Desde hace tiempo el tema precios ha estado presente en los hogares argentinos. Medios radiales, gráficos, informes en la materia abordan la problemática desde diferentes ángulos. En su mayoría apuntan a que el origen del aumento de precios subyace en la variación alcista de los costos variables de producción, en especial el salario, impuestos y la emisión de dinero.
Si bien es válido señalar que en ciertas ocasiones del ciclo económico el salario puede llegar a convertirse en una variable importante respecto al alza de precios, al igual que el incremento monetario y los carga impositiva, también es cierto que no toda la responsabilidad recae en ellos.
Existen algunos otros fenómenos económicos que hacen que los precios suban, independientemente del salario y el dinero.
Especialistas
Si hay un tema tratado es la cuestión de la inflación. Cada especialista en la materia tienen su partitura y comienza a tocar su melodía sin percatarse que la realidad económica, histórica y social de cada país es totalmente diferente.
Los más conocidos son los que atribuyen el aumento de precios a la cuestión monetaria. Sinfonía nada novedosa que lleva siglos escuchándose. Un clásico que se repite constantemente y sin dudas es de los más escuchados en Argentina. Argumentan que el aumento de la cantidad de dinero respecto al conjuntos de bienes y servicios producidos termina reflejado en los precios.
En sintonía con esta tonadilla nos topamos con los que llamaremos "creadores de carestía". Los mismos estiman que la inflación se debe a situaciones de escasez en los mercados de bienes y servicios.
También están los que atribuyen la causa al aumento de costos e impuestos. Los "guerreros contra la retribución al trabajo y el Estado" responsabilizan al salario y a la excesiva carga impositiva por la escalada de precios.
Otros apelan por explicar los orígenes en temas relacionados a lo estructural. Para los estructuralistas el alza de precios se debe a la negación de la existencia de los mercados de competencia perfecta, en consecuencia, la concentración y centralización del capital propicia la fijación de precios a voluntad.
Dentro de este tono musical, nos encontramos con "los cambiarios". Los mismos relacionan a la inflación con el tipo de cambio. Una devaluación de la moneda nacional respecto al dólar conlleva a un alza de precios generalizada.
De la cuestión cambiaria derivan los especuladores. Con independencia de la verdadera evolución cambiaria estos aumentan los precios "por las dudas" o también, en otros casos, lo hacen a pesar de importar bienes y servicios a tipo de cambio oficial y venden a precios relacionados al tipo de cambio del "mercado arbolito".
Varias causas
Podrá observarse que cada uno tiene su verdad respecto al origen inflacionario. Si bien resulta erróneo establecer una monocausa, tampoco es conveniente que todas las causas se coloquen en el mismo nivel a la hora de establecer la discusión para encontrar los diferentes caminos que guíen a la comprensión y solución del problema inflacionario.
A los que pregonan que el incremento de la cantidad de dinero genera inflación habría que preguntarles: cuando en años anteriores se estableció como pauta el crecimiento nulo de la base monetaria, ¿por qué los precios aumentaron alrededor de un 60 por ciento? ¿Cuánto es la emisión efectiva si de forma constante el Estado oferta activos financieros en pesos para absorber el excedente?
Respecto a los que alegan situaciones de escasez la pregunta es: ¿quiénes son los generados de esta situación? Aquellos que referencian a los precios/costos, ¿quiénes son los que distorsionan esas variables? ¿Cómo es posible que con tarifas de electricidad, gas y agua congeladas y salarios en términos adquisitivos a la baja, los precios hayan aumentado 36 por ciento este último año? Por lo general, la respuesta a estos interrogantes es uniforme: la culpa es del Estado.
El Estado es el que le da a la "maquinita" y el Estado es el que provoca situaciones de desestabilización económica por sus "pésimas" decisiones fiscales, monetarias. Siempre se apunta a un mismo responsable. Puede serlo por manejos de política económica, pero ¿es el único al que hay que condenar? Acaso ¿no hay otros actores que también contribuyen al agravamiento de la enfermedad?
Luego están los que fundamentan razones estructurales. Si hay algo que caracteriza a la economía argentina es su nivel de concentración de mercados. Para brindar algunos ejemplos ilustrativos: una empresa concentra casi el 80 por ciento del mercado de golosina, el mercado de aluminio primario es acaparado en un 100 por ciento por una sola, cuatro prestadoras de cable representan el 75 por ciento del mercado, tres el 91 por ciento de gaseosas, una el 25 por ciento del mercado de leche.
Y así se podría seguir enumerando infinidad de imperfecciones. ¿Dónde está la libre competencia? ¿La concentración no representa manipulación de precios?
Finalmente, el tema cambiario. Argentina es unos de los principales exportadores de granos a nivel mundial, ergo tiene capacidad de generación de dólares pero los mismos son muy pocos (diez empresas acaparan el 90 por ciento de las exportaciones de granos, aceites y harina).
A ello hay que sumarle un fenómeno en el que se destaca Argentina: el proceso de endeudamiento y fuga de capitales: casi 90.000 millones de dólares en el último gobierno neoliberal.
Oferta de dólares concentrada en unos pocos, más endeudamiento y fuga conlleva como resultado a devaluación del peso argentino - inflación - redistribución del ingreso.
Entonces, quienes publicitan las devaluaciones ¿por qué y para qué lo hacen? Ante semejantes desequilibrios de mercados que perjudica a muchos y beneficia a pocos, ¿no es necesaria la regulación del Estado?
Problema
No existe una causa exclusiva. El fenómeno de la inflación es un problema macroeconómico, y dada la complejidad de la morfología económico / social argentina, de muy difícil solución.
No hay una receta universal aplicable a cada país. Creer que bajando la emisión, reduciendo impuestos o esbozar soluciones en base a planteos ilusorios de mercados de competencia perfecta, llevará a planteos resolutivos que no tienen asidero con la realidad.
El problema inflacionario es de vieja data. Se han aplicado placebos pero la dolencia continúa. Cierto es que hubo políticas más exitosas que otras, pero la enfermedad no se erradica.
No será hora de dejar la partitura clásica e intentar con nuevas melodías que se asemejen más al escenario argentino.
Un aspecto no menor es que la solución no es exclusivamente económica, sino también política. Creer que existen fórmulas económicas mágicas aisladas que lleven a resolver el problema marginando del análisis variables relacionadas con lo histórico, social (estamentos sociales, intereses de clases sociales), rol del Estado, llevará al mismo resultado: la perennidad de la patología y la imposibilidad del desarrollo.
* Profesor de Economía y Miembro del Observatorio de Comercio Internacional del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Luján.