11 de setiembre de 2001. No sólo cayeron las Twin Towers, sino que mi novio de aquel entonces se vino a vivir conmigo. Para dar un marco alegórico perfecto diré que hasta ese momento vivía con su hermano gemelo. Anécdota redonda y eficaz. En esa época estaba fascinado con Julie London y, en especial, con su interpretación de “Cry me a river” grabada en el 55. Es una canción minimalista que arranca con un ritmo lánguido de contrabajo y unas notas agudas de guitarra que dan paso a la voz sensual de la vocalista que casi en susurros nos envuelve en esta historia de amor y desamor.
Todo el 2002 me la pasé buscando todas las versiones posibles de este tema. Fue cantado por Ella Fitzgerald, Aerosmith, Ray Charles, Barbra Streisand, Natalie Cole, Dinah Washington, Rick Astley o Etta James, entre otros. En la Argentina se llamó “Llórame un río” y fue versionada, nada más ni nada menos que por La Torre; en la voz impostada de Patricia Sosa.
En Brasil, se tituló: “Chore por mim” y la cantó Roberto Carlos. Caetano Veloso la cantó en inglés. Los franceses le pusieron ”Pleurer des rivières”, interpretada por Viktor Lazlo. Mi compulsión fetichista, aderazada de un ánimo gerenciador de matices y salpimentada con una épica de las pasiones tristes, me llevó a armar una playlist que incluía todas estas versiones y grabarlas en un CD. Sí, un CD; era 2002.
1 de enero de 2021. Me llega un mensaje con una foto. Alguien me contacta por una aplicación de encuentros gay. El flechazo fue inmediato. El día que lo conocí, sonaba en mi laptop “Cry me a river”, esta vez en la versión de Etta James y su inconfundible voz de contralto. Sin dudas, es una canción maleable que se adapta a cada estado de ánimo, incluso en momentos de felicidad o alegría como el de ese día. Ahí me apoyo en las notas ascendentes del estribillo (en especial en la versión de Ella Fitzgerald), pero es indudable que es una aliada formidable para días grises, rupturas sentimentales; en especial “estafas sentimentales”. Finalmente, es una canción sobre el despecho.
Esta es la historia de un persona que es abandonada por su amante porque le dijo que amar era muy plebeyo e hizo que “llorase un río”. Ahora quien se marchó quiere volver y como castigo tiene que “llorar un río” para que ser aceptado.
Todo es cuestión de cantidades, en el reproche que contiene esta canción; une amante le reclama al otre la cantidad de lágrimas derramadas. El llanto como eterno compañero del amor y del dolor. El llanto como una especie de bitcoin, de transacción sentimental. El debe y el haber, en la declaración jurada de la economía libidinal, todo generosamente humedecido por las lágrimas.
22 de enero de 2021. Un amigo está estudiando canto y me pasa por whatsapp su versión de "Cry me a river". Me la manda a mí porque sabe que soy prácticamente un especialista. Le doy una devolución sincera y marco los puntos fuertes de la interpretación. Seguidamente le mando un audio larguísimo sobre la naturaleza de las lágrimas. Le hablo de lágrimas basales, lágrimas reflejas, lágrimas de cocodrilo y lágrimas psíquicas.
¿Julie London se refiere a las de cocodrilo? Se dice que en la antigüedad Plutarco comparó a alguien que llora por haber asesinado a otra persona con los cocodrilos, que lo hacen mientras se comen a sus presas.
Le mando otro audio con un verso de Sor Juana Inés de la Cruz: “Y aún ésta te hablará torpe / con las lágrimas que vierto; / porque va borrando el agua /lo que va dictando el fuego”. Le explico que los versos fueron escritos, aunque haya sido imposible cuidar la escritura con los ojos inundados en lágrimas, incluso se perderá el último reducto de icónica expresividad de la tinta negra y fúnebre, pues su color se diluye en las lágrimas que caen copiosas sobre la página.
3 de febrero de 2021. La letra de esta canción y, en especial su título, siempre fueron materia de duda y controversia. ¿Cómo traducirla? "Llorame un río" es un gran tropo, pero duele la dedicatoria que aporta el "me". Otra posibilidad, mucho más anclada en el despecho, es: "llorá todo lo que quieras". Un matiz de perfidia y exhibicionismo podría traducirla así: “mirá cómo lloro”.
“Llorar a mares” (o esa idea), le hace un upgrade a las aguas fluviales y las convierte en líquido oceánico; por eso tiene muchos adeptos.
Cuando la escucho a Julie London, en mi cabeza ella dice, ordena y pasa la factura: "Llorame un río, yo lloré un río por vos."
14 de febrero de 2021. Justo en el día de San Valentín, mi novio me dejó con un breve mensaje de texto. Desapareció. Ese “ghosting” condecoró mi desconcierto. Unas pocas líneas, frías y protocolares. Una lista de mercaderías a un proveedor amigo seguramente tendría más gracia y emoción. Como si fuera un parte diario, ese que uno ve en la televisión. El cronista esperando en las escalinatas del hospital, mientras que escuetamente el director del hospital informa que fulanito de tal ha muerto. El “desaparecer” es un decir. Como aquello que antes se llamaba “despedirse a la francesa”. Pero el hecho en sí es el mismo: me dejaron, me colgaron la galleta.
Debí leer un signo o una advertencia en la lectura de mi madre que ese día estaba leyendo Laura o la soledad sin remedio, de Pío Baroja. Voy a ahogar mis penas en un balde de bombones helados y por supuesto con la compañía insustituible de Julie London, y ahora sí la traducción literal: llorame un río.
Eso voy a hacer. Eso voy a pedir.
Alejandro Méndez nació en Buenos Aires el 23 de agosto de 1965. Publicó los siguientes libros de poesía: Variaciones Goldberg (Ediciones del Dock. Buenos Aires. 2003); Medley (Suscripción. Larga distancia. Barcelona. 2003). Tsunami (Crunch! editores. México. 2005). Chicos índigo (Bajo la luna. Buenos Aires. 2007). Cosmorama (Ediciones Liliputienses. Cáceres. España. 2013. Determinado Rumor. Buenos Aires. 2015 -2da edición, formato e-book-). Pólder (Bajo la luna. Buenos Aires. 2014). Coordinó la primera curaduría autogestionada de poesía contemporánea argentina: laseleccionesafectivas.blogspot.com.ar. Es docente de la carrera Licenciatura en Artes de la Escritura (Taller de poesía 1) en la Universidad Nacional de las Artes. Asimismo, desde hace varios años dicta talleres de poesía y clínica de obra.