialidad de microcosmos marciano que el director Michel Gondry y la coreógrafa Blanca Li inventaron para el video del single “Around the World” (incluido en su disco debut Homework) el under francés había quedado deslumbrado con su sonido previamente. En ese periodo se basa Eden (2014), film de Mia Hansen-Løve que relata el auge y caída de la escena del garage, de la que sobrevivieron muy pocos protagonistas. Entre ellos, el binomio. Y es que además de las drogas y del cliché, De Homem-Christo y Bangalter supieron reinventar su impronta, sobre la base de su naturaleza house, primero apuntando hacia la nü disco, más tarde al dance rock, y finalmente ahondando en el funk. “Tenemos un gusto muy blanco”, reconocía Bangalter. “Nos gustan las cosas simples y poderosas. Nile Rodgers y AC/DC, por ejemplo, saben sintetizar eso muy bien, al igual que Jeff Mills en el techno. Las mejores expresiones vienen del minimalismo”.
Sus shows, como se vio en Buenos Aires, no abrevaban precisamente en el minimalismo, sino que hacían un despliegue visual y sonoro nunca antes visto. "Cuando vamos de tour, nuestra performance musical se complementa con la maniobra audiovisual y las luces. Es muy importante que se pueda percibir desde lo físico, que te puedas mover y lo puedas sentir, y estimulamos el desarrollo de esas sensaciones mediante las imágenes. Esa interacción es lo que hace significativo un show de Daft Punk", decía el productor.
Lo que inicialmente parecía un arrebato francés a fines de los '80, que fue rotulado “french touch” (o “french house”) y del que se desprendieron Dimitri from Paris, Cassius, Modjo, Justice y hasta David Guetta, se tornó en uno de los movimientos más influyentes de los últimos tiempos. Con Daft Punk a la cabeza, por supuesto. Por eso no es fortuito que Kanye West sampleara su tema “Harder, Better, Faster, Stronger” para su hit “Stronger”, de 2007, o que The Weeknd los convocara para las canciones más guapas de su álbum Starboy (2016). Si bien Kathryn Frazier, histórica representante del dúo, confirmó la ruptura, no dio detalles sobre las razones. ¿Qué quedará de ellos? Thomas Bangalter, antes de esa visita a Buenos Aires, proyectaba cómo querían ser vistos en el futuro: “Lo que encontramos en Radiohead o Björk es el compromiso con una idea artística, en esta nueva relación capitalista de inversión y ganancia, sin medir las consecuencias. No sé si seremos iconos, no es a mí a quien le corresponde decirlo. Por ahí sí o por ahí no. El tiempo dirá”.