Era un mediodía de sábado, hacía frío en Rosario. El Teatro La Comedia recibía a Astor Piazzolla y su quinteto para ofrecer dos conciertos. Las radios tenían todavía sus programas de tango, y uno de sus conductores desafió a este cronista: "andá hacerle un reportaje a Piazzolla, seguro te debe estar esperando", dijo irónicamente sabiendo que Astor era reacio a conceder entrevistas. Por entonces, un grupo de estudiantes de periodismo y otros de locución compartíamos una hora los fines de semana en LT2, todavia radio estatal. "Espacio Verde" se llamaba el programa, que duró muy poco, pero que pemitió que junto a Carlos Castro y Rubén Galassi llegáramos a presentarnos frente al representante de Piazzolla con la idea de pedirle un reportaje. Atilio Tallin se parecía al Astor que había vivido en Europa, barba prolija, pelo largo peinado para atras, camisa, corbata, y unas botas impecables. "Así que son periodistas"; dijo. Asentimos con la cabeza mientras de fondo se esuchaba en la oscuridad del teatro el repiqueteo de una nota, siempre la misma. "Vamos a ver que dice Astor, tienen suerte porque están afinando el piano y tiene para un rato". Se perdió entre las filas delanteras rumbo al escenario, el camino más corto al camarin. Cinco minutos despues, "muchachos, vengan..." se escuchó desde el escenario --que seguía a oscuras y con el fondo incesante del "la" del afinador. Avanzamos casi a tientas y llegamos a un cuarto pequeño, bastante mal decorado, con un sillón de tres cuerpos, una mesita y un par de sillas. Ahí estaba Piazzolla, y apenas entramos dijo: "bueno pibes, vamos que hay que laburar".

Había pasado poco tiempo de la rendición Argentina en Malvinas. Todavía no se vislumbraba la salida democrática a pesar de la debacle militar. No existía la televisión por cable, y los canales tenían sus "periodistas estrellas", una suerte de avanzada del "dream team" que puede verse ahora en más señales. Se fastidiaba cuando la conversacion giraba hacia la política, sus gestos eran ampulosos, sus "manos como patios" -como decia Horacio Ferrer de Pichuco-- las abría y las cerraba como si hubiera estado haciendo ejercicio. "Saben por qué hablo con ustedes?", preguntó y antes de que pudiéramos responder dijo: "porque no tienen un programa de tango y estoy seguro que no me van a preguntar ¿lo que hace usted es tango?", marcó la cancha. Advirtió que traíamos una máquina de fotos, y mirándola dijo "vamos a hacer las fotos ahora porque si después me caliento se quedan sin nada". 

Finalmente ordenó: "prendé el grabador".

Carlos Castro tuvo una breve carrera periodística, se mudó a Paraná donde desarrolla hasta hoy una reconocida carrera académica. Rubén Galassi ejerció el periodismo hasta 1999, desde entonces, volcado a la política, fue Ministro de Gobierno de Santa Fe y luego diputado provinicial. El que escribe, el único de los tres que continúa en la profesión y trae del pasado este recuerdo y homenaje por el aniversario cien del nacimiento de Astor Piazzolla, cumplió treinta años como editor de Rosario/12.

¿Qué corrientes musicales incidieron en usted para tocar la música que hace ahora?

-En principio todas. Yo soy un estudioso de la música. Estudié muy seriamente la música. Yo digo que la música se estudia como se estudia medicina, ingeniería o arquitectura, profesiones "importantes". Hay mucha gente que cree que la música es una profesión menor, y se equivoca, la música es un proceso de un largo estudio, y despues si Dios te dio el don de la creación, o de tocar, ahí es otra cosa, porque sin eso, por más que estudies tal vez no sirva para nada.

Queremos saber su opinión acerca de la censura.

-En mi opinión a esta altura de la vida debería decir que no existe o no debe existir. Es coartar la libertad. Pero lo que tendría que existir es una "censura al mal gusto", eso sí. La grosería, el maltrato al idioma y muchas cosas que se ven por televisión, que es lo que más llega a la gente. Con ver el 80% de la televisión uno piensa que eso es censurable. Los "grandes cómicos" o ciertos programas, la gente que no sabe hablar, los locutores que no saben entrevistar, que son audaces, eso habría que "censurarlo", pero no a la gente que trabaja y hace cosas en serio, que son argentinos que sienten y quieren lo que hacen.

¿Las formas, podríamos decir?

