Tita se llama Luisa Perales, tiene 82 años. Cuenta su vida sin dramatismo: “Hacía pan, porque no había otra forma, tenía que hacerlo para darles a mis hijos, hacía la comida por supuesto, la leche a la mañana y a la tarde. Hacía trabajos rústicos, me ponía a hachar leña, volteaba los algarrobos, hacía pozos para tomar agua, y gracias a dios nunca me pasó nada, ordeñaba 11, 12 lecheras, para sacar leche, hacía quesos y vendía, y ahí compraba algo con esa platita. Después hacía todo el trabajo de las casas, de ama de casa, cocinaba, lavaba, planchaba, remendaba, porque antes se usaba mucho la remendada”. Tita tuvo seis hijos, algunos nacieron sin darle tiempo a llegar a la partera, que vivía a cinco kilómetros. Todo eso le cuenta Tita a Lorena Reynoso, docente reemplazante que vive en La Gallareta, uno de los pueblos marcados por la presencia de la compañía inglesa La Forestal. Si la historia rescatada por la película Quebracho, de 1974, es apenas conocida en su extensión de explotación y lucha obrera, mucho más ocultas están las mujeres de la época. ¿Qué trabajos hacían? ¿Cómo participaban de las luchas populares? ¿Cómo vivían? Hasta que se fue del país, en 1963, la compañía inglesa de tierras, maderas y ferrocarriles llegó a tener más dos millones de hectáreas en las provincias de Santa Fe, Chaco y Santiago del Estero. Este año se cumple un siglo de la revuelta obrera y es para recordarla que se desarrolla un ciclo llamado Por las hendijas del quebracho, con mesas de debates en los llamados “pueblos forestales”. Hoy, a las 17, doce mujeres hablarán sobre “Género, rebeldía y emancipación” desde La Gallareta. Antes, habrá un video con las voces de las mujeres del pueblo. “Cómo no voy a tener tantos dolores y achaques, con la vida que tuve”, fue la conclusión de una de ellas después de la entrevista. El trabajo de investigación lo realizaron Reynoso, Sol Cabrera y Luciana Carlomagno, tres docentes que se conocieron en el profesorado, formaron parte del centro de estudiantes y desde 2020 llevan adelante el programa Sangre Fucsia, concebido para difundir la Educación Sexual Integral en el extremo norte de la provincia de Santa Fe, en un pueblo de 2900 habitantes, distante 715 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires.
Para ir a estudiar a Calchaquí y volver a su casa, Lorena tenía que hacer dedo. Si no eran los 50 kilómetros de distancia total, por lo menos, en los 17 que separan a La Gallareta de la ruta 11. “También es una de las consecuencias de La Forestal. Porque en realidad, vino la compañía, creó el pueblo porque había quebracho y cuando se fue, quedó la gente sin trabajo y la ruta lejos. Todas las personas de acá, los que vivimos, somos docentes, policías, jubiladas y jubilados y comerciantes. Y todo el tiempo, si vos querés trabajar, tenés que salir a dedo para llegar a las escuelas, porque todo nos queda a trasmano, no hay medios de transporte. Tenemos un solo colectivo, que en pandemia ni siquiera pasa. Sale a las 6 de la mañana del pueblo y vuelve a las 11 de la mañana. En ese colectivo vas si tenés que hacer trámites o tenés que ir al banco, porque tampoco tenemos eso, ni cajero ni nada de eso. Generalmente se utiliza para ir a la mañana al médico o a hacer ese tipo de cosas. Y después tenemos otro que entra al pueblo a la 1 de la madrugada, y sale a las 3”, es el relato de Lorena, para ponerle palabras a la lejanía y sus dificultades.
