Un año atrás comenzó la pandemia en Argentina con la confirmación en el país del primer caso de covid-19. El 20 de marzo, el Gobierno anunció una cuarentena total, con el objetivo de preparar el sistema de salud, desguarnecido durante la administración anterior. Y así fue como, a partir de esa fecha, una batería de medidas vinculadas al campo sanitario, económico y social fueron puestas en marcha por el Estado. Desde la adquisición de respiradores y la disponibilidad de nuevas capas de terapia intensiva, fundamentales para disminuir la mortalidad que causa el Sars CoV-2, hasta ayudas económicas para aquellos ciudadanos que, producto del aislamiento y aquello que se denominó como “nueva normalidad”, perdieron sus fuentes de trabajo, o bien, disminuyeron de modo significativo su poder adquisitivo.

En los meses que siguieron, los operativos de testeo y las negociaciones que el gobierno llevó a cabo para la compra de vacunas fueron dos de los ejes más importantes. Los acuerdos para producir la opción de Oxford/AstraZeneca, el anuncio de la compra de las dosis de Sputnik y la llegada de las tecnologías provenientes de la empresa estatal china (Sinopharm), en el presente, encienden los motores del proceso de vacunación más importante de la historia.



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