-Cuando una persona hace una cosa en serio no hay que censurarlo, lo que hay que censurar -en el sentido que ya expliqué- es a los que no hacen las cosas en serio, a los improvisadores, como los cómicos... acabo de ver cuando llegué a Rosario a ese Dapiaggio (Quique Da Piaggi) o algo así, y eso es el mal gusto argentino, y no solo eso, es el retroceso, es volver 50 años atrás. Yo creo que el gobierno lo hace deliberadamente, porque quiere que la gente no piense. Porque eso es para gente que no piensa. Entonces cuando yo veo eso, y veo en televisión a Velazco Ferrero o veo algunas cosas desagradables, pienso que esto lo hace el gobierno. Que debe haber algun interventor que está influenciando para que hablen así, y que entre mas fácil en la gente, porque creen que es la manera más tonta. Pero el pueblo no es tonto, recibe cosas tontas que es diferente. Y el pueblo argentino no es tonto, especialmente la juventud, que es avasalladora, que tiene una fuerza impresionante, y es la que tiene que recibir otro mensaje de la televisión y de la prensa, que sea seriamente elaborado. Nosotros tenemos que dejar de ser un país en broma y un país improvisado, como se nos tiene en imagen en todo el mundo, y tienen razón. Y lo peor de todo es que a veces nos salen las cosas bien.

¿Cuál es su opinión sobre algunos músicos que han marcado la historia? Empezando por Carlos Gardel.

-Vamos a hacerlo en una escala del 1 al 10 y "ping-pong": Gardel 10 puntos, para mí Gardel siempre fue el máximo.

¿Los Beatles?

-10 puntos, lo máxímo en su estilo y como han influido en la juventud del todo el planeta.

¿Los poetas del tango?

-También 10, empezando por Discépolo, Manzi, Contursi, Cadicamo, Catulo Castillo, los hermanos Espósito, Horacio Ferrer y Eladia Blazquez, son gente que le ha hecho mucho bien a la poesía, al tango.

Pasamos a "otro rubro": ¿el general Perón?

-Cero punto.

¿Ricardo Balbín?

-Cero punto.

¿Los dirigentes político de la actualidad?

-Cero punto. Los detesto a todos.

¿La juventud argentina?

-Bueno, ese es el futuro, nuestra obligación, nuestro deber es dirigirnos a ustedes, los jóvenes. Son los únicos que a mí me hacen feliz, porque si mi música no la escuchan los jóvenes no sirve para nada. Uno mira a veces esos "Grandes Valores del Tango" y se da cuenta que son programas necrológicos. Hay algunos jóvenes que los llevarán de los pelos y lo ponen ahí, o algunos cantantes enanos que tienen también. Pero esa no es la juventud del país. Los jóvenes, los que piensan, los que van para adelante, esto que no es el movimiento de Piazzolla, sino también de un grupo de gente muy importante en la música, la pintura, la literatura, que está haciendo cosas importantes y que ustedes son los responsables de seguirlo.

¿Es por eso que también convoca a músicos jóvenes, como su hijo, o Tomas Gubisch que tenía menos de 20 cuando tocó con usted?

-Sí, claro. A mí no me gusta andar con viejos. Asi me siento joven tambien yo. ¿Saben por qué estoy con los jóvenes ? Porque la gente vieja está cansada, no tiene entusiasmo. Y no hablemos del tango donde parece que están pegados, clavados. Pero los jóvenes estan con los 220 voltios enchufados, y yo soy así.

No siempre es fácil encontrar un lugar para los jóvenes, más alla del ímpetu.

-Para mí es lindo dirigirme a ustedes, que están empezando en esta profesión que es el periodismo. Es algo muy importante. Tomen los ejemplos de lo que No debe hacerse: miren mucha televisión, asi saben lo que no deben hacer en el futuro.

¿Alguna vez usted tocó gratis en el Metro de Paris?

-Sí, nos contrató el municipio de París y fuimos muchos músicos y otros artistas que estábamos trabajando allí en ese momento.

¿Eso no se podría hacer en la Argentina?

-Se tendría que hacer, acercar el arte, la música a todo el mundo. Alguna vez se va a hacer. Eso fue por la inauguración de la estación Au Vert, una estación de subte de 4 pisos. Fueron más de 5 mil personas, más los que pasaban por allí, todos escuchando con respeto y amor. Fue una experiencia extraordinaria, recuerdo que esa noche yo debutaba en el Olimpia con George Moustakis, y fuimos de una disparada a Au Vert porque no nos queríamos perder eso. Ojalá se pueda hacer alguna vez en Buenos Aires o cualquier otra ciudad.

