El primer lunes de marzo de 1996 Carlos Menem llegó a la provincia de Salta para dar inicio nacional al ciclo lectivo. La cita fue en la escuela 160 Vicente de Uriburu de la ciudad de Tartagal. En un contexto local y nacional de creciente convulsión relacionada a las privatizaciones masivas de los servicios públicos, el presidente arribaba al norte salteño.
Juan Nieva, ex trabajador de YPF, estuvo en aquel acto: “Jamás fue bienvenida la visita de Carlos Menem al norte. Todas las veces que vino estuvimos siempre repudiando la privatización de la empresa. El objetivo era hacer sentir que para nosotros este tipo era un vendepatria. Los trabajadores siempre estuvimos alerta”. El ypefiano cuenta que fueron al acto con carteles que repudiaban la privatización de YPF.
La escuela se vestía de gala para la visita y la escena reunía a cientos de alumnos y docentes que permanecían sentados con impolutos guardapolvos blancos. Niños con banderas de ceremonia que miraban, estoicamente de pie, junto a gauchos de la zona y algunos curiosos que en los alrededores se asomaban para ver el espectáculo.
Ante ese auditorio el presidente inició un discurso que iba a pasar a la historia. En una extraña elipsis argumental, Menem comenzó a citar un proyecto que al parecer solucionaría el futuro de las nuevas generaciones: "Dentro de poco tiempo se va a licitar un sistema de vuelos espaciales mediante el cual desde una plataforma, que quizá se instale en Córdoba, esas naves van a salir de la atmósfera, se van a remontar a la estratósfera, y desde ahí elegirán el lugar donde quieran ir, de tal forma que en una hora y media podremos estar en Japón, Corea o en cualquier parte del mundo“.
Gustavo Tilca es tartagalense, docente y actualmente delegado de Autoconvocados del departamento San Martín. Por aquellos días se encontraba dando clases en el pueblo de Aguaray, distante 30 kilómetros de Tartagal, y recuerda perfectamente aquellos momentos: “La frase ha quedado en la historia, decía que podíamos trabajar en la China y venir a almorzar en Tartagal”. “Ese discurso causó burlas, chistes en el pueblo”.
Para 1996 Vanesa Sánchez, nacida en Tartagal, estaba pronta a recibirse de periodista, profesión que ejerce hasta la fecha. “Para los tartagalenses esa frase es un ícono de lo que nunca se realizó (…), es como la broma del siglo, porque cada vez que tenemos que mencionar una situación que nos desagrada o que nos molesta, decimos 'es como el anuncio de Menem en la escuela Uriburu'. Está en el imaginario”, cuenta.
Menos de un año atrás, Menem había obtenido un 49,94% en las elecciones que le darian su planificada reelección, así como también el consenso necesario para seguir profundizando las medidas neoliberales, tanto en el plano económico, como en el educativo. En este ámbito serían centrales la Ley Federal de Educación, que modificó drásticamente la estructura del sistema educativo, así como la Ley de Transferencia de los servicios educativos de la Nación a las provincias. Ambas presentadas como el aggiornamiento necesario para el siglo XXI, no hicieron mas que ahondar en las desigualdades preexistentes.
“Menem era como un personaje que tenía soltura y liviandad para decir las cosas, y esto se lo daba la relación con los medios. Tenía mucho manejo del medio, en cierta forma no tenía miedo de lo que decía”, algo que se vio reflejado en el poco cuestionamiento de los medios provinciales y nacionales el día posterior del polémico discurso, señala Sánchez. "En ese momento Menem tenía una buena relación con los medios. Después del 96 las cosas se complicaron mucho y ya no tenía esa relación tan amigable, empezó la parte crítica”.
Un vaso que rebalsa
En medio de este escenario, el discurso de la estratósfera fue la gota que rebalsó el vaso de la indignación. En uno de los distritos más castigados del país, la promesa en nombre del futuro eran vuelos interespaciales que podrían conectar Argentina con Japón o Corea. Esta frase icónica que marcó una época, mostró cabalmente la desconexión del arco político de gobierno con la realidad social.
Tilca recuerda el sentir popular de aquellos días: “Siempre tenemos presente que él destruyó YPF y la economía nacional, y gracias a eso surgieron los primeros piquetes que salieron de acá, del norte (…), aquí quedó un tendal, la gente sin trabajo sale a luchar, a cortar la ruta. En esos cortes participaba todo el pueblo”.
El escenario era desesperante, las familias que habían recibido una indemnización por los años trabajados en la empresa, ya habían consumido el dinero que apenas sirvió para comprar un auto o ponerse un negocio que en poco tiempo no pudo sostenerse.
Para mayo de 1997 la situación era insostenible. “Luego explotó por todos lados. Fue una gran pueblada en esos momentos. Hoy se han sectorizado los cortes de ruta, en ese momento fue toda la gente que se manifestó. Fue mostrar ese desagrado por lo que estábamos pasando, porque estábamos tocando fondo. Estaban todas las patas de la economía de Tartagal en el corte de ruta. Desde el obrero que pone el ladrillo hasta el que contrata. Estaban todos”, relata Sánchez.
En un ciclo que comenzaba a desbarrancarse, Carlos Menem convirtió en un polvorín el norte del país, con muertos sobre la ruta y apenas unos pocos planes sociales para contrarrestar el gran hueco dejado por el cierre de YPF.
Como una premonición, la tristemente célebre frase de Menem en Tartagal aquel marzo de 1996, fue el comienzo de la debacle del país que finalizará el ciclo en los estallidos del 19 y 20 de diciembre de 2001.
“Sinceramente, cuando él murió no lo sentí, entregó el país”, remata Tilca.
El norte del país, y en especial el norte salteño, no puede reponerse aún de aquellas grandes deudas sociales que dejaron las políticas neolibrales de los años 90.