“La derecha y su obsesión con la muerte”, acertó en un tuit la legisladora Victoria Montenegro, al compartir la imagen de mayor pregnancia surgida en esta convocatoria opositora. La de las bolsas de polietileno negras, simulando mortajas, y en cada una el nombre de un referente de Derechos Humanos o del gobierno nacional. Esa figura simbólica estampó en la tarde del sábado un imaginario político donde se referencia la convocatoria de Juntos por el Cambio. En una jornada que fue cobrando violencia según avanzaba, desde la calma de la tarde al insulto sostenido frente a la Casa de Gobierno cuando la concentración, al caer la noche, se daba por finalizada.
Desde la media tarde, a la Plaza de Mayo llega gente con banderas argentinas. Llegan convocados a través de las redes sociales para manifestarse “contra la vacunación vip”, dicen los carteles. La consigna se extiende a la “corrupción K”, y suma reclamos como “Fernández, los jubilados no comemos con 20.000 pesos”, “Asco moral”, “Bergoglio dejá de operar”, “Velorio de Maradona sí, Escuelas abiertas no”.
No hay niños en la Plaza. Hay mujeres y hombres de mediana edad, y personas mayores. Muchas mujeres usan tapabocas de animal print y coquetos sombreros para el sol. Ellos van de pantalón bermuda y zapatillas caras. También hay clase media, pauperizada. Y unos cuantos jóvenes. Se sacan fotos en grupos. Son del Partido Libertario: “Propiedad, libertad y vida” dice la bandera sobre las rejas de la Pirámide de Mayo.
En ese entorno renace un “tachín tachín” ya conocido: el de las cacerolas. Hay cacerolas de acero y latas de conservas sin etiqueta. Un joven trae un bidón de agua que bate con un trozo de manguera. A las 17, ese sonido se suma al aplauso frente a la Casa Rosada. No es de celebración. Es el “clap, clap” sostenido del reclamo. Lo acompañan las bocinas de los coches que rodean la Plaza, en esas calles hay transito demorado. Los conductores sacan banderas por las ventanillas, y sacan fotos. Algunos se suben al techo de los autos para tomar fotos panorámicas, desde la altura, hacia la plaza.
“Con la democracia se come, se educa, se cura. Con los K no”, dice el cartel de un joven sentado en las escalinatas de la Catedral. Conversa con una mujer que le dice: “Vamos camino a Venezuela, ¡claro!” La tarde avanza y, en la Plaza, Jorge, que vende libros, explica con amplia sonrisa: “Ya vendí, si tenemos una onda increíble acá…”. En la mesa portátil hay textos de Truman Capote, de Ariel Dorfman, libros usados. “Vendí una historia de San Martín, otro de José Ingenieros y uno de Gaturro”, detalla a Página/12. “Y el de Cipriano Reyes ‘La farsa del peronismo’”, agrega. No usa barbijo Jorge. Le da calor, no puede respirar dice. “También creo que ya lo tuve, y es un virus con una letalidad baja” añade sobre el coronavirus, serio, como quien sabe de qué habla, a conciencia.
La gente camina con calma pero hay tensión. Las miradas parecen auscultar la escena. Llegan a frente a Casa de Gobierno y aplauden, y sacan fotos a las bolsas de polietileno negro que ahora cuelgan de las rejas que dan a la Rosada. Foto y aplauso, y arenga, el ritual que con el correr de la tarde va a tornarse violento.
“La forma de manifestarse en democracia no puede ser exhibir frente a la Casa Rosada bolsas mortuorias con nombres de dirigentes políticos” contesta rápidamente el presidente Alberto Fernández, al compartir por twitter esas imágenes. “No callemos ante semejante acto de barbarie”, enfatiza Fernández.
Unas tres mil personas han transitado la plaza hasta las 19 horas. “Muchos no vinieron porque se quedaron en la pileta, pero si nos quedamos en la pileta nos pasan por arriba” reclama Baby Etchecopar, que pide: “¡que nos devuelva las vacunas!”. Mauricio Macri eligió el twitter para adherir a los argentinos que se movilizan "demostrando que no van a permitir los abusos del gobierno”. Mientras, los referentes opositores que llegan a la concentración aportan su parte: Patricia Bullrich, Martín Lousteau, Hernán Lombardi, Cristian Ritondo, Fernando Iglesias. “Estamos decididos a ir contra la indicación de que se lleve las vacunas la oligarquía kirchnerista", puntualiza Bullrich.
Del otro lado de la plaza, frente al Cabildo, frente a los móviles periodísticos y la custodia de la Policía de la Ciudad, un “militante K” discute con la gente movilizada. “Para él la inseguridad no existe y encima, lo tenemos que cuidar nosotros”, se queja a éste diario, un agente de esa fuerza, mirándolo. Entre los que discuten, una vecina dice: “Todo pura sanata, sanata para la vacuna, sanata para todo, si estamos fundidos, estamos refundidos”, se queja. Habla de la economía del país. Es empleada doméstica y está enojada porque “no hubo un registro de vacunas, y nunca nos dijeron qué vacuna era, y qué nos estamos poniendo”, se molesta.
Alejandro es profesor de historia. Admite que “dentro de todo" le parece bien este gobierno pero “con esto de la vacuna no puedo quedarme en casa”, marca. Sobre la contradicción que se plantea frente al reclamo por “las vacunas vip”, por quienes hasta hace poco estaban “contra la vacuna”, Alejandro duda. Luego contesta: “Es que al principio la Sputnik venía flojita de papeles, por eso no la gente no la quería. Pero eso me parece a mí, yo no tengo la verdad" concluye.