Durante los próximos dos años el Banco Central Europeo, dirigido por Christine Lagarde, comprará activos privados y deuda pública por 2,5 billones de euros (unos 3 billones de dólares), equivalente a siete veces el PIB argentino. El nuevo presidente de Estados Unidos, Joe Biden, también incrementará los gastos presupuestarios por un monto similar financiado por la Reserva Federal. Esa montaña de dinero es prestada a una tasa de interés del 0 por ciento.
Lejos atrás quedarán esos tiempos cuando la delegación del FMI, conducida por Lagarde, imponía como contrapartida del préstamo de 57 mil millones de dólares, para salvar al soldado Macri, crecimiento cero de la masa monetaria y hundía la economía argentina en crisis. Algunos economistas neoliberales se han inquietado por ese "crecimiento desmesurado" de la deuda y la respuesta que se les hizo fue que la deuda sólo es un problema si te reclaman devolverla.
El BCE, la Reserva Federal y otras bancas centrales están aplicando lo que se ha dado en llamar la Teoría Monetaria Moderna (TMM), que ha sido difundida por Stephanie Kelton, una consejera económica muy escuchada de Bernie Sanders, quien ha afirmado que se podía financiar gran parte del gasto del Estado con emisión monetaria. No es una novedad que Keynes en el Tratado del Dinero señalara que la prerrogativa del Estado en definir la cantidad de moneda "es un derecho de todos los Estados modernos, como lo es desde hace cuatro mil años, por lo menos".
Teoría cuantitativa
Para la ortodoxia es un frustrante dolor psicológico que le deben a David Ricardo, uno de los fundadores de la teoría económica que, como ellos, era partidario de la teoría cuantitativa de la moneda, según la cual la emisión monetaria para solventar los gastos del Estado produce inflación. Durante las guerras de Inglaterra contra Francia había dos posibilidades para financiarlas: ya sea se incrementaban los impuestos o bien el gobierno emitía deuda y se financiaba con ella.
Ricardo postuló la segunda solución que sigue siendo la preferida de la ortodoxia, ya que presenta la ventaja de que los ricos que le prestarán al Estado no deberán pagar un suplemento de impuestos y se les remunerará el préstamo que, en la otra alternativa, hubieran debido cederle, gratuitamente. Es más: una parte de los prestamistas a fines del siglo XVIII eran los fabricantes de armas que eran vendidas al Estado que les pagaba con el dinero que le habían prestado. Es lo que ocurre en Brasil donde la deuda pública que representa 87 por ciento del PIB está en manos de la oligarquía brasileña.
En las economías modernas están dadas las dos posibilidades de Ricardo más la de la emisión monetaria que permite financiar al Estado sin requerir un incremento ni de los impuestos ni de la deuda. La situación actual a dejado atónitos a los ortodoxos ya que hay una enorme emisión monetaria sin que haya inflación. Según ellos un desequilibrio entre la oferta global y la demanda global acicateada y ampliada por la emisión monetaria produce inflación, ya que la oferta será incapaz de satisfacerla lo que provocará un incremento del precio para desalentar una parte de los demandantes. Sin embargo eso no es verdad ya que como dijo Keynes es un truismo.
La economía se basa en igualdades lo cual, como lo señaló Keynes y lo recuerda muy acertadamente Stephanie Kelton, hace que el balance negativo de la banca central debido a la emisión monetaria tiene su contrapartida en el balance positivo de los agentes privados.
Gastos
El endeudamiento del Estado con la banca central vía la emisión monetaria permite que los gobiernos financien los seguros de desempleo, los gastos sanitarios de la pandemia, las ayudas a las empresas, el reporte de los pagos de impuestos, la ayuda alimentaria, los comedores comunitarios. Todo eso permite sostener el nivel de la demanda efectiva. Y hay que agregar en el balance de los agentes del sector privado un incremento de los precios de las acciones de las bolsas de valores. Esto implica el incremento patrimonial de los más ricos, que en Argentina se focaliza en la especulación devaluadora. El balance positivo de los agentes económicos privados tiene su contrapartida en el déficit de la banca central.
No se trata de una novedad sino que la historia se repite con una variante. Durante la inmediata posguerra, tanto en Europa como en Estados Unidos o en Argentina, hubo una inmensa emisión monetaria con tasas de interés nominales muy bajas y negativas en relación a la inflación. Los agentes económicos tomaban préstamos para invertir en bienes de capital, para construir sus viviendas o para que el Estado desarrollara la recuperación de infraestructuras destruidas. En Argentina, para financiar los Planes Quinquenales.
La emisión monetaria permitía crear un alto nivel de la demanda que la oferta debía proveer. La diferencia con lo que sucede hoy es que la emisión monetaria estuvo acompañada, como lo ha mostrado Thomas Piketty, por un cambio sustancial de la distribución del ingreso que permitió la emergencia masiva de las llamadas capas medias y las tasas elevadas de crecimiento económico.
Demanda
La emisión monetaria actual, como hemos señalado más arriba, se da en un contexto en el cual los sectores más acaudalados captan una parte importante con un consiguiente incremento patrimonial sin que ello se traduzca en un crecimiento económico como en el pasado. Los Estados toman préstamos a tasas bajísimas y refinancian las deudas públicas pero en la medida en que mantiene políticas presupuestarias y sociales restrictivas hace que coexistan tasas de crecimiento bajas con altas tasas de desempleo y tasas de interés negativas.
Es indudable que desde la Gran Recesión en 2008 se ha agravado el déficit democrático, que la pandemia ha exacerbado, ya que la depresión económica actual ha golpeado de manera brutalmente inhabitual a los sectores sociales más vulnerables.
Los movimientos políticos antisistema en los países avanzados o los triunfos de los movimientos políticos y populares, en México, Bolivia o Argentina, son los indicios de un agotamiento del neoliberalismo y de la mundialización multilateral, así como la necesidad de cambios democráticos con una mayor equidad económica y social.
La contrapartida es que tiene también que haber también una redistribución de los ingresos, donde una parte substancial de la emisión vaya a los sectores más desprotegidos porque son ellos que expresa la demanda más firme, puesto que gastan en consumo todo lo que reciben.
* Doctor en Ciencias Económicas de l’Université de Paris. Autor de La economía oligárquica de Macri, Ediciones CICCUS Buenos Aires 2019.