Hueso duro de roer, parece ser que, entre los colores primarios, el azul es el más complicado de producir, además de ser dificilísimo de encontrar en la Naturaleza. “Lo que efectivamente observamos en muchos casos -en las alas de una mariposa, en un escarabajo marino, en los ojos de algunas personas- no es nativamente azul sino reflejos de la luz que nos dan una ligera impresión de ese color; es decir, un efecto visual”, detallaba recientemente el New York Times sobre la mentada rara avis, sumando simpáticos plus: por ejemplo, cómo desde la Antigüedad ha estado ligado a rareza, prestigio, riqueza. Que en nuestros días sea mayormente creado por químicos en laboratorios no significa que inventar nuevas tonalidades sea faena sencilla; menos que menos, sus respectivos pigmentos. Nótese, sin más, que el azul ultramar -tinte elaborado originalmente a partir de lapislázuli, piedra semipreciosa- llegó a valer tanto (o más) que el oro; y que el último pigmento en inventarse había sido el azul cobalto, en 1802, gracias a una composición sintética obtenida por el francés Louis Jacques Thénard. Bueno, el penúltimo inventado, porque increíblemente, tras dos siglos sin novedades en este campo, habemus nuevo color azul en el mercado. El vívido y cautivante YInMn Blue, para más precisiones, nombrado así por los elementos que lo componen (itrio, indio y manganeso), que acaba de lanzarse como tubito de pintura para algarabía de artistas que anhelaban diversificar la paleta.

Descubierto accidentalmente en 2009 por un equipo de investigadores de la Universidad Estatal de Oregon dirigido por el químico Mas Subramanian, llevó flor de rato que la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos aprobara oficialmente al YInMn Blue para su uso comercial, pero finalmente ha ocurrido. Eso sí, hay que invertir unos cuantos mangos: el petit tubo de 40 mililitros de pintura cuesta 180 dólares en el país del norte, y se consigue únicamente por encargo a través de tiendas especializadas como Golden o Italian Art Store, mientras en Alemania se puede pedir a través del minorista Kremer Pigmente. Otras empresitas han desistido de la tarea: producirlo a gran escala es, de momento, demasiado caro. La inversión para artistas de flamante azul, empero, parece estar a la altura de su intensidad y de su brillo, el hecho de que sea mucho más vivo e impactante que el azul de Prusia; “y probadamente duradero”, destacan raudamente especialistas. “Mucha gente piensa que todo lo relacionado con la tabla periódica tiene cierta toxicidad. Pero con la fórmula que hemos dado, el material se ha mostrado muy estable y carente de peligrosidad”, marca la cancha don Subramanian sobre su eureka, distanciándose de, por caso, el sintético cobalto, que como es harto sabido, resultó ser extremadamente tóxico de fabricar.