Omnipresente, omnipotente, José no solo era parte del círculo más íntimo de Mailin, era representante legal de la escuela a la que ella asistía. Lo veía en el colegio, en su casa, en su habitación y cuando su presencia no era física era psíquica. Había logrado entrar en la mente de Mailin. Él era no solo una figura de poder, también era considerado “una persona de bien” en quien todxs confiaban y de quien nadie podía sospechar ninguna otra cosa.
“En una familia muy católica estaba bien visto y era un reconocimiento importante que el cura vaya a tu casa, además decían que él tenía el don de la sanación. Entonces como yo estaba deprimida desde muy chica mi mamá decía que él me iba a sanar”, relata Mailin.
Era tal la manipulación que José ejercía sobre Mailin que le costó muchos años poder desentrañarla y recordarla. Para uno de sus cumpleaños, el ex sacerdote le escribió en una carta que Dios había elegido un amigo para ella, ese amigo era él y la necesitaba, “cada vez que él se iba vacaciones, me hacía ir al patio de mi casa y me decía que mire la estrella que más brillaba, que él me iba a estar mirando.”
Mailin no habló de los abusos durante años, consciente o inconscientemente, como mecanismo de defensa ocultó esos episodios en su mente. Sin embargo, sin saberlo sufría las consecuencias. “Algo que me costó mucho decir y ahora que estoy más tranquila puedo hacer es que cuando en el juicio me preguntaron por qué cuando lo veía no podía decirle que no, siendo grande ya. La respuesta es que yo estaba muerta en vida porque a mí él me quitó la vida. Ahora la recuperé y hoy agradezco ser consciente de todo lo que atravesé y de cómo fui escuchada.”
José se encuentra imputado por los abusos sexuales reiterados que cometió desde 1999 cuando Mailin hasta el 2008. Pero los abusos habían comenzado muchos años antes, cuando ella asistía al jardín. “A veces me enojo con mi memoria por no recordar, tengo más imágenes porque continué con mi terapia y me vino un recuerdo de él llevándome al baño en el jardín. Pero como para la justicia es solamente un recuerdo no lo puedo plantear como un hecho de abuso. Pero estoy segura de que algo me hizo en el baño,” cuenta.
Durante esos años algunas maestras realizaron comentarios a los directivos de la escuela extrañadas por el tiempo que algunas niñas “pasaban a solas” con José pero en ese momento nadie tomó medidas. “Él pasaba por las aulas de los diferentes cursos. Me retiraba con la excusa de que tenía que hablar conmigo o confesarme. Me llevaba a lugares donde no había nadie y mientras me confesaba me hacía sentar sobre su pene erecto, me tocaba y me daba besos en el cuello.”
Las secuelas de los abusos comenzaron a manifestarse. Antes de entrar en la adolescencia, Mailin le pedía a Dios que se la lleve, su madre lo leyó en un cuaderno donde ella solía escribir. Alertada por la situación decidió consultar con un psicólogo. El cura abusador intervino para impedirlo: “Mi mamá me contó que él le decía, ‘deja que yo hablo con Mailin porque los psicólogos a veces te enroscan demasiado, no la mandes al psicólogo’. Mi mamá confiaba en él, entonces cuando venía a mi casa antes de comer o después, la excusa siempre era voy a hablar con Mailin a ver qué le pasa. Y abusaba de mí en la habitación de mi casa.”
Cuando Mailin tuvo su primera relación sexual, algo se activó en su memoria, cada vez que José llegaba a su casa se quedaba paralizada, se enojaba mucho con su mamá por haberlo invitado y la invadía una enorme necesidad de huir. “En mi primera relación sexual, no sentí absolutamente nada, porque ahora sé que estaba totalmente desconectada de mi cuerpo, de mi vida y continué con la depresión, en ese momento empecé a tener quistes en la cara y en los ovarios.”
Mailin no comprendía lo que le sucedía hasta que a sus 20 años comenzó a recordar los abusos que había sufrido, una vez que logró verbalizarlo con su terapeuta se lo contó a su familia. Su madre y su padre enfrentaron a José antes de hacer la denuncia al obispado. “Lo fueron a buscar a la Iglesia. Y él no lo negó, les pedía perdón y decía que no sabía cómo reparar el daño”, recuerda Mailin.
