Desde Londres
El plan de salida del confinamiento nacional anunciado por Boris Johnson este lunes ha generado divisiones entre las tres naciones británicas y entre libertarios ultra-aperturistas por un lado y sindicatos y pro-vacunas por el otro.
El plan de Johnson es una salida en cuatro etapas que comienza con las escuelas el 8 de marzo y termina con el conjunto de la sociedad “confiamos que el 21 de junio”. La salvedad que puso el primer ministro con ese verbo (“confiamos”) obedece a que la transición de una fase a la siguiente depende de que se cumplan cuatro condiciones:
*que el programa de vacunación siga viento en popa,
*que continúen a la baja los niveles de hospitalización y muertes,
* que suceda lo mismo con los niveles de infección
*y que no aparezcan mutaciones que pongan en peligro la concreción de estos objetivos.
Un día después del anuncio de Johnson, la primera ministra de Escocia Nicola Sturgeon dio a conocer un plan más cauteloso que mantiene el confinamiento hasta “al menos” el 5 de abril y propone un regreso “escalonado” a las aulas.
Este regreso escalonado es la principal diferencia. El plan de Johnson descansa en el éxito de la primera de las cuatro etapas de Johnson: la reapertura simultánea de la escuela primaria y secundaria. Esta reapertura, tildada de Big Bang, ha sido duramente cuestionada no solo por Escocia sino por Gales y los sindicatos de la educación de Inglaterra. “Es poner a interactuar del día a la noche a 10 millones de personas. El resultado puede ser un desastre total como ya sucedió en el pasado. Y un retroceso en todo lo que hemos avanzado con gran sacrificio gracias al confinamiento y la vacunación”, señaló un comunicado conjunto de los sindicatos de educación y directores de escuela.
El Reino DesUnido
Escocia propone que el 15 de marzo recomience la escuela primaria acompañada, en modalidad part-time, por los dos últimos años de la secundaria: el resto de los años lectivos se sumará recién el 5 de abril. Nicola Sturgeon ha dicho que el programa de vacunación está funcionando a toda marcha y que 1,5 millones han recibido la primera dosis, pero que no pueden bajar la guardia.
Los datos de Escocia son similares a los de Inglaterra tomando en cuenta la proporcionalidad de las respectivas poblaciones. En Inglaterra se han vacunado más de 16 millones de personas, un 30% de la población, porcentaje similar al de Escocia, y han abarcado, igual que sus vecinos, a los cuatro primeros grupos de riesgo. Ambas naciones estiman que para abril habrán inoculado al resto de los grupos de riesgo despejando así el camino para llegar al conjunto de la población.
La diferencia está en la percepción de riesgo. Stungeon ha sido a lo largo de la pandemia mucho más cautelosa que Johnson. Sigue siéndolo, aunque ahora el primer ministro británico tenga un enfoque mucho más prudente que el que tuvo en 2020. En Escocia consideran que, dada la persistencia de la llamada cepa británica, mucho más contagiosa, los niveles de transmisión del virus tienen que ser mucho más bajos y que el programa de vacunación debe estar mucho más cerca de su compleción para dar grandes pasos en la reapertura.
En Gales también se ha optado por una secuencia escalonada de regreso a las aulas que culminará luego de las Pascuas. El primer ministro de Gales Mark Drakeford recordó que el mismo grupo asesor científico del gobierno inglés, Sage, señaló en enero que un regreso al unísono de todos los alumnos aumentaría la tasa de reproducción R entre un 10 y un 50%.
Estas diferencias entre las tres naciones ensanchan la brecha que abrió la salida de la Unión Europea, el Brexit. En este año de pandemia Inglaterra, Escocia y Gales han seguido caminos diferentes respecto a los ritmos de confinamiento y reapertura. El nivel de integración del Servicio Nacional de Salud, el NHS, es el gran unificador: las crecientes diferencias nacionales, exacerbadas por el gobierno conservador, estimulan las divergencias. En el caso de Escocia, vuelve a later la posibilidad de un nuevo llamado a referendo de independencia después de las elecciones municipales de mayo (el último fue en 2014).
