Tras vestir 21 camisetas, llevar su fútbol a siete países y a sus 38 años, Santiago Silva escuchó una noticia que cambió su carrera. Por lo menos la parte final de la misma. El 12 de abril de 2019, a falta de quince minutos para el final del partido entre Gimnasia y Newell’s, Darío Ortíz mandó a la cancha al Tanque en lugar de Lorenzo Faravelli, para ver si el dueño de casa podía romper la paridad. La suerte fue esquiva porque los rosarinos se llevaron la victoria en el descuento y porque el antidoping posterior realizado al delantero uruguayo tuvo resultado positivo a partir de altos niveles de testosterona.
“Sinceramente me tomó por sorpresa la noticia y después de tres meses llegó la suspensión. Durante ese plazo tuve otros controles y nunca arrojaron nada. Eso me resulta raro. Nadie niega que yo estaba haciendo un tratamiento de fertilidad, lo que no se entiende son los dos años de suspensión”, explica este jugador que actualmente no pertenece a ningún club tras finalizar su vínculo contractual con Argentinos el 31 de diciembre.
Se entrena en doble turno, aprovecha para llevar a sus hijas de 8 y 13 años a la escuela como no pudo hacer durante muchísimos años y puso en stand by su sueño de ser padre nuevamente. Reconoce que no tuvo ofertas este último tiempo a partir del estado público de su sanción y confía que tendrá varias cuando la mano cambie. Un goleador enérgico, y a corazón abierto, cuenta su verdad a Página 12.
-¿Cómo está Santiago Silva hoy en día?
-Bueno, bien, más allá de que me toca no estar donde quiero estar. La verdad que lo más duro fue al principio. Hoy estoy muy bien, creo que después de esta pandemia todos aprendimos a valorar qué es lo que realmente nos importa que es la familia. Si la tenemos con salud eso es lo primordial. El resto es el marco del cuadro. Yendo para adelante, con la actitud que tengo siempre.
-¿Cuál fue su reacción al enterarse de la sanción?
-Estaba concentrado para jugar un partido en Mar del Plata y lo primero que hice fue hablar con el médico y comentarle que me parecía rarísimo, que estaba haciendo un tratamiento de fertilidad desde enero. Luego conversé con el técnico para ver si podía jugar ese día. No había problema así que pude estar presente. Después de todo eso asumí la responsabilidad con el grupo. Como soy un líder, les expliqué a mis compañeros lo que había pasado. Porque en esta sociedad cuando uno escucha doping piensa que la persona tiene algún problema. Es una palabra que está como prohibida para el más chico o la persona más grande. El plantel entendió totalmente lo que me pasaba y cuál era el tema.
-El año pasado una resolución judicial dejó sin efecto la medida cautelar que había dejado en suspenso la sanción de dos años dictada por la Comisión Nacional Antidopaje. ¿Cómo vivió ese revés?
-Fue duro. A mí no me habían dado una sanción inicialmente, sino que me dijeron que no podía jugar en la audiencia. Porque cuando uno arroja un doping positivo debe presentarse ante una audiencia con el Comité Antidopaje, lo digo porque me pasó. Me reuní con tres o cuatro personas, acompañado de mi abogado, expliqué lo sucedido y la sustancia utilizada. Llevé los papeles, los procedimientos y absolutamente todo. Quedamos bastante contentos por cómo se había dado la reunión y porque había sido positiva. Aunque con el tiempo uno se da cuenta de un montón de cosas. En ese momento no me dieron una sentencia firme, sino que quedaba imposibilitado de jugar hasta nuevo aviso. Pasó una semana, dos, tres y seguía sin jugar. Con los abogados de Argentinos decidimos ir a la Justicia. Anteriormente había tenido una reunión con (Sergio) Marchi (secretario general de Futbolistas Argentinos Agremiados) e intenté llegar a la AFA, pero no tuve suerte. Los caminos se fueron cerrando. Como futbolista, lo primero que hice fue acudir al gremio para que me ayudaran y asesoraran. Pero pasó todo lo contrario. A la semana de acudir a la Justicia ya estaba jugando porque ninguna persona sin sentencia firme puede estar impedida de trabajar. Continué jugando casi dos meses y más tarde llegó el parate por la pandemia. Fueron ocho meses y veinte días esperando que volviera la actividad, entrenando cada uno con su equipo por Zoom. Antes del primer partido del campeonato que empezaba se cayó la cautelar. Y desde ese momento comenzaron a contarse los dos años.
