“¿Sabés lo que te merecés vos? Que yo llame hoy a la fiscalía y que diga sabés qué, que tengo información, tendría que buchonear todo, porque no te merecés que cierre el orto con nada, te me hacés a mí el pijita larga…. ¡No te merecés nada!”. La que habla es una mujer, Jazmín Soto, y se dirige a Leonel Herba, agente de la Policía de la Ciudad de Buenos Aires. Herba es la última persona que tuvo contacto con Arshak Karhanyan, el policía de esa fuerza que está desaparecido hace exactamente dos años. La conversación de la pareja tuvo lugar cuatro meses después. 

Una de las pocas filmaciones que fueron rescatadas para la investigación muestra a Herba hablando con Arshak en la puerta del edificio donde vivía en Caballito entre las 12.46 y las 13.23. En cierto momento se los ve escuchar juntos un audio del celular del primero. Su explicación en la fiscalía fue que hablaban acerca de un plan de ahorro para comprar un auto que había sacado Arshak, a quien se ve nervioso, aunque no a su amigo. Ambos habían trabajado juntos hasta muy poco tiempo antes en una división llamada “Exposiciones”, que se ocupa de allanamientos e incautaciones, por ejemplo, de drogas. Por eso tiene fama de ser un área donde abundan los negocios ilegales. Arshak había sido sugestivamente desplazado desde allí a una comisaría. Al día de hoy esa pista policial nunca fue profundizada. La investigación judicial está estancada aunque lo poco que sucede en el expediente sólo consolida sospechas sobre la policía porteña. La querella pedirá que se lo considere como caso de desaparición forzada.

Lo que pudo reconstruir la fiscalía de Santiago Vismara es que ese domingo caluroso de febrero que se le perdió el rastro, Arshak volvió a subir a su departamento después de conversar con Herba, se cambió y volvió a salir. Se llevó la placa policial, el arma reglamentaria y la tarjeta de débito, que nunca fueron halladas. Dejó sus dos teléfonos celulares y la moto amarrada en la puerta del edificio. Catorce minutos después sacó plata de un cajero automático en Primera Junta, y ocho minutos más tarde entró al supermercado Easy en avenida Rivadavia. En otra de las escasas imágenes que hay disponibles se lo ve salir con una pala de pico en la mochila. Desde ahí camina hacia la esquina y mira como quien busca a alguien. En Rivadavia y Paysandú es la última vez que aparece, y ya se le pierde el rastro.

La fiscalía había ordenado preservar todas las cámaras que se encontraran a 500 metros a la redonda del Easy y de la casa del policía desaparecido. En un informe que hizo la querella, que representa el abogado Juan Kassargian, queda claro que las imágenes claves no están. Cuando pidieron la de zona del Easy el día y al horario de la desaparición, la Policía porteña mandó a la fiscalía las de dos días después; otras filmaciones preservadas son de horarios diferentes al que es clave en esta pesquisa. “Faltan la mayoría de las cámaras claves; las que permitirían reconstruir el recorrido que hizo Herba antes y después de ver a Arshak, en dos rutas posibles, nos dicen que no funcionaban. Hace una semana la policía porteña dijo que le había quedado material en el centro de monitoreo, pero ayer mismo avisaron que ese material de las cámaras se había perdido”, explicó Kassargian a Página/12.

Hay una lista adicional de obstáculos en la investigación:

· El juez Alberto Baños le rechazó dos veces a la familia la posibilidad de ser querellante. Recién admitió a la mamá, Vardush, una peluquera de origen armenio (Rosita en castellano), y al hermano de Arshak, Tigran Karhanyan. Es evidente que el paso del tiempo atenta contra la conservación de las pruebas.

· El primer rastrillaje que hizo la Policía de la Ciudad en un predio clave, cerca de la cancha de Ferro y a pocos metros de la Comisaría B de Caballito, el último destino que tuvo Arshak en su trabajo, duró cinco minutos, se hizo con seis efectivos y un perro, en un pequeño sector de las ocho hectáreas. Un año, siete meses y quince días después de la desaparición de se hizo un segundo rastrillaje a pedido de la querella. Esta vez fueron enviados 150 gendarmes y policías federales casi una decena de canes y se verificó el lugar completo durante un día entero. No hubo hallazgos después de tanto tiempo.

· El peritaje sobre el celular personal del Arshak, un Iphone, lo hizo Cibercrimen de la Policía de la ciudad. Devolvió el teléfono vacío y con un cartel que decía “desactivado”, lo que impidió algo clave: saber con quién y de qué hablaba el joven por esos días y ese día en particular. Un segundo examen sobre el mismo aparato fue encomendado a la Policía Federal y restableció el contenido a través de una copia de seguridad, pero no en su totalidad. Falta justo todo el mes anterior a la desaparición. El fiscal Vismara ordenó una junta de peritos de Policía Federal, Gendarmería, Prefectura y Policía de Seguridad Aeroportuaria, junto con la Dirección General de Investigaciones y Apoyo Tecnológico a la Investigación Penal (DATIP) para extraer y analizar información de los teléfonos. Las conclusiones señalaron que estuvo todo el procedimiento mal hecho y no se descarta una manipulación para hacer desaparecer el contenido original.

· La pista policial en sí, más allá de todas las posibles maniobras de encubrimiento, no ofrece por ahora datos certeros pero sí enormes interrogantes. Todavía se están analizando entrecruzamientos de llamados en busca de datos que puedan conectar la desaparición con la división “Exposiciones”. Herba declaró cuatro veces. El audio de su pareja, Jazmín Soto, deja entrever que estaría implicado en delitos está siendo analizado en contexto. Ella al declarar intentó minimizar sus dichos. Pero aportó otros datos: dijo, por ejemplo, que Herba le mintió el día que desapareció Arshak. Le comentó que se había quedado descansando porque “sentía un malestar” pero eso no era cierto, había ido a ver al policía desaparecido. En su casa, contó la chica, la cama estaba intacta como si no hubiera estado allí.

Hasta ahora la policía de la Ciudad no hizo aportes relevantes al expediente, incluso se demoró en presentarse. La legisladora Victoria Montenegro, una de las pocas que se ocuparon del tema, se quejó: “Jamás vimos a ningún funcionario del gobierno de la Ciudad ponerse al frente de la búsqueda ni hacer el más mínimo esfuerzo por buscar a Arshak. Ni siquiera hay fotos de él en algún patrullero a pesar de que es miembro de la fuerza. La policía de la Ciudad es responsable: borró datos de sus teléfonos y computadoras. Ya no queda ninguna duda de que es una desaparición forzada”.

En un vide que difunde “Diario Armenia”, la mamá de Arshak, Vardush, dice con un pronunciado acento armenio: “No estamos bien, no hay fiesta en mi casa, ni risas, no hay comida normal, estoy siempre como bloqueada. Antes lo esperaba a las 11 para comer juntos. Ahora vivimos como podemos, sobrevivimos, tenemos un poquito de esperanza y alguien cuente que le paso a Arshak por lo menos queremos saber qué pasó y por qué pasó. Vivir así es muy difícil. Una acepta porque es la ley de la vida. No sé que hacer. A veces imagino que se abre la puerta y entra Arshak, es un pequeño segundo que uno imagina. Pero son dos años, no dos días, así estamos”.