La tensión entre Estados Unidos y Corea del Norte sigue en aumento, en una crisis con advertencias verbales que se tornan cada vez más agresivas y que son seguidas de espectáculos insólitos en los que uno y otro intentan demostrar su capacidad militar. El domingo por la mañana, el líder norcoreano Kim Jong-un difundió la recreación de un ataque con misiles sobre una ciudad estadounidense durante un acto celebrado en Pyongyang. A los pocos días, Washington reconoció que una flota nuclear, que supuestamente se dirigía a la península de Corea, nunca tuvo ese destino y que se trató de una operación “psicológica”.

El mismo día que Corea realizaba un nuevo lanzamiento fallido, una multitud de militares estallaba en aplausos en un auditorio mientras veía cómo un misil nuclear Hwasong atravesaba el Pacífico para estallar en una ciudad desconocida de Estados Unidos. Un coro de militares entonaba una canción compuesta especialmente para la ocasión mientras ardía una bandera estadounidense como telón de fondo, el mismo día en que se cumplía el 105 aniversario del nacimiento del fundador del país Kim ll-sung.

Las escenas, publicadas hoy por el canal estatal, se difundieron después de las advertencias del vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, quien denunció enfáticamente las recientes pruebas nucleares y amenazó con lanzar un “ataque preventivo” en caso de que continuaran. Corea respondió casi inmediatamente, señalando que el culpable de toda la situación era Estados Unidos y advirtiendo que “estaban preparados” para contraatacar en cualquier momento.

En medio de las amenazas mutuas, Washington ahora contradijo la versión oficial que indicaba que una flota de barcos cargados con armas nucleares se estaba dirigiendo a las costas de Corea del Norte, después de que por error las fuerzas armadas publicaran una foto que mostraban al portaaviones nuclear a más de 5 mil kilómetros de su teórico destino.

Fue un engaño del que participaron todos: los almirantes, el secretario de Defensa y hasta el presidente Donald Trump. El portaviones nuclear Carl Vinson y su poderoso grupo de combate, con 6 mil soldados y más de 60 aeronaves, siempre navegaron en dirección contraria, hacia Australia, a pesar de que el despliegue se hubiera anunciado como una advertencia a la “carrera temeraria, irresponsable y desestabilizadora” de Corea del Norte, empeñada en construir un misil nuclear intercontinental.