La complicidad de la Iglesia
El ex cura abusador pudo perpetuar los abusos sexuales a lo largo del tiempo con Mailin y otras niñas gracias a una red de cómplices, que involucra desde otros sacerdotes que veían y callaban los abusos hasta el ocultamiento de los propios directivos de la escuela y las autoridades religiosas. Incluso cuando en 2017 finalmente José quedó detenido, estuvo una semana prófugo de la justicia escondido nada más y nada menos que en un seminario.
En 2017 Mailin realizó la primera denuncia ante la justicia. Ocho años antes había denunciado el caso ante el obispado de San Martín. Entonces, las autoridades religiosas implementaron el mismo modus operandi que tienen reservado para este tipo de casos: trasladaron al cura abusador a otra institución. Durante el juicio que se está llevando a cabo ahora dos sacerdotes testificaron que en el año 92 y 93 pidieron una reunión con el Obispo Guillermo Rodríguez-Melgarejo, en ese momento a cargo de la diócesis de San Martín, para contarle que vieron cuando José llevaba a chicas a su habitación.
“A uno de los sacerdotes el obispo le dijo ‘rajá de ahí si ves algo’. Y al otro le dijo: ‘lo que pasa es que tiene problemas con las niñas’. Ese fue el mismo obispo que cuando denuncié me dijo que no lo divulgara, que la gracia de Dios me iba a sanar”, cuenta Mailin. Melgarejo falleció el pasado 4 de enero, sin ser juzgado por ocultar los abusos de José.
El vicario Eduardo González es otro de los eslabones que integra la cadena de encubrimiento y complicidad de los abusos del ex cura Carlos José. A fines de 2016 Mailin sufrió un accidente de tránsito, el apellido de la persona implicada en ese suceso era Melgarejo, a partir de ese hecho Mailin decidió denunciar los abusos ante la Justicia. “Al poco tiempo me enteré que Carlos José seguía en contacto con chicos y eso me hizo ir a hablar de nuevo a la iglesia. Le manifesté al vicario que tenía la necesidad de hacer la denuncia al abogado que llevaba el caso del accidente y me dijo que no tenía pruebas. Ya habíamos hecho la denuncia en el obispado, vino una sanción de Roma. Pensé en cómo conseguir una prueba, fui a la iglesia de nuevo, hablé con el vicario González y se me ocurrió grabar toda la conversación en una nota de voz del celular, él me dijo que sabía todo, que había recibido la carta con la denuncia y que José estaba apartado de la institución.”
Luego de esa primera reunión Mailin volvió a hablar con González, le prometió que la iba a ayudar, esta vez fue con Jazmín, otra de las jóvenes que denunció abusos de parte de Carlos José en 2017. “Ahí nos dijo ‘entiendo que no lo quieran decir porque van a decir estas putitas’. Nos miramos con Jazmín, no podíamos creer lo que escuchábamos, después me preguntó si mi hija iba a un colegio católico. Cuando le dije que no, me respondió ‘te entiendo, uno cuando se quema con leche, ve la vaca y llora’”, recuerda Mailin. Ninguna de las autoridades se puso a disposición de la Justicia para aportar pruebas.
Mailin lleva más de 10 años de lucha, hoy se encuentra enfrentando a su abusador en un juicio oral. Tuvo que escucharlo defenderse, revivir el horror para encontrar reparación, sanadora, no solo individual sino también colectiva. Que sienta un precedente para todas las mujeres que hoy denuncian los abusos de Carlos José.
En nuestro país la ley 26.075 conocida como la ley Piazza reformó el artículo 63 del Código Penal Federal Argentino sobre los plazos de prescripción del abuso sexual en la infancia y establece que dichos plazos deben comenzar a computarse desde la mayoría de edad del denunciante. En 2015 esta legislación fue modificada luego de la sanción de otra ley, la 27.206 de “Respeto a los Tiempos de las Víctimas” presentada por la ex senadora del partido justicialista, Sigrid Kunath, que amplía el tiempo de prescripción para que comience a computarse desde el momento en que la víctima realiza la denuncia.
