En algunos años, casi nadie recordará que alguna vez el Bafici no tuvo sección para chicos. Pero el Baficito no sólo se convirtió en una de las secciones de mayor convocatoria del festival, sino también en una de las más vitales y disfrutables de este encuentro anual del cine. Y en un género exigente como pocos, la selección suele sobresalir por su calidad y capacidad para conformar tanto a los niños como a quienes los acompañan a la sala.
En esta edición el Baficito tiene varios ejes sobresalientes más allá de su selección central. El que llama la atención inmediatamente es el de espíritu “retro”, que se asienta en la proyección de tres clásicos: La historia sin fin (del aleman Wolfgang Petersen, 1984), Laberinto (del norteamericano Jim Henson, 1986, con David Bowie -foto- y Jennifer Connelly) y Contratiempo en las alturas. Las dos primeras, clásicos del cine infantojuvenil de los ochenta, son referencias culturales casi ineludibles para buena parte de los milennials y prácticamente no necesitan presentación pues sobrevivieron en la memoria colectiva gracias a reestrenos y emisiones televisivas de sábado por la tarde durante años. Contratiempo en las alturas, por otro lado, es una vieja cinta de Manuel García Ferré, pope de la animación nacional. Se trata de un cortometraje pocas veces exhibido dedicado a Pi-Pío, ese clásico delirante y circular (acaso su historieta más vanguardista) de la revista Anteojito. Ferré, fallecido hace ya un puñado de años, aún mantiene una legión de fundamentalistas ya entrados en años que lo veneran. Con seguridad, las tres películas verán sus funciones repletas de padres, tíos y abuelos que acercaron a sus niños al cine para compartir con ellos una antigua porción de magia.
Y puestos a hablar de magia, hay mucha en otro de los ejes del festival, el que tiene que ver con el hombre orquesta de la animación japonesa Makoto Shinkai. Shinaki es director, animador y actor de voz, y para algunos es el “nuevo (Hayao) Miyazaki”. Las cuatro películas que integran el foco permiten ver los puntos de coincidencia y las distancias con el fundador de los célebres estudios Ghibli. Esta ocasión se proyectarán The Place Promised In Our Early Years (El lugar prometido en nuestros primeros días, de 2004, que hizo despegar la carrera del director), 5 Centimeters per Second (5 centímetros por segundo, 2007), Children Who Chase Lost Voices (Niños que persiguen voces perdidas, 2011) y The Garden of Words (El jardín de las palabras, 2013). Todos sus films están recomendados para 14 años en adelante y conforman el bastión juvenil del Baficito.
El resto de la sección es una muestra de diversidad notable, un ejemplo de que hay muchos modos de hablarle (y encantarle) a un niño. Desde la animación tradicional de diseños simples de la sueca Bamse and the Witch’s Daughter hasta esa suerte de documental italiano I bambini sanno, que le ofrece la pantalla a 39 chicos para que, sencillamente, hablen de la vida. En el medio, la dulzura oriental del chanchito McDull (un viejo conocido del Baficito, que aquí busca el ascenso del cocinero de arroz), las adaptaciones literarias de Horacio Quiroga, cuentista (de la argentina Irene Blei), la aventura comiquero-videojueguil francesa de Dofus (livre 1) (con una animación implacable), la fantasía coreana en Kai, el stop-motion de La vida de calabacín (Francia/Suiza), o las siempres promisorias películas escandinavas, donde suelen destacar las libres aventuras noruegas representadas para la ocasión por Louis & Luca - La gran carrera del queso. En la lista tampoco falta una coproducción entre varios países como la absurda comedia de animales Una “cigüeña” en apuros, y la voz española con Teresa y Tim - la magia de la amistad.
Desde hace un par de ediciones, el Bafici incluye en su catálogo un indicio de para qué edades son apropiados estos films. No es indispensable seguir al pie de la letra esas sugerencias. Lo que sí es fundamental es que los adultos confíen en su capacidad para cautivar, aunque no hayan salido de las factorías seguras de Hollywood.