“Se prevé que Brasil deje atrás una de las recesiones más profundas, gracias a un crecimiento previsto de 0,2 por ciento en 2017 y del 1,7 por ciento en 2018”, señaló ayer el FMI en su informe. Más allá del optimismo del Fondo, la proyección para este año representa una merma de 0,3 punto porcentual aunque una suba de 0,2 punto para 2018. “La inflación sigue sorprendiendo por su bajo nivel, lo cual aviva las perspectivas de aceleración de la expansión monetaria. Se prevé que el crecimiento se recupere gradualmente y se mantenga moderado. Con este telón de fondo, las perspectivas macroeconómicas de Brasil están supeditadas a la implementación de ambiciosas reformas estructurales de carácter económico y fiscal. Para sustentar la consolidación fiscal a mediano plazo, es preciso centrarse en reformas que aborden las obligaciones de gasto insostenibles, entre otros en el sistema de seguridad social”, detalla el Fondo. En otras palabras, la receta del organismo para que Brasil vuelva a la senda del crecimiento es la profundización del ajuste fiscal que comenzó a aplicar la ex presidenta Dilma Rousseff y que profundizó el actual mandatario Michel Temer.
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