Hay muchas interpretaciones de lo sucedido en las últimas décadas de la historia política brasileña. Pero casi ninguna toca el mecanismo fundamental, que explica el comportamiento de la derecha brasileña y, al mismo tiempo, la fuerza de la izquierda brasileña.
¿Quién puede imaginarse la historia política brasileña de las últimas décadas si no existieran Lula y PT? Sería imposible imaginar tanto los grandes avances de los gobiernos del PT, como la reacción de la derecha, antes y después de esos gobiernos.
Si el fantasma del PT y Lula se fraguaba en la cabeza de la derecha brasileña, que comenzaba a quitarle el sueño, fue en las elecciones de 1989 que se consolidó este mecanismo. A medida que se agotaba el proceso de transición democrática, liderado por el MDB y el gobierno de Sarney, los candidatos a la presidencia vinculados a este proceso -Ulysses Guimaraes, Mario Covas, Aureliano Chaves, entre otros- tenían un pésimo desempeño.
La disputa en la segunda vuelta se proyectó entre Fernando Collor, por el lado de derecha, y Lula (con un margen muy escueto sobre Brizola) por el izquierda. Brizula –como se decía en aquel momento-, asustaba a la derecha, que se decantó por Collor.
Pero la segunda vuelta de esos comicios entre Collor y Lula, se decidió a favor de aquél por la maniobra en la edición de Globo del debate final que perjudicó al líder izquierdista. Aunque Collor ganó por una pequeña diferencia, fue un gran susto del que la derecha nunca logrará recuperarse. A partir de ese momento, la derecha siempre tuvo como criterio de sus posiciones la búsqueda de caminos que intentaran impedir la victoria del PT.
Tras resultar un fracaso la opción de Collor --duró menos de dos años en el gobierno-, devino la reflexión de Roberto Marinho (dueño de Globo): “Era el último que teníamos de nuestro lado. Ahora tenemos que buscar a alguien del otro lado". De ahí surgió la opción de Fernando Henrique Cardoso, en principio ubicada en el campo de la izquierda moderada, socialdemócrata, para continuar el modelo neoliberal iniciado por Collor.
Cardoso fue el refugio de la derecha ante el riesgo de que el PT ganara la presidencia de Brasil. Lo cual no costó mucho, dado que él, imitando a la socialdemocracia europea, incorporó el modelo económico neoliberal.
Cuando se agotó esta política, sucedió lo que más temía la derecha: la posición del PT de que el problema fundamental de Brasil no es la inflación, sino las desigualdades, se impuso y Lula fue elegido en 2002. Mario Amato, entonces presidente de Fiesp, ya había hecho la amenaza. en 1989, que si Lula ganaba, 80 mil empresarios huirían de Brasil.
La derecha intentó crear un clima de catástrofe para el gobierno de Lula. Como creían en el Consenso de Washington y en un pensamiento único, asumieron que un gobierno que no favoreciera el ajuste fiscal sería un desastre para Brasil y pronto el PSDB volvería a ganar las elecciones presidenciales.
Pero para su sorpresa, los gobiernos del PT favorecieron las políticas sociales, lograron reducir significativamente las desigualdades sociales, hacer crecer nuevamente la economía y distribuir los ingresos. Sin desequilibrar las cuentas públicas y sin inflación.
Este éxito es fatal para la derecha, contradice todos sus dogmas. A partir de entonces, más que nunca y definitivamente toma esta postura: Todo, menos el PT. Más aún que intentaron derrotar al PT con todo tipo de candidatos del PSDB - Serra (dos veces), Alckmin, Aécio - y perdieron.
Entonces se dieron cuenta de que, en condiciones democráticas, no podrían derrotar al PT. Y apelaron al golpe de 2016 y a la estrategia de lawfare, para judicializar la política, para sacar a Dilma del gobierno, a Lula de la disputa presidencial y a Haddad de la presidencia, mediante maniobras antidemocráticas. De esta forma, la derecha confirma que apela a Bolsonaro porque es el único candidato que encuentra para su maniobra de evitar una disputa democrática. Sabe que no es liberal, ni populista, que es un aventurero que busca poder como sea.
La historia brasileña de las últimas décadas se explica por el éxito de los gobiernos del PT y los fantasmas que representan para la derecha, que acepta todo, menos al PT.