El título del documental Billie Eilish: The World’s a Little Blurry, dedicado a la reconocida estrella adolescente de la música –que no es necesariamente sinónimo de estrella de la música adolescente: aquí el orden de los factores sí altera el producto–, señala la cualidad borrosa del mundo que nos rodea cuando este es observado a partir de la propia subjetividad. Imagen ideal para representar el universo creativo de Eilish, quien en 2016, con apenas quince años, presentó el single “Ocean Eyes” y, de allí en más, tomó por asalto la usualmente anquilosada industria discográfica, en particular luego del lanzamiento de su álbum debut When We All Fall Asleep, Where Do We Go? Más allá de tratarse de la artista más joven en ganar un Grammy al Mejor Disco, las canciones de Eilish, usualmente compuestas junto a su hermano mayor y productor Finneas O'Connell, se encuentran a años luz de las melodías prefabricadas para el consumo masivo e inmediato. Ni hablar de las letras, capaces de convocar los dolores y padecimientos más profundos y duraderos, tanto los emocionales como los físicos. El largometraje dirigido por el documentalista R. J. Cutler –productor de la legendaria The War Room (1983), de D.A. Pennebaker y Chris Hegedus, y realizador de la reciente Belushi, centrada en la vida y obra del célebre comediante–, está disponible en la plataforma Apple TV+ desde hace algunos días.

“Mi primera impresión sobre Billie fue la de una persona muy cool, muy real. ¡Y una niña! ¡Una niña muy real! Nuestro primer encuentro fue en el patio trasero de su casa, que es la casa de sus padres en el barrio californiano de Highland Park donde nació y creció”, afirma Cutler en comunicación con Página/12 desde los Estados Unidos, antes de aclarar que la idea de documentar la vida cotidiana, el proceso creativo y la relación de Eilish con los fans no fue suya, sino que fue contactado “para reunirme con ella y discutir la posibilidad de hacer la película. De inmediato me resultó evidente el hecho de que esta joven era una artista extraordinaria. Y que había logrado tocar emocionalmente a mucha gente a una edad tan temprana. La posibilidad de contar una historia que fuera, al mismo tiempo, el retrato de una artista y un relato de crecimiento, me resultó apasionante”. 

The World’s a Little Blurry está construida a partir del jugoso material de archivo hogareño de la familia de Eilish y aquellas imágenes y sonidos que el propio realizador capturó a lo largo de poco más de un año junto a la artista, su familia y colaboradores y, más allá de su carácter “oficial”, nunca cae en la adoración ciega o la descripción sin dobleces de famas y oropeles. Por el contrario, las dudas, tropezones y caídas forman parte del viaje emocional y musical que propone el film.

-En cierto momento de la película, en plena gira europea, Eilish describe un ataque de tics que está sufriendo como consecuencia del síndrome de Tourette. ¿Cómo fue el acceso a la intimidad de la protagonista y su entorno? ¿Existieron limitaciones de alguna clase?

-En la primera conversación que mantuve con Billie charlamos precisamente sobre cómo sería mi abordaje: como documentalistas “observacionales”, siempre tratamos de ver el mundo de la manera más clara posible, de seguir las cosas que están ocurriendo. Durante el rodaje éramos apenas tres en el equipo, a veces sólo dos. Sin luces ni cables ni entrevistas a cámara, intentando todo el tiempo no alterar lo que estaba ocurriendo. Y eso fue todo, además de la intención de que yo tuviera el corte final del film. Esa fue una condición indispensable, ya que si íbamos a trabajar durante dos años –un año de rodaje intenso y casi otro de montaje– el resultado debía ser algo que la gente se tomara seriamente. ¿Quién querría ver un documental sobre un músico en el cual es el mánager el que decide el montaje final? Así que eso fue algo que nunca estuvo en discusión. No hubo otra charla sobre qué se podía filmar o cuál material podía quedar en la película y cual no. A pesar de eso, el sujeto siempre tiene un gran control, porque un día tal vez no se siente bien con nuestra presencia y entonces nos pide si podemos volver al día siguiente. Eso es algo que todo documentalista debe respetar y me animaría a decir que puede ser usado en beneficio de la película.

-¿Por qué decidió incorporar las películas hogareñas de la familia en el montaje y darles tanta preponderancia?

-Es algo que se sentía como un desafío pero que estaba lleno de oportunidades. Las películas caseras logran ponerte en el cuarto de Billie cuando ella y su hermano están gestando el disco, te meten literalmente en la cocina, con los padres discutiendo cuestiones ligadas a la autenticidad de las canciones y qué pasa cuando intenta “construirse” un hit musical. Esas imágenes son también las que permiten conocer a Billie como una joven bailarina. Es un material bruto que intentamos combinar con el resto del metraje y utilizarlo como algo que empuja la narración y, al mismo tiempo, descubre aspectos poco conocidos de la protagonista.

-Una de las cuestiones de fondo del relato, más allá de la historia personal, es el tema de qué ocurre cuando alguien tan joven ingresa a una industria poblada por adultos con muchas expectativas. ¿Tiene alguna reflexión al respecto?

-No, realmente. Debo decir que sólo fui un observador; lo único que hice fue filmar material. Lo increíble es todo lo que ella cambia en el transcurso de la película, a lo largo de dos horas y veinte minutos. Hay que tener en cuenta que se trata de un período real de dos años, en una edad en la cual todo cambia. Se trata de Billie Eilish, es cierto, pero cualquier adolescente cambia radicalmente entre los dieciséis y los dieciocho. Hay cambios épicos, míticos. La película intenta hablar precisamente sobre eso: la chica adolescente y la estrella de la música. En el fondo es un viaje de un punto hacia otro. Y, en su caso, el destino es algo así como la idea de que la vida vale la pena, una mezcla de lo simple y lo épico. Si hay algo que puede aprenderse de ella es que se trata de una artista que habla con mucho coraje y con la verdad. No importa cuán dolorosa sea esa verdad. Es bueno que, al ver la película, pueda advertirse que Billie tiene sus problemas para lidiar con la fama a tan temprana edad, pero de ninguna manera quisimos hacer una bajada de línea al respecto. La película se limita a registrar lo que ocurre y lo que ocurre en ciertos momentos es eso.

-¿Por qué a la gente le gusta su música. ¿Cree que esto está relacionado con los aspectos más complejos de su vida?

-Me interesaba ser lo más real posible. Su trabajo es honesto y no se puede hacer un film sobre ella si no explora honestamente su vida y sus problemas físicos y mentales. Eso es parte esencial de la película porque es parte esencial de ella y de su obra.