Ya que estamos, seguimos con el ping-pong dentro de lo nuestro, empezando por Bernardo Neustadt.

-No sé, es como un comodín, está en todos lados, es como el pimentón.

¿José Gomez Fuentes?

-Desagradable.

¿Mariano Grondona?

-Politiquero.

¿Manfred Schoenfeld?

-No me llama la atención. Les vuelvo a decir, me tienen muy cansado. Los políticos me han mentido mucho, me tienen muy cansado realmente, no la voy con eso. Yo estoy en otra. Soy una persona que hago mi lucha, en mi mundo, creo en lo que hago y quiero lo que hago. Si yo tengo que pensar lo que dicen los Neustadt, los Grondona o los Gomez Fuente, me tengo que pegar un tiro mañana a la tarde.

¿Qué persona o suceso ha influido en su vida de manera sustancial?

-Sin dudas mi profesora en París, en 1954, Nadia Boulanger. Ella fue prácticamente mi segunda madre. Me hizo girar 180 grados. El Piazzolla que volvió en 1955 a Buenos Aires, revolucionó todo el tango, y ahi se armó "el gran despiole", el gran cambio, que era lo que hacía falta. Y no hay cosa más dificil para un pueblo que le quieran cambiar las cosas, y yo lo cambié, especialmente esa "religión" que se llama Tango.

Por último: su opinión de Astor Piazzolla.

-Bueno...soy una persona sincera, respetuosa. Soy irrespetuoso cuando las cosas no valen y debo serlo. Y yo no tengo pelos en la lengua. Hay mucha gente que es muy "no te metas", tiene miedo, y yo no soy así, no tengo miedo, no soy cobarde. Si algun día me tuviera que ir del país, porque me echa algún General, me iré. Pero la ventaja que le llevo al General es que él va a pasar y mi música va a quedar.

¿Cuántas veces ha votado?

-¿Con B larga o V corta ? Miren, soy muy pesimista. Yo quisera que todos trabajemos en serio. Yo trabajo para mí, y para mi país. Lo digo siempre, nosotros salimos a tocar y la gran ventaja que le llevamos a la selección de Fútbol es que nosotros no perdemos. Cuando nos vamos de gira no viene nadie a Ezeiza, tal vez la familia, ningun periodista. No se le da importacia a la música o al arte. Pero cuando se va Maradona, lloran todos, pagan 12 millones de dólares y lógicamente eso nunca va a pasarnos a nosotros. Nosotros tenemos otras maneras de hacer quedar bien al país.

No hace mucho usted dijo que está cansado de los reportajes. Inclusive que iba a hacer un "reportaje tipo" como un formulario de compra-venta de automóviles y se los iba a entregar a los reporteros.

-Es cierto, lo había dicho porque hay muchos periodistas mediocrones que preguntan los que les dije apenas entraron. "¿Es tango, no es tango?". Siempre la misma tontería y la verdad que cansan. Basta de mirar para atrás, hay que mirar para adelante, y lo único que me interesa a mí es mañana, lo que van a hacer ustedes. Me interesa mucho el movimiento del rock nacional, por ejemplo. Sin tener yo una gran admiración por la música que hacen, porque creo que todavía no están en lo que deberían ser, admiro el sentido nacional y la fuerza que tiene todo el grupo de músicos y la gente que los sigue. Creo que éste es el hecho más importante que ocurrió en la música en los últimos tiempos. Ahora, el rock nacional tiene que preocuparse por tener un poco más de musicalidad, porque le falta musicalidad, intérpretes, instrumentistas, cantantes. En definitiva, preocuparse un poco más y estudiar.

"¿Pueden prender las luces ?", preguntó Pablo Ziegler sentado al piano, mientras por la escalera del escenario bajaba el afinador. "Soy ciego", dijo mientras esperábamos que se encendieran las luces para irnos por donde vinimos. Fue en 1982, un año terrible para la Argentina. Yo había cumplido 20 ese verano. Cuando llegamos a la puerta del teatro, empezó a sonar el fuelle. Volvimos sobre nuestros pasos. Nos sentamos en la última fila, y compartimos las tristezas de un Doble A. El ensayo duró una hora, la emoción casi 40 años.