El diccionario define a un extremófilo como “un organismo que vive en condiciones extremas”. Pero nada puede reducirse a ser tan solo una palabra. Y la obra de la rumana Alexandra Badea que toma ese nombre, y Lisandro Rodríguez lleva a escena, no escapa a esa regla. Como una de las puestas nacionales a estrenar en el FIBA, Extremófilo -tal como define su sinopsis- “cruza tres o más historias de amor, de desamor o, mejor dicho, de desasosiego”. 

A Rodríguez, artista multidisciplinario cuyas últimas creaciones fueron Dios, Duros, Abnegación 3 y Estás conduciendo un dibujo, lo moviliza bucear por distintos materiales, formatos y soportes, intentando buscar cierta complicidad con el espectador. Entre 2004 y 2018, la mayor parte de su desarrollo escénico se pudo ver en la sala Elefante Club de Teatro, lugar donde llevó a cabo versiones de obras de Santiago Loza y Ewald Palmetshofer. Pero fue en 2019 cuando su voluntad de buscar y experimentar lo llevó a crear un nuevo espacio de investigación y producción escénica: Estudio Los Vidrios, al que define como un lugar “ante todo de producción, pensamiento y reflexión”.

Parte de ese movimiento y gesto, integra justamente Extremófilo, una obra que se sumerge en las conciencias de un jefe de gabinete de un ministerio, un piloto de drones y una científica. “En sí mismo lo que cuenta la obra son tres voces que narran relatos diferentes”, detalla Rodríguez. En el texto que toma de Badea, las culpas y los sueños olvidados entran en diálogo, mientras lo íntimo y lo político interfieren.

Extremófilo. Foto: gentileza Lisandro Rodríguez

-¿Cómo surgió la idea de hacer Extremófilo?

-La obra aparece cuando Yann Lorvo, quien hace un año era agregado cultural del Instituto francés de Argentina, había visto varias obras mías y le habían interesado. Entonces me convocó y ofreció una serie de materiales teatrales y escénicos de distintos autores, que ellos habían editado a través del Instituto. Entre ellos estaban Conexión Europa y Extremófilo, dos obras de Badea. En principio iba a hacer las dos, pero me agarró la pandemia, uno de los actores de Conexión Europa estaba complicado para moverse y con Extremófilo no teníamos esa dificultad. Entonces nos juntamos y el año pasado presentamos algunos ensayos abiertos. Fue más que nada una necesidad, una especie de grito de guerra para sacarnos las ganas de mostrar un año de laburo. En esos ensayos, también aprovechamos para filmar la obra. Después la presentamos en la convocatoria de obras nacionales del FIBA, y ahí nos seleccionaron para estrenar.

-¿Qué fue lo que te interesó del texto de Alexandra Badea para llevarlo a escena?

-El material en sí mismo es complejo. Yo pienso que los textos en general se vuelven exóticos para poder llevarlos a escena. Y en este caso, con un texto de una autora de otro planeta, se acentúa un poco más. Para mí, eso es una dificultad, y al mismo tiempo es una posibilidad para volver a repensar el trabajo, y cómo las palabras aparecen en los ensayos y en el cuerpo de los actores. En general, esas instancias del trabajo me interesan, las que abren a cosas que generalmente uno no tiene previstas.

-¿Qué paralelismos encontrás entre el texto que propone la autora y nuestra sociedad actual?

-El paralelismo que puedo encontrarle con nuestra sociedad actual siempre aparece, o al menos siempre me interesa encontrarlo. Extremófilo no sólo habla de esos microorganismos, sino de lo extremo, de ese comportamiento casi sesgado frente al mundo. Y ahí es donde, más allá de la historia que narra cada una de estas voces, creo que hay algo de la pandemia que vuelve a poner sobre la mesa de forma mucho más evidente -quizás que en otro tiempo- que vivimos en una sociedad completamente rota, con un tejido social totalmente quebrado, desgarrado. Y cuando estos personajes hablan sobre su trabajo y lo vinculan con el amor, de alguna manera están hablando también de un mundo que se vuelve insoportable.

-¿Cómo fue la adaptación del texto?

-Yo creo que siempre hay una adaptación. Para mí, esto significa ir amoldándola a una serie de cosas que tienen que ver con lo espacial, lo lumínico y, sobre todo, con cómo ese texto entra en circulación con las personas con las que se trabaja. En este caso son dos actores, una actriz, un diseñador de luces y yo como director. Y ahí hay un trabajo que implica entender esa textualidad como una forma dinámica y abierta, donde no estamos hablando solamente del “cuentito” que se cuenta, sino de un montón de otras cosas.

Las entradas para Extremófilo se reservan a través de la página web: https://www.buenosaires.gob.ar/fiba/extremofilo