“Si salís, da testimonio”, le dijo Roberto Cristina a Jorge Watts cuando los dos estaban secuestrados en el Vesubio. Fueron largos meses de cautiverio, traslados y detención, pero Watts sobrevivió y, desde entonces, vivió de acuerdo a ese mandato de su referente de Vanguardia Comunista. Fundador de la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos (AEDD), de la Comisión Vesubio y Puente 12 y activo integrante de la comisión directiva de Memoria Abierta, hizo de la búsqueda de la memoria, la verdad y la justicia una forma de vida, en la que el humor y el compañerismo jugaban un papel fundamental. Internado desde el jueves 18 tras haber contraído covid-19, Watts falleció este miércoles a los 72 años.
Era sábado y Watts salía apurado. Había terminado su turno en la fábrica Bagley de Constitución, donde trabajaba después de que lo hubieran cesanteado del Ministerio de Bienestar Social. Tenía 29 años y hacía nueve años estaba casado con Eva, su compañera de toda la vida. Tenía dos hijos chiquitos que lo esperaban en casa. Al salir con unos pocos compañeros, se topó con una patota -- dividida en tres autos y con armas -- que lo secuestró. Sus compañeros quisieron impedirlo, pero no hubo caso. Terminó en Vesubio, el centro clandestino que funcionó hasta fines de 1978 en el cruce de la Autopista Ricchieri y el Camino de Cintura.
Daniel Wejchenberg lo conoció cuando estaban secuestrados. Lo escuchó quejarse por las torturas. Lo vio salir adelante, así supo de la fuerza, que sería la marca registrada de quien iba a ser su amigo por más de 40 años. Cuando estaban cerca de salir de Vesubio, los ataron uno al lado del otro contra una pared. “Juguemos a los números”, le dijo Watts. Era una forma de no enloquecer. A los dos y a otros compañeros, Faustino Fernández y Darío Machado, los dejaron en el Batallón de Logística X de Villa Martelli -- donde hoy funciona Tecnópolis --. Estaban con tres compañeras también. La peripecia de los cuatro hombres siguió unida, tanto que pasaron a hacerse conocidos como la “banda de los cuatro”. Fueron a la Brigada de Investigaciones de Lanús -- más conocida como El Infierno --, a la comisaría de Monte Grande y terminaron en la Unidad 9 de La Plata. Antes de liberarlos, tuvieron una estadía más en Coordinación Federal.
Watts salió de Coordinación Federal un martes, el 22 de mayo de 1979, y dos días después, el jueves 24, ya estaba en la Plaza de Mayo con las Madres. En esa semana se comunicó con los compañeros de su partido y les dijo que su militancia pasaría desde entonces por el movimiento de derechos humanos. Impulsó lo que sería la primera causa por Vesubio. Fue a los organismos, buscó denuncias y reconoció a compañeros de cautiverio. “Él dedicó su vida a eso. Fue incansable y tuvimos la dicha de ser sus amigos”, dice Wejchenberg.
Los abogados del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) le avisaron para octubre o noviembre de 1983 que tenían un dato para identificar el lugar donde habría funcionado Vesubio. La dictadura se estaba apagando, pero no estaba muerta. Se subió a un auto con Nilda Garré. “¿Lo podrás reconocer?”, le preguntó ella. Cuando llegaron, no tuvo dudas de que ese lugar -- destruido y con unos pocos pisos -- había sido el lugar de tortura y muerte donde había estado en 1978.
En los pasillos de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep) conoció a otros sobrevivientes, lo que fue el germen de la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos, de la que él fue su primer presidente y Adriana Calvo, su primera vicepresidenta. Declaró en el Juicio a las Juntas y en cada juicio en que debió hacerlo. El 4 de diciembre pasado testificó en el tercer proceso por crímenes en Vesubio.
“Entre los miles de testigos y sobrevivientes que pasaron por la causa del Primer Cuerpo, nadie fue de tanta ayuda como Jorge Watts”, dice el juez federal Daniel Rafecas. "En estos 16 años que llevo de juez, Jorge ha sido un actor clave y constante para los procesos de memoria, verdad, justicia y reparación. Fue el mayor articulador que tuvimos entre el Juzgado y los colectivos de víctimas, no solo de Vesubio, sino de muchos otros centros clandestinos y demás operativos ilegales investigados”, lo describe.
Días antes de ser internado, Watts participó de una reunión con dos compañeros de la Comisión Vesubio y Puente 12 -- que también había fundado -- para intentar recuperar el predio donde funcionó su lugar de cautiverio para montar allí un sitio de memoria.
En 2009 publicó Memoria del infierno y lo presentó en “su” gremio, la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE). Fueron 30 años de procesar lo vivido y tres meses de escribir a borbotones. “¿Por qué escribo esto y por qué lo escribo recién ahora? -- se preguntó --. Escribo contra el silencio y para que esto no se olvide, pero también escribo para entender”.