PáginaI12 En Gran Bretaña
Desde Londres
Con las encuestas a favor, con la Unión Europea en contra, la primera ministra Theresa May dio un inesperado volantazo y convocó a elecciones anticipadas para el 8 de junio. En una jugada política de alto riesgo May señaló que un nuevo mandato le permitiría llegar al acuerdo que necesita el Reino Unido para separarse de la Unión Europea. “En este momento, en que necesitamos unidad, hay división. El Laborismo ha amenazado con oponerse al acuerdo que logremos con Europa. Los liberal demócratas dicen que quieren paralizar la maquinaria gubernamental. Los nacionalistas escoceses que van a votar en contra de la legislación para salir de Europa. Miembros de la no electa Cámara de los Lores dicen que van a luchar contra nuestros planes. Si no tenemos una eleccion, peligrarán las negociaciones con la Unión Europea”, indicó May.
Lo curioso es que durante meses May no se cansó de decir exactamente lo contrario. Desde que el pasado junio sustituyó a David Cameron luego del referendo a favor del Brexit, May insistió en que no había ninguna necesidad de convocar a elecciones en un momento en el que el Reino Unido necesitaba estabilidad y continuidad. En su anuncio ayer May intentó justificar este giro de 180 grados. “He llegado a esta decisión a regañadientes, pero creo que lo precisamos para tener el fuerte liderazgo que necesita el país de cara al Brexit. Espero que mañana la Cámara de los Comunes apruebe esta convocatoria a elecciones y que todos presenten sus planes para el Brexit y para el gobierno para terminar así con la actual incertidumbre e inestabilidad”, dijo May.
En la sesión de la Cámara de los Comunes hoy May necesita las dos terceras partes de los votos parlamentarios. No parece que vaya a tener ningún problema para conseguir el apoyo de legisladores oficialistas y de la oposición. El principal partido de oposición, el laborismo, indicó que está listo para la campaña electoral y, según su líder, Jeremy Corbyn, “confiado de que nuestro mensaje demostrará al pueblo qué somos la alternativa que se necesita hoy”. Los liberal demócratas y los nacionalistas escoceses criticaron duramente a May, pero dejaron en claro que no se opondrán a esta anticipación de casi tres años del calendario electoral. Según la ley, los comicios debían de realizarse cumplidos los cinco años de mandato, es decir, en mayo de 2020.
May tiene a favor las encuestas que le han dado a los conservadores una sólida ventaja de casi 20 puntos sobre el laborismo en los últimos meses. La distancia es todavía más grande cuando se compara a las figuras de May y Corbyn: un 50% cree que la actual primera ministra es la persona idónea para el puesto en comparación con un magro 14% que se inclina por el líder laborista. En la Cámara, los conservadores tienen una estrecha mayoría de 17 escaños que, en más de una oportunidad, ha forzado al gobierno a concesiones que anticipaban un panorama complicado de cara a las negociaciones por la separación con la Unión Europea, el Brexit, activadas a fines de marzo.
Una victoria contundente el 8 de junio reforzaría el mandato de May de cara a las negociaciones con la UE. La primera ministra cuenta con un tercer as que se agrega a las encuestas y la pura necesidad aritmética parlamentaria: los laboristas están fatalmente divididos. Desde que fue electo como líder partidario en 2015, Corbyn ha tenido que enfrentar una creciente oposición de sus diputados (217 de los 232 preferirían otro líder) que llevó a una segunda elección partidaria en septiembre del año pasado. Con una espectacular victoria, Corbyn volvió a demostrar que cuenta con el respaldo mayoritario de los más de 500 mil miembros que tiene el laborismo, pero también que sigue muy resistido por el grueso de sus diputados.
En este contexto, la necesidad de un liderazgo fuerte que invocó May es un dardo al corazón de los laboristas. Al mismo tiempo, en una época tan imprevisible como la actual y con los sondeos tan desprestigiados luego de sus fracasos en todo el mundo (de Macri al Brexit y Trump), la decisión de la primera ministra tiene sus riesgos. El primero es que la campaña termine siendo una reedición del referendo del 23 de junio sobre Europa y se convierta para muchos en una manera de votar contra la actual estrategia europea del gobierno, el llamado “Hard Brexit” (separación dura de la UE).
En el referendo un 51,89% de los votantes eligieron el Brexit frente a un 48,11% que se inclinó por permanecer en la UE. En total más de 16 millones de británicos percibieron el Brexit como una virtual tragedia. Muchos son conservadores extremadamente críticos con el “Hard Brexit” que propone May. Uno de los grandes interrogantes es si entre estos Torys primará la lealtad partidaria o la vocación pro-europea.
En el caso del laborismo, Jeremy Corbyn ha dicho que respetará la voluntad expresada por el electorado con el Brexit, pero luchará para que la separación garantice y amplíe los derechos de los trabajadores y avance una política alternativa al neothatcherismo dominante. En términos de votos contantes y sonantes es difícil saber si esta aparente ecuanimidad respecto al referendo, aceptando su resultado pero con fuertes exigencias sobre el acuerdo con la UE, podrá seducir a pro o antieuropeos.
Los liberal demócratas son los que más pueden ganar de una reedición emocional de todos los argumentos que dividieron el año pasado al país por la mitad. Con solo 8 diputados después de una de las peores elecciones de su historia en 2015, el partido de Tim Farron ha apostado todo a la carta pro-europea que incluye la promesa de un nuevo referendo. Tercer interrogante, entonces: ¿se inclinarán los pro-europeos conservadores y laboristas por los liberal-demócratas para buscar una marcha atrás que mantenga al Reino Unido en el interior de la UE?
La apuesta de May es igualmente arriesgada en el caso de los Nacionalistas Escoceses del SNP. La líder del SNP, Nicola Sturgeon, se mostró confiada en que la convocatoria anticipada a elecciones era un gigantesco error político. “Nos da otra vez a los escoceses la posibilidad de rechazar la agenda estrecha y divisoria de los conservadores y reforzar el mandato de los escoceses para decidir sobre su propio futuro”, señaló. En marzo el parlamento escocés respaldó la iniciativa de Sturgeon para negociar con Londres la realización de un nuevo referendo sobre la independencia. Según el SNP, el que se realizó en 2014, está viciado porque se basó en la promesa de que la única manera de conservar a Escocia en la Unión Europea era rechazando su independencia del Reino Unido. Con el “No” está por ocurrir exactamente lo contrario.
Los escoceses arrasaron en las elecciones de 2015 y son hoy el tercer partido en el parlamento con 56 legisladores. Si llegan a mejorar esa histórica marca y si los conservadores pierden más terreno en una de las cuatro patas que forma el Reino Unido (Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte), se acelerará el proceso hacia una nueva consulta popular sobre la independencia que pondrá en entredicho la cada vez más precaria unión.
En gran medida mucho dependerá de qué tanto la campaña esté dominada por Europa en detrimento de temas como el Servicio Nacional de Salud, los salarios o el empleo. No es fácil imaginar una derrota de May en un país dividido, polarizado y que necesita un mando único para atravesar los dos o más años que tomen las negociaciones con el bloque europeo. Pero no es tan complicado imaginar que, en vez de ampliar su mayoría parlamentaria, la pierda. En el caso de Corbyn su liderazgo está en juego. Una fuerte derrota con una pérdida de decenas de parlamentarios sellaría su suerte. En una época de tantos resultados inesperados y tanta incertidumbre, las apuestas políticas se parecen cada vez más a la ruleta.