La pintura pertenece a Albert Graefle. Su título es “Beethoven y sus íntimos escuchándolo tocar”. Alrededor del piano hay cuatro personas. Uno está de pie, junto a la ventana, ensimismado y con los ojos cerrados; los otros están sentados, uno con la cabeza echada hacia atrás, poseído por lo que escucha, a su lado alguien que se toma la frente y, quien está a su derecha, la apoya, pensativo, en su puño. Si bien el cuadro fue realizado en 1877, veinte años después de la muerte del compositor, es una buena prueba de la manera en que el Romanticismo edificó el mito. El sufrimiento como valor y condición de la escucha. Lo dificultoso (y la concentración necesaria para desentrañar esa dificultad) ya como algo indivisible de la propia idea de la música que la historia –y las clases altas– acabaron convirtiendo en “clásica”.
Símbolo de la superioridad espiritual de la música compleja –y abstracta– pero también de muchas otras cosas, los usos políticos de su música, y en particular de su Sinfonía Nº 9 –aquella con cuyo último movimiento, tarareado al borde de un pozo, los Beatles tranquilizaban al león que acechaba a Ringo– fueron ejemplarmente expuestos por Esteban Buch en su La Novena de Beethoven. La paradoja explicitada en Help, no obstante, ponía en escena otra cuestión: aquel que había fundado la idea actual de la “música clásica” acababa siendo, por lo menos en ese fragmento de su última sinfonía que nadie desconoce –ni siquiera los iletrados Beatles, ese era el chiste–, el más popular de todos. A ese doble anclaje de su música apela Andrea Merenzon, directora artística del Festival Konex que comienza hoy y estará dedicado a su obra: “Se ha convertido en un compositor académico ‘popular’ que ha logrado emocionar tanto a oyentes melómanos como a aquellos que no lo son”, dice.
Hasta el próximo domingo 23 se desarrollará, en el Centro Cultural de la Fundación –Sarmiento 3131– un conjunto de conciertos y actividades que incluirá la integral de sus sinfonías, con dirección de Carlos Vieu, los Cuartetos para cuerdas Op. 59 Nº 2 y Op. 127 por el notable Cuarteto Petrus, y un concierto del pianista Horacio Lavandera interpretando algunas de sus sonatas más célebres, aquellas a la que sus editores pusieron los títulos de “Claro de Luna”, “Patética”, “Waldstein” y “Appassionata”. Además habrá un enigmático concierto en la oscuridad –en realidad, una audición de música grabada–, amplificado con parlantes holográficos, actividades para niños y proyecciones de la película La amada inmortal, dirigida por Bernard Rose y con Gary Oldman en el papel de Beethoven, y de la filmación de la puesta de la ópera Fidelio presentada en el Festival de Salzburgo de 2015, con dirección escénica de Claus Guth, dirección musical de Franz Welser-Möst y Jonas Kaufmann y Adrianne Pieczonka como protagonistas.
La orquesta que tocará sus nueve sinfonías fue formada ad hoc, con integrantes de las orquestas oficiales con sede en Buenos Aires, y recibe el nombre de La Filarmóni©a. Para su concierto final, con la mentada Novena, contará con la participación del Coro Lagun Onak y los cantantes Paula Almerares, Alejandra Malvino, Enrique Folger y Hernán Iturralde como solistas. La apertura de este Festival Konex de Música Clásica será hoy a las 20 con la interpretación de las Sinfonías 6 y 5. Mañana será el turno de la Octava y la Tercera, y el viernes podrán escucharse la Nº 2, la Nº 4 y la Nº 7. El sábado a las 17 será el esperado concierto del Cuarteto Petrus y a las 20 se presentará Lavandera. El domingo a las 11 habrá un espectáculo infantil, Jugando con Beethoven, que cuenta con dirección musical del pianista y compositor Nicolás Guerschberg y dirección escénica de Héctor Presa. El cierre, con la Primera y la Novena, será ese día a las 19.