Jazmín, Cecilia y Karen, también denunciaron a José, pero para la justicia sus casos prescribieron, una cuarta denunciante desistió de su denuncia después de un episodio de revictimización. Cuando en la fiscalía le tomaron declaración los abogados de José estaban presentes y le preguntaron si se acordaba el tamaño de su pene. No soportó la situación y nunca más volvió a declarar.
Hay más chicas que hablaron de abusos durante la confesión, Mailin cuenta: “Lo hacía con muchas chicas, pero no denuncian en parte por el propio entorno católico, por miedo a que las excluyan, no les crean o quedarse sin trabajo porque algunas son profesoras de colegios religiosos.”
A pesar de ser un abusador confeso, aún hay personas que defienden al ex sacerdote y prestaron declaración en su defensa durante el juicio, Mailin tuvo que presenciar esos momentos. “Me indigna que las personas que lo están apoyando y que testifican en contra mío son personas que tienen hijos y además están en contacto con chicos, están en la escuela, en la parroquia. Mi cabeza no deja de pensar que, si a sus hijos les llega a pasar, no se lo van a decir, no van a confiar porque sus propios padres están defendiendo a un pedófilo.”
Documentar para concientizar
María Silvia Esteve es realizadora audiovisual, llegó a Mailin después de escucharla en un noticiero contando su historia, la contactó por Facebook y durante el primer encuentro le propuso documentar su caso en una película. “El haber llegado a esta instancia es producto de una lucha y persistencia muy grande de Mailin, a pesar de todas las trabas que tiene el sistema judicial, que es tan intrincado justamente para que de alguna manera la víctima desista en su pedido de ayuda. Hay toda una infraestructura que lo que hace es favorecer al victimario”, asegura Esteve.
En su proyecto documental Esteve tiene una premisa: “Saber quién es Mailin antes de hablar de Mailin”. En el proceso de producción se sucedieron largas charlas y muchos encuentros. Durante ese proceso que ya lleva casi tres años María y Mailin se convirtieron en amigas, cuenta que su intención es no hacer extractivismo de un hecho, sino concientizar. Conocer su historia en profundidad con los cuidados necesarios, contar su vida más íntima a partir de la confianza y el respeto, que le permita plasmar de manera sincera y amorosa una historia que duele.
“La película trata sobre el proceso de reconstrucción de la memoria que hizo Mailin, y todo lo que surge también en ese intento, habla de Mailin como madre y como hija, las cosas no dichas dentro de lo que es la familia. Y también de lo que ella pudo construir en todo este tiempo con su hija, que es el reflejo de muchísimo trabajo y dedicación. Le ha enseñado a ser consciente con su cuerpo, eso me parece algo sumamente bello, el hecho de que a partir de algo tan triste y doloroso, Mailin haya logrado generar algo tan hermoso que es que su hija tenga una conciencia que ella de chiquita no pudo aprender, que sepa defender su cuerpo, que sepa defender lo que ella siente, lo que piensa”, detalla Esteve.
La primera película de María titulada “Silvia” intenta reconstruir la historia de su madre, hablar de la violencia que sufrió, “para subsanar, transformar eso que pesa en algo que permita comunicar, conectar con un otro. Me gustaría que la película sobre Mailin fuera también lo mismo, que lo que pesa, que duele, sea una forma de ayudar al otrx, de conectar con un otrx, de quitar el peso el dolor del pasado”, asegura María.
Esteve tiene un propósito claro: “Para mí lo más importante es el apelar a la empatía, que las personas entiendan la necesidad de hablar, el valor de la fortaleza de una mujer como Mailin y también pienso que es muy importante apelar al sexo masculino, que puedan entender nuestra lucha como mujeres y la necesidad de apoyar a la mujer en esa lucha y acompañarla. No seguir teniendo esta cosa de fraternidad, de apoyarse entre amigos. No hace falta sufrir un abuso para entender su lucha y su trayecto.”
En el largo camino de la denuncia, Mailin busca que la Justicia la escuche, que esa escucha sea el comienzo de una reparación no solo individual sino también colectiva, en ese sentido asegura: “Lo que quisiera con esto es que haya un fallo favorable y que muchas otras chicas puedan denunciar al menos en la Provincia de Buenos Aires. Ser escuchadas, que se haga justicia realmente es una reparación enorme y que él reciba una condena para que no siga abusando de otras niñas.”