De Europa a América. Del norte al sur. Del centro a la periferia. El derrotero de la artista francesa Séverine Fontaine es tan extenso como ecléctico y apasionante. Y parte de ese recorrido es el que relata en su obra Resiliencia, una de las propuestas más atractivas y originales del Festival Internacional de Buenos Aires (FIBA).
Con el apoyo del Institut Français, de la Ciudad de Lyon, del Institut Français d'Argentine, de la Embajada de Francia en Argentina y de las Alianzas Francesas, el ambicioso proyecto transcurre en el Ministerio de Educación porteño emplazado en el Barrio 31 (Carlos H. Perette y Calle 10), y la elección no es caprichosa sino parte constitutiva de lo que se quiere contar.
La puesta comenzó a gestarse en 2018, cuando gracias a la beca “Residencia a Medida” del Institut Français, Fontaine pudo realizar múltiples residencias artísticas en la Argentina que la llevaron desde Ushuaia hasta el norte jujeño. Esos viajes fueron moldeando la dramaturgia de Resiliencia, y dando lugar a un cuento iniciático urbano, contemporáneo, visual y sonoro, donde el eje está puesto en el encuentro con otros y en la transformación de la mirada propia sobre el mundo.
“La obra es una fábula inspirada en mi propio camino”, describe en diálogo con Página/12, la artista originaria de Lyon acerca de su espectáculo multidisciplinario que cruza la instalación plástica con formatos teatrales y de concierto, y que cuenta con la participación y la colaboración de habitantes y artistas del Barrio 31.
El relato, que combina la ficción con lo autobiográfico, es guiado por una niña que, al igual que Fontaine, sale de su casa, mochila en la espalda, rumbo a lo desconocido. “Pensé en la figura de una niña porque creo que todos y todas tenemos un niño interior hasta el final de nuestras vidas. Y en este caso, ella va tomando consciencia de que existen otras formas de pensar, de vivir e intercambiar con el otro, y entiende que su punto de vista no siempre es el ideal. Lo mismo queremos que le ocurra al público”, cuenta y agrega: “Queremos que quienes vean Resiliencia vivan la obra como una experiencia de transformación y que podamos compartir emociones profundas”.
El proceso de creación fue largo. “Esta puesta es el resultado de un camino de investigación de muchos años, que comenzó en Montreal, donde fui a trabajar acerca de los conflictos interculturales y de cómo encontrarse con el otro, con todo el peso que tenemos en nuestra mochila”, relata sobre lo que fue el germen de Resiliencia. Poco después, llegaría la experiencia de abandonar América del Norte para bajar al sur, donde encontró culturas que le fascinaron. “Fui al norte de Chile, Bolivia y Perú. Y fue muy fuerte. Para mí, fue un camino casi iniciático”, recuerda. Luego, a fines de 2017 apareció por primera vez como destino la Argentina, país al que regresó en varias oportunidades y en el que permaneció durante tres meses de 2018 visitando diferentes regiones, pasando por Jujuy y Río Negro, donde conoció a miembros de la comunidad mapuche. “Mi encuentro con ellos y con el pueblo andino fue muy importante en la realización de este proyecto”. En 2020, finalmente, en el marco de la 13º edición del FIBA, presentó al público una primera etapa del trabajo en proceso. Pero después se decretó el aislamiento obligatorio, y Fontaine decidió quedarse.
“Tenía vuelo de regreso a Francia el 16 de marzo, pero decidí quedarme y no volver porque quería llegar al final de este trabajo para poder presentarlo. Es muy especial salir de tu país para presentar la etapa de creación de tu trabajo, y más de un año después seguir acá, con tu valija, tu mochila y nada más. Estar sola, lejos de mi país y conectar acá con otras realidades y personas fue algo muy fuerte. Y eso ayudó a que pudiera meterme más profundamente en el tema de la obra”.
La elección del Barrio 31 como espacio de montaje apareció en ese momento. “Yo quería trabajar con artistas del barrio, y a través del Instituto Francés conocí a Guillermo Chapor, uno de los músicos que trabaja en la puesta y que vive ahí. Entonces, después de aquella primera presentación en el FIBA, se me ocurrió hacer otra función en el barrio, en la Casa de la Cultura, e invité a vecinos del lugar con quienes generamos un diálogo y conectamos mucho”. Fontaine supo ahí que ese lugar era el indicado.
En ese tiempo, y durante la cuarentena, la dramaturga y directora terminó de escribir el texto final, que da cuenta en la historia del contexto pandémico en el que el mundo se detuvo por completo. Sus días de cuarentena transcurrieron en una residencia artística, ubicada en Barrio Parque, en la cual sigue alojada. Y ese contraste de pasar de las comodidades de una mansión palermitana a los pasillos angostos de la 31 también se reconstruye en el relato. “Me iba a la casa de Guillermo en bicicleta, y el recorrido duraba diez minutos. Eran increíbles los sentimientos que se generaban. Por un lado, era lindo, pero a la vez también era muy violento ver que en barrios que están tan cerca se viven dos realidades sociales muy distintas. Y justamente el objetivo del proyecto de Resiliencia es crear puentes entre mundos como esos que no se conocen. La idea es crear diálogos y otras maneras de intercambio y solidaridad. Porque al interior de estos mundos hay personas luminosas en ambos lados. Y a mí me interesa mirar más a las personas que a su contexto”.
