Es jueves al mediodía y el sol castiga con fuerza en el cementerio de Marcos Paz, en la provincia de Buenos Aires. Al entrar por la puerta principal se puede caminar hacia la derecha por un sendero interior que lleva a uno de los márgenes del lugar. Allí al fondo, en la penúltima columna de nichos descansa Braian Toledo. Una placa de madera con su foto y un mensaje de su familia, madre y hermanos lo recuerda. Acompañan dos floreros coloridos y un corazón que reza: “Cada momento de mi vida estás en mi pensamiento. No es fácil vivir sin vos”. El sol sigue golpeando y sólo restan horas para el viernes 26 de febrero, para que se cumpla el primer año de aquel trágico accidente de tránsito que conmocionó al país y que le costó la vida al joven atleta argentino.
"El día que él murió, esto era un mundo de gente y había más de 300 personas. Era tan jovencito, Dios mío... Era muy querido aquí", dice Blanca, una de las trabajadoras del cementerio municipal cuando se acerca al lugar en el que José Luis pinta a contrarreloj, pero con experimentada prolijidad, la fachada de la nueva bóveda en la que a partir de este viernes descansará Braian Toledo. Es que en el marco del primer año de su adiós, su cuerpo será trasladado a un lugar mejor.
José Luis dice que sólo le falta retocar el frente y algunos detalles en el interior. Habla desde el último peldaño de la escalera, mientras pinta de blanco los bordes de la bóveda que tiene una puerta de vidrio y un frente con ladrillos a la vista. Es una construcción de cuatro metros de altura y dos y medio de ancho. "Ayer estuve con otro compañero pegando la cerámica", dice en relación a las baldosas blancas y negras que decoran la vereda.
La tarde avanza y reina el silencio. Apenas se escucha un sonido ambiente de pájaros y chicharras y algún perro que ladra a lo lejos. Luego, por unas horas el protagonismo sonoro queda en manos de Gerardo y su compañero, encargados de cortar el pasto con sus máquinas nafteras. También se escucha a Blanca y a Dani, el sepulturero, que barren todo el lugar. Es que todo debe quedar impecable para las 9.30 del viernes.
"La mamá de Braian va a venir en un rato a limpiar y a ordenar las cosas", anuncia alguien y el ajuste de detalles continúa. José Luis ahora le pasa cetol a los ladrillos de la fachada, mientras espera para completar la segunda mano de pintura blanca en el interior. Tiene todo encaminado.
Richard llega en su camioneta por segunda vez en la tarde. Fue designado responsable de la obra a través del Municipio local. "El trabajo llevó tres semanas intensas, aunque en realidad era de dos, pero el clima no ayudó con las lluvias", cuenta sobre la adversidad climatológica que sacaron adelante para llegar a tiempo.
Cuando falta poco para las cinco de la tarde, un auto se estaciona cerca y de él desciende la familia de Braian: están Rosa, la mamá; Débora, la hermana, e Ignacio, el hermano. Están acompañados por Marcela, amiga de la familia. Saludan con cordialidad y luego de un momento se dirigen al espacio de Braian, ubicado a menos de cien metros de la nueva obra.
La familia suele llevar flores y si no puede ir en auto, lo hace en bicicleta. Pero ha buscado la manera de frecuentar y mantener cuidado el lugar a pesar de la pandemia. “Se llevan las cosas de Braian”, cuenta Rosa y Débora asiente con la cabeza. Es que más de una vez desaparecieron objetos dejados como recuerdos u ofrendas. Ellas dicen, de todas maneras, que no ven mala fe en esas acciones y entienden que las personas que lo visitan le encuentran un significado especial a los objetos por el hecho de ser de él.
