La pandemia como escenario y en el ring dos pugilistas: el gobierno que trata de sacársela de encima y la oposición que lo obstaculiza, como si pensara que su adversario pagará un costo más alto cuanto más dure la enfermedad. En la platea, lo único que quiere la sociedad a esta altura es que se termine la epidemia. A pesar de las denuncias y la campaña amarillista de los medios promacristas, la sociedad inclinará su opinión hacia el que muestre más eficiencia para terminar la epidemia, para conseguir más vacunas y para vacunar con más rapidez.
La señora porteña de ruleros o el señor de Recoleta podrán decir que “los k” le están robando las vacunas, pero más allá de las posiciones extremas, la gran masa de ciudadanos que define las elecciones espera con mucha expectativa la llegada de las vacunas y sigue los arribos de las esperadas dosis como si fuera la tabla de posiciones del fútbol.
Las denuncias reales sobre algunas personas que fueron vacunadas por amiguismo, salteándose los turnos, fueron sobredimensionadas y agrandadas con mentiras por los medios hegemónicos y en las redes. Dijeron que se habían perdido tres mil vacunas, lo cual es una mentira, dando a entender que esa sería la cantidad de vacunados por acomodo. A esa mentira se le sumó la circulación de listas falsas que incluían a personas conocidas, como el actor Pablo Echarri o el productor de televisión Marcelo Tinelli.
Todos lo desmintieron, igual que el falso primo del gobernador Axel Kicillof que no es primo ni familiar y que fue vacunado porque es trabajador de la salud. El que hizo circular esta mentira fue un periodista de Clarín y algunos de sus colegas la viralizaron.
En ese ring, los contendientes asumen roles tradicionales. El oficialismo gobierna y trata de conseguir las vacunas. La oposición hace lo que en otras situaciones sería normal: oponerse. Lo viene haciendo desde que empezó la epidemia. Resultó grotesca la intervención de periodistas “racionales” para despreciar y desvalorizar la vacuna Sputnik V. Las principales autoridades nacionales y el gobernador Axel Kicillof tuvieron que vacunarse en público para despejar suspicacias y promover la vacunación. Si un sector importante no se vacuna, el virus permanece latente.
Esa campaña tuvo un impacto. Una encuesta que la consultora cordobesa Zuban hizo en enero, mostraba que el 30 por ciento de la población decía que no se vacunaría. Un mes después, en febrero, con el comienzo de la campaña de vacunación, esa cifra de antivacunas descendió al 16 por ciento, con el 14 por ciento de no sabe, no contesta. Y el 70 por ciento que está dispuesto a vacunarse. Las cifras positivas crecen con la vacunación. La opinión mayoritaria acompaña esa progresión.
Lo que es normal en otras situaciones no lo es con la plaga. La oposición cerrada puede convencer a la señora porteña de ruleros o al señor de Recoleta y nada más. Pero en vez de asumir una actitud de cooperación real con los esfuerzos del oficialismo, la otra variable opositora trata de presentar a través de los gobernadores del palo un modelo diferente de gestión de las vacunas.
Tanto en CABA como en Jujuy, la alternativa fue entregarles vacunas a las prepagas y las clínicas privadas frente a la inmensa movilización de recursos de la salud pública que puso en funcionamiento la provincia de Buenos Aires. En Jujuy hubo tantos acomodados en las clínicas que el gobernador Gerardo Morales trató de tomar distancia del escándalo y prometió que los iba a investigar. En CABA, cuando las vacunas entran poco a poco, la vacunación en las prepagas se convierte en una vacunación VIP. Con el agregado de que en CABA no se cumplió la escala de prioridades y en vez de vacunar a los docentes, lo hicieron con los profesionales particulares de la salud que no trabajan en clínicas u hospitales, como los psicólogos que atienden en consultorios o por zoom.
Horacio Rodríguez Larreta quiso mostrarse como el adalid de las clases presenciales y las comenzó una quincena antes que los demás, sin tomar las precauciones sanitarias que le reclamaron los docentes. Desde que empezaron las clases se aislaron 88 burbujas en el ámbito educativo y hubo 304 contagios entre docentes y no docentes. A lo que se sumó la postergación de la vacunación a docentes.
Desde que empezó la campaña, entre primera y segunda dosis, en CABA se aplicaron 75 mil vacunas contra 380 mil en la provincia de Buenos Aires, que comenzará las clases en marzo, según el calendario tradicional, pero ya empezó una campaña de vacunación a los docentes, que se hará con la vacuna Sinopharm, de China.
Tanto en el distrito bonaerense como en el porteño, no se ha terminado de vacunar al personal estratégico de salud. En provincia se vacunó al 60 por ciento, en tanto que en la ciudad, al 40 por ciento. Pero en la ciudad están vacunando a mayores de 80 años y en la provincia lo hacen con la cota más baja, a mayores de 70 años.
Pero el punto menos presentable en la CABA fue la caída de la página de las inscripciones porque la abrieron pocas horas antes de empezar a vacunar, y colapsó por la cantidad de entradas simultáneas. En la provincia de Buenos Aires la inscripción empezó en diciembre y los turnos se otorgaron a los anotados según fueron llegando las vacunas.
En un distrito que tiene más de cinco veces la población de la CABA, la organización tendría que haber sido más complicada y vulnerable. Sin embargo nunca quedó fuera de circulación la página de inscripción y la vacunación se va desarrollando sin desprolijidades.
El fenómeno que se produce en los vacunatorios es un síntoma que la oposición no termina de dar cuenta. Los vacunados festejan como si les dieron elixir de la juventud. Se fotografían, abrazan al personal de salud y aplauden a los que esperan. Se retiran con una enorme tranquilidad, aunque se trate de la primera dosis y sepan que deben mantener las precauciones.
Muchas de esas ceremonias se pueden ver en las redes, donde se cuelgan las imágenes en el momento de ser vacunados. La presión que se acumuló en las personas durante todo este año de pandemia encuentra una válvula de escape segura en la vacuna y se convierte en el principal tema de preocupación.
“Obligado por el escándalo, el gobierno acota al personal estratégico que tendrá prioridad para vacunarse”, tituló Clarín porque en realidad, gran parte de los que figuraron en la famosa lista de los 70 acomodados era personal estratégico, como los titulares de las comisiones de relaciones exteriores del Congreso, el ministro de Economía, Martín Guzmán, el canciller Felipe Solá y varios más que están incluidos en la lógica de una vacunación prioritaria.
La resolución ministerial incluye la organización de un observatorio, en el que también participarán dirigentes de la oposición, para seguir el proceso de vacunación. El mismo día que se conoció esta decisión, la flamante ministra Carla Vizzotti dio positivo en el análisis que debía hacerse para concurrir al Congreso. Si quedaban dudas sobre la necesidad de que funcionarios de primera línea se vacunaran, la respuesta más contundente ha sido el contagio de quien encabeza la lucha contra la pandemia. Más allá de las denuncias cruzadas y de la puja política, la expectativa principal de la sociedad está puesta en el proceso vacunatorio. Es al revés de lo que piensan muchos analistas. Por encima de todas las derivaciones y campaña mediáticas, será la eficacia y rapidez con que se gestione la vacuna la que decida la puja política. Pronto llegarán millones de nuevas dosis de la Sputnik.