Pero el cuestionamiento al plan de Johnson no se limita a estas tensiones internas de un Reino cada vez más DesUnido. Un grupo de maestros ingleses entrevistados por el matutino The Guardian señaló que las escuelas no están en condiciones de cumplir con los protocolos que el mismo gobierno ha propuesto como garantía de seguridad para alumnos y profesores. “Las escuelas no pueden ser reabiertas si los maestros no son vacunados. La distancia social es casi imposible de implementar. ¿Vamos a repetir lo que pasó la última vez que se hizo una reapertura que terminó con un salto en los casos que obligó a cerrar muchas de las clases? ¿Por qué no esperar a actuar en el momento apropiado?”, señala Jack Marsh maestro de primaria en Brockley, sudeste de Londres.
Pasaportes y credenciales
La polémica se ha extendido a dos propuestas que podrían acelerar la reapertura de sectores muy golpeados de la economía, como son hotelería, gastronomía y espectáculos. El lunes, al anunciar su plan ante la Cámara de los Comunes, el primer ministro señaló que el gobierno estaba analizando la posibilidad de convertir a los certificados de vacuna en un documento obligatorio, una suerte de pase que permita el ingreso a una serie de actividades sociales desde ir al gimnasio hasta comer en un restaurante.
La iniciativa ha generado oposición por su potencial carácter discriminatorio y por la violación a la privacidad. En el Reino Unido, como en la mayoría de los países, la vacuna no es obligatoria. En el Reino Unido, a diferencia de otras naciones, no existe el documento nacional de identidad, considerado una injustificable monopolización de datos personales por parte del estado.
El mismo Boris Johnson reconoció los problemas que plantea esta tradicional resistencia a todo control estatal de los datos individuales. “Hay cuestiones éticas sobre el derecho de un gobierno a exigir este tipo de documentación o prohibir que cierta gente tenga acceso a algún tipo de actividad. Sé que algunos fervorosos libertarios están totalmente en contra de esta idea. Pero también hay mucha gente que está a favor”, dijo Johnson.
Entre los que están a favor se encuentran los sindicatos que están por lo general en la vereda opuesta del primer ministro mientras que, curiosamente, los que más se oponen consideraban hasta hace poco a Johnson como un líder de los libertarios. El exprimer ministro laborista Tony Blair, que ha influido mucho en el cambio de política de Johnson frente al coronavirus, apoya esta idea del certificado de vacuna como documento que abra o cierre las puertas a ciertas actividades. Esta posición no reniega del derecho individual a no inocularse, pero argumenta que, como todo derecho, tiene consecuencias legales.
Uno de los ejemplos que está analizando el Reino Unido es Israel, el país que lidera el programa de vacunación a nivel mundial. Israel tiene una “tarjeta verde” para los que recibieron la vacuna o están inmunizados por haber contraído el virus. Con esta tarjeta se garantiza el ingreso a gimnasios, hoteles, piletas y templos: a partir de marzo serán usados también como entrada a restaurantes y bares.
Otra propuesta que está en danza es el “pasaporte de la inmunidad” que serviría para abrir el cerrojo que tiene encadenado al turismo y las aerolíneas. En la práctica sería un documento de vacunación similar al que se solicita para viajar a muchos países. Grecia ha llegado a un acuerdo con Israel para aceptar a turistas que tengan la tarjeta verde y está instando al resto de los países de la Unión Europea (UE) a avanzar en esa dirección.
El Reino Unido ya no está en la UE, pero los británicos son una parte importante del contingente turístico que visita Grecia cada año. El ministro de turismo griego Haris Theoharis señaló que hay conversaciones técnicas para integrar a Grecia como destino turístico en el plan de salida del confinamiento británico. La condición será este certificado de vacunación que sería tan obligatorio como el pasaporte para ingresar a un país.