Dale, lesbiana. ¿No sería lindo que una mañana dominguera ella estuviese en tu cocina, recién levantada y con el pelo suelto? Tostando un pan y exprimiendo naranjas. La mirarías desde la cama de tu monoambiente en el año de la pandemia. Ella se daría vuelta y te diría: “Sin victoria no hay lucha”, y vos te acordarías que Lucha ama Victoria. Si Evita viviera es una antología de poesía lesboperonista que sale a dar vueltas por el mundo el próximo 7 de marzo en el Día de la Visibilidad Lésbica. Una intersección entre lesbianismo y peronismo dice su compiladora, Gabriela Borrelli Azara, un lugar de muchos en donde comienza una fiesta, ese ritual que transpira jolgorio pero donde la sangre derramada pesa a los cuerpos. También pesan los poemas de estas once peronchas tortilleras -y una trava invitada- en la balanza entre lo que se ve y lo que está invisibilizado.
“Tan indomable/ que nunca pudieron/ni cuando robaron tu cádaver./ No sabían/ que tu cuerpo/ se volvió/ las manos de los obreros/ el corazón de los desdichados/ el ritmo de los bombos/ el brillo de las maricas/ la bravura de las mujeres/los besos de las lebianas”. Por ahí va este sinuoso camino en donde los escenarios van desde la Plaza de Mayo hasta la Luna; en donde alguien busca en qué lugar perdió la inocencia Magdalena Alvarez de Seminario, constructora del Partido Peronista Femenino en el impenetrable Chaco. Por estos versos no falta el romance porno-político al quitarse la remera empapada que dice: “Si Evita viviera, sería tortillera”. ¿Crearía lesbiátricos y sancionaría leyes de reparación histórica para cada uno de los orgasmos truncados por la moral sexual represiva que custodia la heteronorma? Así lo dice Rocio Feltrez en la contratapa, pero no en forma de pregunta. Lo afirma en este condicional que como el hilo que pasa por los distintos engranajes de la máquina de coser, permanece en movimiento hasta llegar a la puntada principal: la fuga. De la lengua oficial, de la heterosexualidad, del mismísimo peronismo, poniéndole por delante o ¿aplastándolo un poco? el prefijo inventado “lesbo”.
“Se cocía antes, sí que se bordaba/ sobre todo la obediencia/ cuando Evita, la bastarda/ des bor dó repartiendo/ más que el poder de la costura/ tanto más que el poder de la trinchera;/ el de la mirada propia/ lo único que le puede ser propio/ a un ser humano/ la entregó gratis y es un misterio”, se lee en esta cantera que bien podría ser un inventario de derroteros de peronchas que cogen con Cristina hablando de fondo, que están en el partido o que juegan partidos, que alientan santuarios de estampitas a la que llaman Santa, Santa Capitana. Y le preguntan, porque ya dentro del juego, las peronchas van al hueso. Le preguntan “¿Tuviste miedo? “No me rindo/ yo intento/ mirar directo a los ojos/ preguntar por todos los pronombres/ no quebrarme por costumbre".
Y si el condicional saliera de la antología y fuera a rondar por ahí no encontraría para completarse una rima que le calce tan bien como “tortillera”, un pequeño sorbo de justicia para todas las veces que las lebianas no calzaron, que se murieron en la calle tiradas como Alicia Caf o a balazos como la Pepa Gaitán. Para ellas, un poema, la lucha y la memoria siempre va a estar bien.
Lesboperonistas: Sofía Arriola, Carolina Balderrama, Eugenia del Carmen, Anto (Toto) Diez, Lia Ghara, Mariana Komiseroff, Mariela Sánchez, Poshitsa, Suzy Qiú, Victoria Zerdá y Morena García. Ilustración de Laura Thomson.
Si Evita viviera. Antología de poesía lesboperonista, editada por Puntos Suspensivos.