Artistas pop que ocultaron el rostro tras una máscara abundan: SBTRKT luciendo máscaras tribales o el dúo francés Daft Punk cubriendo sus cabezas con cascos luminosos. Desde John Talabot con la cara cubierta de papel aluminio hasta el recientemente fallecido rapero MF Doom, quien utilizaba una careta de metal y un seudónimo en homenaje al supervillano de Los Cuatro Fantásticos, Dr. Doom. Pero Sia eligió una forma más drag de proteger su vida privada: la peluca. Primero fue la melena bicolor a lo Cruella de Vil, luego la de cabello rizado, o la de color blanco inflada como algodón de azúcar; como si cambiara de pelo de acuerdo a su estado de ánimo. En un punto la peluca se volvió su verdadero cabello, el artificio es lo real.
SE ME VUELA LA PELUCA
Ya lo decía la drag queen Alaska Thunderfuck 5000, ganadora de la segunda temporada de RuPaul's Drag Race: All Stars, en su álbum Anus: “This is my hair/I don't wear wigs”, repetía en This is my hair agitando su peluca blonda platinada. En algunos shows Sia usa moños gigantes o enormes sombreros, otras veces cubre sus ojos con telas retro o un velo de encaje.
Nacida en Adelaida, Australia, en diciembre de 1975, Sia (Sia Kate Isobelle Furler) comenzó a tapar su cara en 2014, después de saltar a la fama por poner su voz vibrante en la canción de David Guetta Titanium, y tras volverse hit el primer sencillo del disco 1000 Forms of Fear, Chandelier. Un tema que se convertiría en un himno gay en 2015 cuando en la serie australiana de Josh Thomas, Please Like Me, el personaje de Arnold ensaya decirle a su padre que es puto cantando esa canción.
Hija de xadres músicxs, su carrera empezó a mediados de los 90 como líder de la banda de acid jazz Crips, pero la popularidad que llegó más tarde la asustó debido a una inestabilidad emocional que la hizo luchar contra varias adicciones. Sia no quería preocuparse por su imagen cuando pise el supermercado en chancletas y una remera rotosa o se meta al mar en bikini, pensando en que una revista amarillista le tomaría una foto sentenciando su cuerpo. Para que no queden dudas, Sia escribió su propio manifiesto anti fama que comenzaba así “Si alguien que no es famoso supiera lo que significa, nunca querría ser famoso”. La cantante se negó a ofrendar su intimidad y encontró en las pelucas un refugio donde sentirse segura.
Un año antes, en 2013, los medios vincularon amorosamente a Sia con el actor Robert Pattinson, el vampiro pálido de Crepúsculo. La cantante pop lo desmintió en Twitter sumando una revelación: “Soy queer. Realmente no me identifico como lesbiana porque he salido predominantemente con hombres. Pero ciertamente he salido con mujeres”. La cantante fue pareja de la integrante de la banda estadounidense Le Tigre, JD Samson, y unos años después se casó con el documentalista Erik Anders Lan, de quien se separó hace unos años. A partir de ese tweet Sia se vinculó amorosamente con la comunidad LGBTIQ de diferentes maneras. Más allá de las palabras y las presencias, Sia ya se relacionaba desde su imagen montada en los escenarios: pulso marica para inspirar a las locas. Ni Lady Gaga, ni Madonna; Sia tiene su propio glamour queer y no necesita ser comparada con otra reina del pop.
La cantante australiana colaboró con toda clase de artistas: hizo coros para Jamiroquai, compuso canciones para Christina Aguilera, Beyonce, J.Lo , Rihanna, Adele, Shakira y hasta Britney Spears. No importa para quién, su estilo se identifica aun si no está firmado, al igual que su mirada tapada con una peluca. En 2001 sacó su primer disco solista pero fue a través del diminuto cuerpo de la bailarina Maddie Ziegler que Sia visitó los programas más importantes de TV. La niña de 11 años baila dramáticamente con una malla color crema en el videoclip de Chandelier, luciendo la peluca rubia de Sia. A partir de ese momento Maddie se convirtió en el alter ego de la cantante en cada videoclip, incluso estando Sia presente. En 2015 ambas actuaron en Saturday Night Live: Maddie mostrando el rostro, Sia cantando de espaldas. En el backstage de ese programa se cruzó a Donald Trump, quien, con las cámaras apagadas, le pidió a Sia tomarse una foto con él. La cantante se negó explicándole que teniendo muchos fans queers mexicanos, no quería que pensaran que apoyaba las ideas del futuro presidente. Trump no se lo tomó mal. Y Sia terminó en su camarín, con un ataque de diarrea de los nervios. En 2017 Sia le escribió una carta de amor a la comunidad LGBTIQ. En esas líneas narra lo que sintió con un video de un niño gay de 13 años que expresaba lo oprimido que estaba en el mundo a través de la canción de Sia, Breath me. Fue por ese video, en gran parte, que Sia decidió dedicarse con su voz (arriba y abajo del escenario) a la comunidad queer de una manera más significativa. “Estoy muy agradecida por mi comunidad queer y me hubiera marchitado hace mucho tiempo sin ellos”, expresa la carta.
HECHO EN CASA
El videoclip de Chandelier es un proyecto tan personal que lo filmó la misma Sia. Sería el principio de su trabajo audiovisual que se corona en 2021, con el estreno de su primer largometraje: Music. Protagonizado, por supuesto, por su alter ego Maddie Ziegler. Como Judy Garland en el cine, a Maddie la vimos crecer entre videoclip y videoclip. En Music, una película que mantiene el espíritu pop de Sia, interpreta a una adolescente con autismo que, tras quedar sin su papá, deberá ser cuidada por una hermana música (interpretada por Kate Hudson) que no se puede hacer cargo de ella misma. De nuevo, hay una conexión con Josh Thomas: la última serie que creó y protagonizó, Everything´s Gonna Be Okay, plantea una premisa similar. Un hermano que no sabe qué hacer con su vida se convierte en el tutor de su hermana con autismo. En ambas obras, las canciones y el baile son claves para lidiar con la tristeza y el miedo que te arrastra a un océano de pus. Pero, sobre todo, la complicidad entre hermanxs que descubren que el amor habita en las singularidades de lxs otrxs. En los últimos 2 años Sia fue capturada varias veces por fotográfxs que exhibieron su rostro en revistas y portales de internet. Ahora el mundo entero conoce cómo es su cara. Sin embargo, ella no dejó de usar pelucas y moños gigantes. ¿Por qué? Porque las pelucas hablan mucho más de quiénes somos que una foto a cara lavada. El deseo es la identidad.