Desde hace unos días van y vienen noticias, relatos y teorías conspiranoicas por las redes sociales, los whatsapps y los medios de comunicación sobre un “vacunatorio vip” organizado por el ahora exministro de Salud de la Nación.
“Vacunatorio Vip” es el nombre que le dieron los medios de comunicación a la cuestionable práctica de favoritismo con algunos amigos del poder, considerados excepciones, que recibieron la vacuna, sin esperar como todos, el turno correspondiente por rango etario u ocupación. Los hechos que costaron el pedido de renuncia del ministro Ginés García son de público conocimiento, no hace falta abundar en detalles.
Queremos detenernos en un punto que sorprendió de manera generalizada al sentido común: el enunciado del agente del acto: “yo no me di cuenta que estaba haciendo algo que no correspondía”. ¿Por qué no se dio cuenta? ¿Desde qué lugar de enunciación habla?
El privilegio, la jerarquía, el amiguismo, el individualismo, el sálvese quien pueda, etc., son formas de vida neoliberales instaladas, naturalizadas y sedimentadas en el conjunto social. Se trata de un funcionamiento “normal” y acostumbrado, aun en aquellos grupos sociales que manifiestan un sincero rechazo de esas prácticas neoliberales y suscriben otros valores para lo común. ¿Es doble moral? No, es un funcionamiento que hoy podríamos definir como sintomático.
El síntoma, tal como Freud lo definió en Inhibición Síntoma y Angustia (1925) puede ser en relación al yo egosintónico o egodistónico. El primero, silencioso y homeostático, se encuentra en sintonía o en armonía con un yo o conjunto de yoes adaptados al funcionamiento sintomático. El segundo, ruidoso y perturbante, molesta como una piedra en el zapato. La expresión fenoménica no varía, lo que difiere es el grado subjetivo de incomodidad.
Dicho más sencillamente y aplicado a la situación planteada constatamos que hasta hace unos días había una dinámica social instalada y acostumbrada: salones vip, invitados vip, etc. El privilegio, una práctica cotidiana naturalizada, funcionaba en lo social como como un síntoma egosintónico. En ese contexto es esperable la tontería ciega que un engranaje del funcionamiento jerárquico “no se haya dado cuenta” que el privilegio es contradictorio con la práctica democrática.
Si el “vacunatorio vip” o la privatización de la vacuna, que debe ser considerada un bien público, sucede en el espacio de Juntos por el Cambio, por ser un funcionamiento coherente con el ideario neoliberal --individualismo, privilegios, y darwinismo social-- probablemente hubiese continuado como síntoma egosintónico.
Esta vez la mirada del Otro social dividió y mostró la contradicción, la incoherencia naturalizada y generalizada entre lo que se dice y lo que se hace. El conocido ejemplo de Sartre es bien gráfico para comprender el argumento: alguien espía por el ojo de una cerradura y, de repente, se ve sorprendido por una mirada e invadido por un intenso sentimiento de vergüenza.
La angustia que está causando la pandemia en la subjetividad, la constante relación con un peligro frente al cual no se puede huir, determinó que el funcionamiento sintomático normativizado se desestabilizara y se volviera un síntoma egodistónico.
Se produjo un espanto, una vergüenza y un deseo de límite colectivo a la jerarquía, los acomodos y privilegios que devinieron en síntoma egodistónico: una anomalía, algo que no anda y que no va más.
Más allá de todo juicio moral, el campo popular, que se afirma como rechazo de las prácticas neoliberales, tiene la oportunidad de repensar sus propias prácticas, a veces jerárquicas, desiguales y antidemocráticas, tanto a nivel de las bases como de los dirigentes.
Surge como necesario un trabajo político de deconstrucción de esos modos incorporados en el lazo social, dado que la democracia no es sólo un procedimiento de elección de representantes, sino también una forma de vida organizada por la justicia social, el amor y la igualdad de los comunes.
Nora Merlin es psicoanalista. Magister en Ciencias Políticas. Autora de La reinvención democrática. Un giro afectivo.