Ese pasaje entre fronteras, y esa fusión de costumbres y culturas es la que Fontaine busca transmitir a los espectadores. “Quería que quienes vengan a ver Resiliencia entraran al barrio con vecinos del lugar, porque no queremos que se sientan turistas sino invitados. Cuando yo entré a la villa por primera vez, Guillermo me invitó y fui con él caminando hasta su casa. Y la idea es que vivan lo mismo que yo viví”.
La creadora hace especial hincapié en la dimensión política de la obra. “Lo que aparece en escena es una forma de crítica de mi condicionamiento cultural como europea, y del sistema dominante que reconozco que es mi sistema, porque yo no lo puedo cambiar. Y es el producto de todas mis experiencias de viajes y encuentros en los que conocí gente humilde pero muy rica culturalmente, con una generosidad increíble”, reflexiona y concluye: “Pienso que cuando estamos realmente abiertos, sin filtros culturales, sociales o de clase, ese es el momento en el que las cosas vienen a uno. Porque ahí las diferencias desaparecen totalmente, y nos encontramos como personas”.
Cómo es la obra
Atravesar barrios y calles. Encaminarse. Esa es la propuesta de Séverine Fontaine, en la búsqueda de transformar su vivencia personal en una experiencia colectiva. La obra empieza mucho antes de lo que marca la dramaturgia. Empieza en la Torre Monumental, en el corazón de Retiro, donde el público es recibido por vecinos y vecinas de distintas nacionalidades que residen en el Barrio 31, y que formaron recientemente el grupo de turismo comunitario Ajayu, con el objetivo de dar a conocer la riqueza histórica, cultural y gastronómica del barrio.
La primera función de Resiliencia coincide, precisamente, con el primer recorrido de la organización que acompaña a los espectadores-visitantes bordeando el barrio a lo largo de la calle Carlos H. Perette donde las fachadas con ladrillo a la vista mutan progresivamente hacia paredes de colores hasta llegar a la puerta del Ministerio de Educación, donde el diseño moderno ya contrasta de manera radical con el tradicional paisaje arquitectónico del barrio Carlos Mugica.
Esos contrastes son una constante en todo nivel, y realidad y ficción son por momentos la misma cosa. Dentro del Ministerio, las comidas regionales son parte del convite y de un ritual de iniciación frente a lo que más tarde transcurre a cielo abierto en el tercer piso del edificio.
Allí, la artista francesa monta su pieza estructurada en tres partes, cada una con su estética y su espacio físico. Pero siempre con la multiculturalidad y fusión de lenguajes como concepto permanente. Una niña, y luego Séverine, quien acepta el desafío de protagonizar su propia historia, son las narradoras de esta obra donde lo híbrido radica tanto en la temática como en su formato.
Por momentos un recital, y en otros una obra teatral, o ambas cosas en simultáneo. Séverine Fontaine se para frente al público para contar sus vivencias, con una potente carga simbólica, y con la legitimidad de hacerlo siendo consciente del lugar que ocupa. Ella, que es europea, blanca, de clase media y heterosexual reconoce sus privilegios y desde ahí habla. Desde esa posición habla de su encuentro con otros, de la sensación de conocer otros lugares y del goce que le despierta sentirse extranjera.
Lo que podría ser mera corrección política se transforma en un alegato político profundo acerca de los prejuicios etnocéntricos y en una denuncia de las desigualdades. Porque justamente la obra no habla sólo de eso, sino que se hace cargo de ese conflicto al que alude poniéndolo en escena en un espacio geográfico que carga con el estigma de la diferencia, y a través de una puesta en la que participan habitantes del barrio, como el caso del pianista Guillermo Chapor, junto con una exquisita cantante mapuche (Anahí Rayen Mariluan) y mujeres originarias de Bolivia que recrean en escena un culto en honor a la Pachamama.
Así, como fragmentos de un rompecabezas, Resiliencia monta las piezas de un camino donde la otredad no es amenaza, sino motivo de celebración.
Una artista multidisciplinaria
La artista multidisciplinaria, originaria de Lyon, Séverine Fontaine lleva una extensa carrera en la que se destaca la creación de espectáculos, instalaciones de luz y obras inmersivas que cruzan teatro, música, imagen y nuevas tecnologías. Su escritura está relacionada con sus investigaciones y sus vivencias personales.
Formada en teatro en el CND de Besançon (Francia), fundó la compañía teatral IKB en Lyon. En su obra, Fontaine aborda la temática de la alteridad y la diferencia a través del texto autobiográfico Regards, creado en los Encuentros de Verano de la Chartreuse en 2013 y luego presentado en una gira por Francia y Quebec. Y en tanto creadora de instalaciones lumínicas monumentales compuestas por lámparas y bombitas antropomorfas, escribió y dirigió la película inmersiva en 360° Lamparium, en la Sociedad de Artes Tecnológicas de Montreal, en relación con el Festival du Nouveau Cinéma, y presentó las obras Incandescence (2014) y Light Me (2019) para la Fiesta de las Luces de Lyon, que luego tuvieron una gira internacional. A partir de 2015, la artista trabaja en Montreal sobre los conflictos interculturales y reúne a diez autores/as intérpretes para el laboratorio teatral Identités, presentado en el Festival du Jamais Lu y en Usine C. Y de esa experiencia es que surgió el proyecto Resiliencia.
*Funciones: 3, 4 y 5 de marzo, a las 19, en el Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires (Carlos H. Perette y Calle 10). El punto de encuentro es en la Torre Monumental (Av. del Libertador 49). Las entradas son gratuitas y se reservan (1 por persona) en: buenosaires.gob.ar/fiba/resiliencia-1