Un movimiento, como si la novela dependiera de un impulso, de algo que no se detiene y obliga a seguir, sostiene el relato de Las Criaturas (Editorial Elefante) . El movimiento hace del cuerpo una zona que mastica y vomita, que escupe y come. Acciones fundamentales en la escritura de Laura Sbdar que definen un viaje, una relación acompasada, violenta, peligrosa entre el micro y las hermanas púberes que emprenden un viaje. El escupitajo de ese alfajor masticado es como una piedra o una ametralladora.
Del cuerpo aparece lo escatológico, como una náusea del conurbano, como el malestar de lxs jóvenes que ya no quieren tragar sino convertirse en máquinas humanas de lanzar deshechos. Si el movimiento antropofágico brasileño hacía del aparato digestivo un cerebro, la fuente del procesamiento de una cultura que había que comerse como una estrategia de apropiación, Sbdar habla de cuerpos que no pueden más, que expulsan, que no soportan. Como en El frasquito, la novela de Luís Guzmán, todo lo humano se convierte en líquido.
Las descripciones de Sbdar son acciones aliadas a una serie de puntos de vista. La narradora principal, una de las hermanas adolescentes, custodia y domina esa mirada pero también imagina la escena que la contiene desde lugares distintos. Piensa como es visto ese derrame de pasajerxs en el asfalto, esa línea y ese territorio que se convierten en un mar. No llegarán a otro lugar más que a un hospital donde el realismo deviene esperpento, secuencia fantasmagórica, revuelta surrealista, imaginación desclasada al poder.
Sbdar describe desde el no “Ni el micro, llantas para arriba que reclama caricias en el estómago como un perro recién levantado de la siesta”. La suya es una literatura de la negatividad. La niña que narra ve como escritora, no como personaje, su perspectiva existe en la medida que planea la revuelta. El ni que gobierna uno de los capítulos, es político.
Algunas frases parecen ensayar una versión de un tango millennials: “Dale, atleta del corazón”. El amor es una poesía que se intenta mientras se descubre al otro en la velocidad de una corrida.
En el cuerpo de la hermana se desata la hecatombe cuando, ya en el hospital, la narradora concentra en ella todos los movimientos que sintetizan una insurrección juvenil. “Mi hermana pura mecha se prende cómo un recital, inaugura un combate”. Después seguirá “el desplazamiento de un reptil”, “la agitación de una plaza llena de manifestantes”. Todo ocurre en ese cuerpo en la camilla. En Las criaturas el afuera es elíptico, fragmentado, la totalidad está en esas niñas y su objetivo insurrecto. La política ocurre por contagio, por copia, como la velocidad de ese movimiento que le sirve para escribir. No hay un plan, hay similitud, hay un lenguaje que acopla lo que parecía imposible unir. Por eso la letra lleva a la repetición y a la onomatopeya, al sonido como dibujo en el papel.
Los diálogos forman parte de la misma narración. Los lugares solo parecen existir en el recuerdo que la niña como narradora, dueña de la palabra que necesita tragarse a los otros personajes, como si hablaran desde el interior de esa composición que los demás desconocen.
Lo social no parece existir más allá del cuerpo o, tal vez, es el modo más eficaz de nombrarlo. No se trata de la lucha de clases sino la de un cuerpo que estalla. Las chicas son ametralladoras andantes. De algún modo Las criaturas, una novela escrita en el mundo pre-pandemia, intuía que el cambio social se escondía en el cuerpo y que no existe nada más amenazante y difícil de controlar que la posibilidad de contagio.
La descripción también puede ser una secuencia de objetos, de asientos, de valijas donde las personas podrían haber desaparecido, donde el movimiento ocurre como en una animación hiperrealista o como en un desfasaje en la percepción donde la narradora elige no ver. En esa incertidumbre que marca una decisión, Sbdar expone a la protagonista a una contradicción que después parece deshacerse en el momento en que pasa a la acción armada. Pero recordemos, una vez más, que el arma de estas niñas es su propio cuerpo.
Las criaturas - Editorial Elefante