"Quiero agradecer el cariño de la gente en todo este tiempo. Siempre estuvieron presentes con su afecto", dice Rosa, que camina con dificultad por una afección en su rodilla. Ignacio y Débora, siempre atentos a su madre, la acompañan llevando unas reposeras plegables para que no esté mucho tiempo parada. De hecho ahora, mientras habla con Página/12, está sentada y se expresa con absoluta amabilidad sobre un tema tan sensible como el adiós de Braian:
"Hubo un hombre que en este tiempo nos buscó y nos contactó. Dijo que había conocido la historia de Braian y que Braian le había hecho un milagro cuando él le hizo un pedido especial. Como agradecimiento por ese milagro, nos contactó para regalarnos el terreno donde se construyó la bóveda. Éste hombre pidió que no lo nombrara, pero pienso que la gente se debe enterar de esta donación y de quién lo hizo posible. Su nombre es José Latorre".
Con la donación como disparador, sumado a otras colaboraciones y sobre todo al trabajo del Municipio de Marcos Paz, la obra finalmente pudo hacerse posible. Braian Toledo, como lanzador de jabalina, fue tal vez el primer gran proyecto del Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo y Rosa cuenta -ante la consulta- que tanto el ENARD como el propio Comité Olímpico Argentino se han mantenido cerca de la familia. Y que además de algunas personalidades, también está agradecida con empresas que se han puesto a disposición de ella y de sus hijos, como lo hicieron Toyota, Gatorade y Weber.
Rosa se muestra íntegra y cuando habla busca el contacto visual con sus hijos. Débora e Ignacio están parados a su lado, la acompañan a cada instante. Le brindan esa conexión que parece apuntalarla. Pero el cambio en el tono de su voz y el detalle de ojos vidriosos en algunos pasajes dan muestra de su esencia. Sencilla y transparente como se muestra, hace una aclaración:
"Todos dicen que Braian murió el 27 de febrero y no es así. Él salió de casa a las 22.55 y se accidentó 23.02 del mismo 26. Está bueno aclarar esto", dice Rosa sobre la confusión que existe en relación a la fecha exacta del fallecimiento. Justamente la proximidad de ese día es la razón por la que Soledad, quien trabaja en el Municipio, pega en el frente de la bóveda las letras que conforman el nombre del joven atleta olímpico.
El cementerio donde descansa Braian está al sur de la estación de trenes de Marcos Paz y apenas al norte está la esquina que conforman las avenidas Dr. Marcos Paz (Ruta 40) y Buenos Aires, lugar en el que se encuentra el lomo de burro con el que se accidentó Braian Toledo un año atrás en su moto: está despintado, erosionado y rayado por el constante golpe de los autos. Casi media cuadra hacia adelante, perdura el vacío de las dos palmeras con las que impactó el atleta en el accidente. En el lugar se encuentra una figura realizada con metal por Fernando Sendra: tiene la forma del logo infinito que identificaba a Braian.
Ocho cuadras al este de la estación de trenes de Marcos Paz se encuentra la Escuela Primaria N°15, lugar en el que Braian estudió. En el frente que da a la calle Crucero General Belgrano, Sergio Escubilla pintó un mural con postales. Son dibujos que ilustran etapas de su vida, entre ellas los momentos de iniciación registrados a la vuelta de esa cuadra, en un terreno que ahora es la escuela de atletismo municipal.
"Aquí hemos trabajado con Braian con el pasto así de alto, luchábamos, pero la incomodidad hizo a su excelencia", dice Gustavo Osorio en el predio del Cefema y con la palma de su mano marca una altura por sobre la cintura. Él descubrió a Braian y en los inicios lo formó en todo eso que era un espacio prácticamente abandonado.
La noche cae en el cielo de Marcos Paz y en la escuela de atletismo, dos jóvenes practican lanzamiento de jabalina. Al lado, una adolescente y sus tres compañeros entrenan con bala y disco. Todos son guiados de cerca por Gustavo Osorio. “A Braian lo entrené para que sea un gran guerrero compitiendo”, recuerda el ‘Profe’ sobre su discípulo e interrumpe la charla para hacerle correcciones a quienes ahora persiguen un sueño con él. En la entrada del predio hay una foto de Braian Toledo. La noche cae y se percibe un aroma a futuro en el aire. En la ciudad hay un faro y un modelo que inspira.