A la pandemia se la padece, pero también hay quienes la piensan. ¿Cómo se atraviesa una situación para la que nadie está preparado y cuyo transitar está plagado de incertidumbre? ¿Es posible transformar esa desolación aterradora en un proceso creativo que sea capaz de plasmar un presente con perspectiva de futuro? Cinco cineastas argentinas, todas mujeres, lo intentan en cinco cortometrajes atravesados libremente por una pandemia que transformó la vida de todos. Distintas miradas -particulares, eclécticas, mínimas, biográficas, culturales- que forman parte de Bitácoras, el ciclo que reúne cinco cortos, a modo de ensayo documental, realizados por Albertina Carri, Julia Solomonoff, Laura Citarella, María Alché y Natalia Smirnoff. Los trabajos se pueden ver desde el jueves en Cont.ar, la plataforma audiovisual pública y gratuita, donde quedarán disponibles.
Producción original de Cont.ar, Bitácoras no se propone descubrir los efectos de la pandemia ni analizarla con pretensión absoluta. En clave mínima, dandole rienda a la libertad creativa de cada cineasta, el ciclo recopila el trabajo de estas cinco directoras que narran, en una subrayada primera persona, sus procesos creativos, sus entornos y las vivencias que trajo la pandemia a la vida social. En esas cinco miradas, Bitácoras da cuenta con estilos propios sobre las relaciones humanas, el miedo, la interacción del hombre con la naturaleza, los recuerdos y la creatividad en ese tiempo en el que el aislamiento puso al mundo en pausa.
“Todes hemos sido fuertemente conmovides por la pandemia y generar reflexiones artísticas sobre lo que estamos viviendo nos ayuda a pensarlo, atravesarlo y sentirnos en compañía, le explica a Página/12 Vanessa Ragone, productora general del ciclo a través de Haddock Films. “La mirada de estas artistas sobre el año que vivimos en pandemia y las ideas y relatos que nos proponen sus cortometrajes aportan a la reflexión sobre distintos temas: ecología y consecuencias de no tener en cuenta la biodiversidad, virtualidad y modo en que procesaremos el trauma que vivimos mundialmente, cambios en los entornos personales y sus eventuales efectos a largo plazo, incidencia de la pandemia en los procesos creativos. Y sin duda muchos temas más que se van planteando en el devenir de la serie. Son voces potentes, autoreflexivas y que nos invitan a reflexionar”, subraya.
En 2020. La delgada capa de la tierra, Albertina Carri (Los rubios, Géminis) se aferra de los sonidos y las imágenes de la naturaleza, del tiempo que transcurre entre amaneceres y atardeceres, lunas y soles, para captar las sensaciones campestres del freno de mano impuesto. En Diario rural, Laura Citarella (La mujer de los perros) da cuenta del aislamiento familiar en un campo en el que una chancha preñada se convierte en el eje de la vida. La naturaleza también se hace presente en Los cuadernos de Maschwitz, el corto en el que Natalia Smirnoff (Rompecabezas, La afinadora de árboles) indaga sobre el proceso creativo y su estrecha relación con el entorno y el aire libre. El mundo infantil en tiempos de pandemia, que conforma una dimensión propia y fantástica, asume protagonismo en Después del silencio, de María Alché (Familia sumergida).
El quinto corto que completa Bitácoras es Hecho a mano, dirigido por Julia Solomonoff. Allí, la directora trabaja con material casero, filmado casi en su totalidad con su teléfono, sobre qué ocurre con la memoria en tiempos de virtualidad. “No trabajé con un guión. Me empecé a preguntar qué efecto iba a tener en la memoria este tiempo, cómo íbamos a recordar este año, qué rastros iban a quedar, porque muchas cosas solo se registran de manear virtual, sin rastros físicos. Comencé a leer un libro de neurología, sobre la relación entre la neuronas y los sentidos, pero era demasiado científico. Entonces, fui dejando esa idea para pensarlo más desde un ángulo personal sobre cómo funciona mi memoria, qué pasa con todo aquello que perdemos”, le cuenta a Página/12 Solomonoff.
A pura preguntas, la directora de Hermanas y El último verano de la boyita construye en Hecho a mano un ensayo que dialoga entre las pérdidas sociales y las propias, entre ellas la muerte de su padre. “No quería caer en un lugar distópico ni tampoco en un lugar melancólico. Me sentí aliviada cuando encontré un balance entre mi voz, más melancólica y reflexiva, con la de mi hija, que es una con más humor, futuro y sin ninguna carga previa. Tratar de entender qué es un cuaderno, qué es la letra, qué es un garabato, para desde el humor tener una mirada más distanciada sobre las cosas. Poner a mi hija en un lugar de un futuro automatizado me permite a mi cuestionar qué quiero de ese futuro, qué me asusta y qué me ayuda a cuestionar. Hace poco leí a un matemático argentino que dijo una cosa muy bella: señaló que un matemático tiene que encontrar una pregunta profunda, difícil y bella porque pude pasarse la vida tratando de responderla. Y en mi caso, cuando pienso en una película, lo hago no tanto en lo que quiero decir ni en algo claro que sé, sino en una pregunta. Y en este corto hay muchas preguntas interesantes para compartir con otros.”
La convocatoria de cineastas mujeres a Bitácoras no fue casual sino que responde a una necesidad expresiva que durante años no contó con los espacios necesarios para desarrollarse. “Tenemos una responsabilidad enorme, nosotras, las mujeres, con la transformación cultural para una vida en paridad e igualdad de oportunidades -detalla Ragone-. En ese sentido, me parece fundamental alentar proyectos en donde la mirada de las propias mujeres es relevante y sus trabajos materiales e intelectuales son puestos en valor. Las mujeres hemos contado aún muy poco. Tenemos mucho para decir y esta ha sido una oportunidad para hacerlo. Son cinco grandes autoras cuyas miradas aportan desde lo conceptual, lo creativo y lo reflexivo a un momento sin igual en la historia de nuestras vidas”.