Sí llegan hasta allá llegan los aires emancipadores de los feminismos: el 8 de marzo de 2020, trece mujeres realizaron una jornada pensada como el inicio de un colectivo. Vino la pandemia, la falta de trabajo para las tres docentes reemplazantes –no les sostuvieron los ingresos en la provincia de Santa Fe— y la voluntad de seguir activando. Un programa quincenal en la FM Comunitaria Tanino fue la primera forma de concretar ese sueño. “Veníamos haciendo un programa que tenía como eje fundamental a la ESI y la reivindicación y la promoción de derechos. A partir de Sangre Fucsia, y de todo lo que veníamos haciendo, nos convocan a organizar esta mesa, donde queremos que se refleje esa parte de la historia que conocemos a través de la mirada de los hombres, pero dándole voz a las mujeres”, puntualiza Reynoso. Lo primero que hicieron fue preguntarse qué hacían las mujeres “antes, durante y después de La Forestal”, qué roles cumplían. “Entonces a partir de eso nos empezamos a conectar con otras mujeres que trabajan en distintas organizaciones sociales del pueblo y entre todas nos planteamos darles voz. Empezamos a escuchar testimonios, algunos con los que ya contábamos de investigaciones previas, porque la Biblioteca Popular Tanino de La Gallareta hace muchísimo tiempo que viene trabajando la historia del pueblo. Acá había compañeras, compañeros, que tomaron testimonios de hombres que trabajaron en la forestal”, cuenta Sol Cabrera, que también integra la comisión directiva de la Biblioteca. Aquella investigación, con testimonios de primera mano, se grabó con casetes, luego se pasó a CD y se desgrabó a máquina. “Por último se imprimió un libro que se llama Tocar con las manos, sentir con la piel y en 2013 se hizo un radioteatro basado en esos testimonios también, donde participaron más de 50 personas de nuestro pueblo”, sigue el relato. No pasábamos hambre es el título del radioteatro que en los episodios 4 y 5 toma historias de parteras del pueblo, de una religiosa Luisa Peresón y de maestras. “Algunos pobladores no pudieron participar del radioteatro porque estaban muertos, imagínate, es un trabajo de más de 30 años”, sigue Sol el relato de ese rescate histórico al que le faltaba una buena porción, la que ahora ellas están buscando.
Los testimonios de mujeres los plasmaron en un video, que podrá verse en el panel de hoy. Lo que no sabían es el efecto que iba a tener en el pueblo. Hace unos días, una chica la paró a Sol para contarle la ansiedad que tenía su abuela. Esas mujeres a las que nadie antes había ido a preguntarles nada, tenían mucho para contar. “Hay testimonios de vidas muy duras, mujeres que fueron no sólo amas de casa, sino que hacían trabajos rústicos en el campo. A veces de todo eso te reís con ellas, llorás también, porque es terrible todo lo que nos cuentan, de la vida que vivían”, sigue Lorena sobre la movilización que significa este trabajo. “Eso es lo que sobresale en todas las entrevistas, la vida difícil que tenían y también cómo no estaban visibilizado el trabajo de la mujer, porque más allá de las tareas del hogar, que recaían de lleno sobre las mujeres, tenían un montón de otras actividades que hacían a la economía del hogar y no se les reconocía como un trabajo. Ordeñaban 10, 15 vacas para hacer queso y luego venderlo y eso no era considerado un trabajo, se ve clara esa invisibilización de la mujer y de todo el aporte que hacía a la familia y a la sociedad. Nosotros queremos reivindicar todo eso”, cuenta Sol.
Por eso, en la mesa de esta tarde, junto a las invitadas, se proponen “hacer un análisis sobre qué es lo que hemos conquistado y qué nos falta por conquistar, porque muchas veces tenemos naturalizados muchos derechos y por ahí no nos damos cuenta de que los tenemos gracias al feminismo. Hoy para nosotras es un logro poder ocupar el espacio de la mesa anfitriona en La Gallareta y que esté organizada por mujeres, presentando un trabajo de otras mujeres, dándole voz a otras mujeres que nunca le dieron voz, esa deuda que tenía la historia con nosotras, ahora sumando la investigación de mujeres”, enumera Sol y Lore le suma: “Me parece que es un empoderamiento en el pueblo que está buenísimo, y cada vez nos da más ganas de seguir”.
Lo primero fue la valentía de iniciar un programa de radio feminista en La Gallareta. “Comenzamos con un espacio para decir a la audiencia lo que teníamos ganas de que se sepa. Una profesora nos dijo que hacemos docencia en la radio, porque enseñamos ESI, y pensamos que no nos iba a escuchar nadie. Pero con el tiempo estuvo muy bueno, porque hay un montón de mujeres que nos escuchaban y ponían la radio al horario que íbamos a estar nosotras. Empezaban a cuestionarse y decían sí, tenían razón, eso es lo positivo, pero después teníamos que éramos las loquitas de la radio. Eso no había pasado antes. Lo bueno es que no nos importa esa crítica, sino marcar un precedente para las nuevas generaciones que tengan ganas de hacer radio, de contar, de visibilizar un montón de derechos que parece que llegan tarde a los pueblos, porque no los hacemos propios”, sigue el relato Sol. El programa iba los jueves, a las 11.30, y llegaron a tener quejas de algún vecino que les reprochaba que debía almorzar con Sangre Fucsia porque la madre no les dejaba apagar la radio. Se convirtieron en comensales de muchos almuerzos. Y volverán a hacerlo en 2021.
La actividad de esta tarde, que podrá seguirse por YouTube, es parte de un programa que comenzó el 29 de enero en Villa Guillermina, ya pasó por Villa Ana y seguirá el 12 de marzo en Tartagal, el 24 de marzo en Los Amores, el 9 de abril en Fortín Olmos, el 23 de abril en Vera, el 7 de mayo en Intiyaco, el 14 de mayo en Margarita y el 25 de mayo, en forma simultánea en todos los pueblos.
