A pesar del colosal problema que suponen los residuos plásticos para el medioambiente, aún se compran un millón de botellas descartables ¡por minuto! a lo largo y ancho. Botellas que tardan unos 450 años en descomponerse, dicho sea de paso, el doble de tiempo si no están a la intemperie. Apenas la punta de un iceberg, en tanto la mitad de todo el plástico que se produce está diseñado para desecharse tras un único uso. “Hoy en día se generan alrededor de 300 millones de toneladas de residuos plásticos cada año, casi el equivalente al peso de toda la población humana”, advierten desde Naciones Unidas, recordando que de tan ubicuo el material, voces científicas ya han decretado que así como antepasados vivieron la Edad de Piedra, de Bronce, de Hierro, la nuestra sería la Era del Plástico. Plástico que, como es harto sabido, en demasiados casos termina en vertederos o enclaves naturales. Según otras estimaciones de la ONU, de hecho, a este ritmo los océanos tendrán más plástico que peces dentro de apenas 30 años…
“Aunque el potencial del plástico es enorme, su mala utilización tiene consecuencias desastrosas”, dice desde su petit taller de Nairobi la africana Nzambi Matee, archiconsciente de que es vital mejorar la forma en la que se gestiona la basura plástica. Ella le ha encontrado la vuelta con su empresa, la multipremiada Gjenge Makers, que produce materiales de construcción sostenibles, de bajo costo, a partir de residuos plásticos reciclados y arena. Hasta 1500 ladrillos y adoquines al día, con notable característica: son mucho más resistentes que sus equivalentes de hormigón. “¡Entre cinco y siete veces más resistentes!”, aclara por si las mosquitas la muchacha que se especializó en ciencia e ingeniería de los materiales. Y pronto agrega: “Son los desechos plásticos que ya no se procesan, que no se reciclan, con los que trabajamos”. De una mezcla de diferentes tipos de plástico bebe su prototipo: polietileno de alta densidad (utilizado para, por ejemplo, botellas de leche y champú), polietileno de baja densidad (para bolsas de cereales o sándwiches) y polipropileno (para cuerdas, tapas, partes de auto, etcétera).
Cuenta esta inventora y entrepreneuse de 29 años que, alarmada por la ¡cantidad! de bolsas plásticas que inundaban las calles de su ciudad, hace un par de años abandonó su laburo como analista de datos de una empresa petrolera, improvisó un pequeño laboratorio en el patio trasero de su mamá y se puso manos a la obra para ayudar a revertir -en la medida de sus posibilidades- la situación en Kenia. Invirtió incontables horas, y todos sus ahorros, en refinar proporciones, perfeccionar máquina y proceso. “Me quedé sin un peso. Mis amigos pensaban que me había vuelto loca, muchos me rogaban que abandonara el proyecto”, recuerda la resiliente muchacha, que hoy puede jactarse de haberle dado segunda vida a 20 toneladas de residuos plásticos en apenas dos años. Y ostentar flamante chapa: hace pocas semanas ha sido una de las ganadoras de Young Champions of the Earth, premio de la ONU que reconoce las “ideas audaces e innovadoras de ambientalistas con entre 18 y 30 años de todos los rincones del mundo”.
“Debemos repensar cómo fabricamos productos industriales y de qué manera los tratamos al final de su vida útil”, han dicho desde el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, previo a coronar el proyecto de Matee, que propone revolucionar el sector de la construcción con su alternativa verde… y barata. “Es ridículo que todavía haya problemas para asegurar que todos tengamos un techo, una necesidad humana básica”, se indigna Matee, que ya ha pavimentado patio y caminos de, por caso, un colegio de un barrio modesto de Nairobi. Donde antes había tierra, ahora lucen sus coloridos adoquines, algo que la llena de orgullo. También poder dar laburo a más de 100 personas, en su mayoría mujeres keniatas.
Por lo demás, entre los demás Young Champions of the Earth (premio que se traduce en dinero, tutorías, promoción) en la última, reciente edición, están: la oriental Xiaoyuan Ren, de 29 años, responsable de MyH2O, plataforma que analiza la calidad del agua subterránea en mil aldeas rurales de China y deja registro en una app a la que cualquiera puede acceder para saber dónde hallar agua potable. La asiática Fatemah Alzelzela (Kuwait, 24 años), creadora de una iniciativa que recibe residuos de hogares, escuelas y empresas y los permuta por árboles y plantas en pos de reforestar. La chicana Niria Alicia Garcia, de 28, que labura incansablemente para crear conciencia sobre una especie en peligro de extinción: el salmón chinook. Max Hidalgo Quinto (Perú, 30 años), fundador de un emprendimiento para construir turbinas eólicas portátiles capaces de recolectar hasta 300 litros de agua al día a partir de la humedad y la neblina atmosféricas…
“Al entrar en una década decisiva en la que
trabajamos para reducir las emisiones y proteger y restaurar los ecosistemas, ellos/as
son prueba de que todos podemos contribuir, desde donde estemos, con lo que
tengamos al alcance”, subraya la danesa Inger Andersen, directora del Programa
de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, agregando que a lo largo y
ancho, “son personas jóvenes las que están liderando el llamado en favor de
respuestas inmediatas y relevantes para la apremiante crisis planetaria, con el
cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación. Debemos
escucharlas”.