En el año 1953, Stephen Toulmin publicó “Filosofía de la ciencia”, un título general pero que atesora una línea fundamental de análisis: la responsabilidad del científico y de quien comunica su quehacer. Un enunciado del libro resume la idea: “Hasta una llave de verdad resulta poco útil si no sabemos a qué cuartos nos permitirá el acceso. Y no tiene ningún sentido que se diga que (Albert) Einstein ha descubierto la metafórica ‘Llave del universo’ si no se nos dice también a qué equivale abrir una puerta con esta llave”.
En los últimos meses, el recorte al CONICET situó a la ciencia en la agenda mediática nacional. Debates en torno a la ciencia útil vs ciencia inútil o exactas vs humanas fueron algunos de los tópicos que se (re)instalaron en la opinión pública. Al mismo tiempo que los medios abrían esa puerta se encargaban de blindar otra: su compromiso a la hora de vincular a la opinión pública con la cultura científica.
Para indagar en este aspecto resulta oportuno comprender la lógica mediática y analizar su práctica. Por ejemplo, a finales de febrero tuvo un lugar destacado en los medios el descubrimiento de la NASA del nuevo sistema solar en torno a la estrella Trappist-1, y esto sirvió para que se enunciaran múltiples conjeturas sobre la posibilidad de albergar vida en estos exoplanetas. Entonces, se brindó la información proveniente de una fuente científica pero su tratamiento se limitó a la mera enunciación.
Siguiendo esta línea, otorgar un espacio a un tema científico sin un contexto explicativo parece suficiente para que los medios argentinos consoliden la triada ciencia, comunicación y ciudadanía. Sin embargo, merece la pena volver a Toulmin, quien antes de hacerse popular entre los comunicadores por su modelo argumentativo, facilitó un razonamiento que invalida dicha lógica mediática. “Si al hombre se le dice solamente que la materia consiste en partículas disgregadas, o que el calor es una forma de movimiento, o que el universo se expande, nada se le está diciendo, o menos que nada”, afirmó Toulmin hace 64 años. Además,sostenía la necesidad de buscar el camino de la compresión que sólo se encuentra dando un marco de referencia al tema científico: el modelo atómico para interpretar la materia, el cinético para los fenómenos termales o el esférico para el universo.
Sin un contexto, la comunicación de hechos científicos parece llevarnos un callejón sin salida. Nos encontramos en un lugar sombrío, pero hay callejones más peligrosos. Uno de ellos lo transitó el diario La Nación el 17 de marzo cuando publicó una nota titulada “Vacuna del HPV: asociaciones de víctimas en distintos países denuncian efectos adversos”. El artículo periodístico contaba con testimonios de médicos, familias y asociaciones de pacientes que alertaban sobre la seguridad de la vacuna contra el HPV.
Se puede inferir que el medio asumía su responsabilidad e intentaba equilibrar el tema al incluir en un párrafo esta idea: “Si bien la Organización Mundial de la Salud avala las políticas sanitarias que apuntan a la vacunación masiva de niños y niñas distintas asociaciones, no necesariamente antivacunas, se pronuncian contra la obligatoriedad de la medida”. Pero,sólo la construcción de la frase torna ostensible la postura: el “si bien X, preferible Y”.
El presunto riesgo de la vacuna se instaló en la agenda mediática y tuvo sus repercusiones. El medio dio el derecho a réplica a la Sociedad Argentina de Infectología y a la Fundación Huésped, quienes defendieron la política de vacunación en nuestro país y la consideraron “una de las medidas de salud pública más costo-efectivas”, al mismo nivel que el acceso al agua potable.
Cabe enfatizar que el tratamiento errado de una información científica puede acarrear, en el menor de los casos, indiferencia, y en el peor, confusión en la sociedad. Pero cuando se abordan temas de salud pública no es ético generar desconcierto, máxime cuando la Argentina tuvo en los ‘80 un hito mediático sobre el tratamiento irresponsable del conocimiento científico: la Crotoxina. En ese acontecimiento se pudo distinguir cómo se manejó de forma imprudente un asunto inherente a la salud, pues se propagó la noción de que este componente, proveniente del veneno de la serpiente cascabel, curaría el cáncer.
En suma, la información científica circula; sin embargo: ¿se busca que la sociedad argentina se vincule con el conocimiento científico? La respuesta queda pendiente. También resulta incompleto un análisis sin poner la llave en la representación del modelo del déficit que reproducen los medios, ya que no ocultan los grados de separación entre las instancias experto-lego. Pero esa es otra puerta y requiere otras herramientas.
* Magister en Comunicación, UNLZ.