Para las Sangre Fucsia, la mesa debate de hoy es el comienzo de un trabajo que se adivina fecundo. “A medida que vamos desarrollando esta investigación, y cada vez que hacemos una entrevista, nos vamos dando cuenta de que esto, si bien recogemos los testimonios que ya estaban y vamos sumando nuevos, es algo que no se va a cerrar con esta mesa. Es el inicio de una investigación que tiene que continuar, porque cada vez se nos abren nuevos interrogantes y nos dimos cuenta de que hay un montón de mujeres que desean contar su historia”, enfatiza Sol.
La idea de continuidad, de encontrar en ese rescate del pasado una forma de recrear el presente, de darle nuevos bríos y sentidos, es justamente lo que espera Alejandro Jasinski, historiador, autor de Revuelta obrera y masacre en La Forestal y uno de los impulsores de la conmemoración, junto a la organización popular de los pueblos forestales. “Estamos a viva voz pidiendo que nos ayuden a investigar el tema de las mujeres en La Forestal, porque la agenda del norte de Santa Fe está muy poco investigada, y un poco hay que armar equipos, grupos de trabajo que empiecen a destapar cosas”, dice Jasinski sobre el impulso que lo llevó a proponerles a las integrantes de Sangre Fucsia que organicen la mesa. Su tesis de doctorado –que lleva diez años y está empeñado en terminar por estos días—no contempló la cuestión de género y eso se convirtió en un escollo. “Hace unos años me contactó Alicia Barberis, diciéndome que ella quería escribir una novela sobre las mujeres en La Forestal. Le pasé lo poco que tenía, ella hizo su propia investigación y sacó un libro hermoso que no deja de ser una novela, tiene un costado que está buenísimo, pero toda la parte historiográfica habría que trabajarla”, recupera esa propuesta. Monte de silencios, es el título de la obra de Barberis publicada en 2018.
“No están, las mujeres de La Forestal, no existen, vos tenés que buscar una foto para poder encontrarlas. En las fuentes no aparecen. En todas las fuentes que trabajé hasta la época de la revuelta, incluso en los momentos de la revuelta, el rol de la mujer está casi tapado. En la prensa sindical aparecen mujeres que organizan un sindicato de costureras, pero la referencia es mínima: vino a la asamblea Dominga no sé cuanto y dijo que querían organizar el sindicato de las trabajadoras de la costura, y nada más, no sabe cómo siguió”, relata Jasinski y suma otro hallazgo: “Después, se documenta a una mujer que pide por su esposo, golpeado, torturado. La mujer iba comisaría por comisaría con los pibes a cuestas, tratando de ver dónde estaba el esposo”.
Jasinski sabe que esa ausencia es sólo aparente. “En realidad, encuentra un mundo en el que la mujer participaba en muchísimos lados. Hay que pensar en esta división muy tajante de clases, entre la mujer obrera y la del alto empleado jerárquico, encontrás a las mujeres de acuerdo a su clase, en las escuelas, en el hospital, en las damas de beneficencia, generando todo el costado del proceso hegemónico, que es a partir de la redistribución de recursos. Encontrás a las mujeres trabajadoras, que ayudan a la familia, componen esa unidad productiva familiar que limpia el quebracho, hacen las comida. En las fábricas la mujer está más relegada, no se la encuentra tanto”, sigue su relato de historiador que indaga en las fuentes documentales. “Hay una fuente interesante, que es cuando La Forestal hace una reforma social, la anuncia a los cuatro vientos y se dirige a las mujeres directamente. Las invita premiándolas a mantener el aseo de las casas, logrando que los chicos vayan a la escuela”, cuenta, antes de estimar que “hay cosas que no están investigadas. La mujer trabajaba en un porcentaje que ni el 5 por ciento de la fuerza de trabajo, como costurera o en las tiendas de la forestal. Y por supuesto, está el grupo de mujeres que forman parte del submundo del obraje, la prostitución, la bolichera, la cuestión de la religiosidad que no es la oficial, sino más bien pagana. Ahí están las mujeres, siempre presentes. Pero hay que hurgar demasiado”.
Los feminismos en auge dejan al descubierto esas ausencias historicas pero también plantan mojones para recuperar las voces. “Hay mucho para investigar, para indagar. Nosotros estamos convocando a que se generen investigaciones, que los chicos que estudien en los profesorados de la zona profundicen en esta historia”, dice Jasinski. Con otro método y objetivos, las docentes radialistas de Sangre Fucsia decidieron tomar la palabra, para que sean las mujeres las que puedan contar la historia de su pueblo.