-En una entrevista indicó que "Al fútbol no le gustó que fuera a la Justicia ordinaria”. ¿La sanción tan dura para alguien sin antecedentes puede responder a eso?
-Seguro, eso es claro. Pero es como le dije hace un mes al presidente de AFA (Claudio Tapia), a mí se me cerraron los caminos. Yo fui a donde tenía que ir, fui a Agremiados y no me ayudaron. Tengo una relación muy buena con "El Turco" Marchi", pero no sé qué pasó en ese momento.
-¿La presión ejercida en redes sociales con el hashtag #DejenJugarAlTanque sumado al apoyo de sus colegas fue la que posibilitó esa reunión en AFA?
-Sí, olvidate. Esa es la presión que yo generé. Porque cuando estaba en Argentinos no podía hablar. Si bien iba todo por la Justicia, no podía hablar porque en esta sociedad en la que vivimos el vuelto podía ser importante para el club. Y yo no quería confundir ni ser un ancla para el club porque seguía entrenando y siendo parte de la institución, que se portó de maravillas conmigo y creo que fue recíproco por las formas.
-¿El encuentro produjo algún avance en la situación?
-Se avanzó, aunque creo que llegué tarde. No pudo ser cuándo quería. Porque los caminos se fueron dando de diferentes formas. Fue tarde, pero positiva. Hoy también sigo esperando alguna novedad que todavía no tengo.
-Con 40 años, ¿su lucha pasa por seguir en actividad, por despedirse jugando o por limpiar su nombre?
-Limpiar mi nombre no, porque no soy drogadicto. Gracias a Dios no tengo un problema social ni nada por el estilo. Que intente tener un hijo con un tratamiento de fertilidad y que me dé doping es otra cosa. Creo que la forma de cualquier persona normal es seguir intentando y luchando. Me caracterizo por mi actitud dentro de la cancha y de igual forma lo vivo afuera. Es una lucha primero por mí y por mi familia, porque nadie me va a decir cuándo me tengo que retirar. Yo antes de esto no había pensado en retirarme. Porque entreno a la par de chicos de 20 años y me siento muy bien. Lo sigo disfrutando. Por ahí es al revés de lo que ocurre con otros jugadores que cuanto más grande se ponen más les cuesta. A mí me pegó al revés. Ni siquiera es una lucha, es algo que quiero para mí. Con el tiempo me voy dando cuenta que hay mucha gente que se refleja en lo que me está pasando. Lo mío tiene que ver con el deporte, pero esa lucha que hay que tener contra supuestamente gente poderosa genera identificación. Hoy me toca vivir este momento que, anteriormente fue muy malo, y hoy es positivo porque me automotivo, me doy más fuerzas y la gente hizo algo realmente emocionante. Más allá de las camisetas con las que me haya tocado jugar, siempre intenté hacer lo mejor con la más chica o la más grande, y la gente se ve reflejada en esa actitud. Dije la verdad, mi verdad, lo que me pasó y hoy por hoy decir la verdad en la sociedad, donde hay falta de sentido común, cuesta un montón.
-Recientemente el fútbol estuvo de luto por el suicidio de Santiago García y hace poco hubo otra alerta por los posteos de Sebastián Morquio, otro compatriota suyo, ante la necesidad de una oportunidad laboral que pidió por Twitter. ¿Considera que hay una contención psicológica acorde para el jugador y el ex jugador?
-Antes no existía la figura del psicólogo en el mundo del fútbol. Tampoco había tantas presiones. Los jugadores por ahí eran más grandes y tenían más mentalidad, más cabeza. Hoy es totalmente diferente. Los planteles generalmente promedian entre 20 y 27 o 28 años, con alguno más grande. Hoy el psicólogo es una ayuda primordial para los más chicos a partir de que todo se vive muy rápido. Hay clubes que sí lo tienen, otros que no, pero se ha mejorado mucho en eso. Lo que veo que se podría mejorar es la empatía. Veo poca gente realmente del fútbol, que haya jugado y esté empapado en el tema, que ocupe lugares en las dirigencias. Tanto en los equipos como en AFA. Veo poca gente que tenga esa sensibilidad, hay poco tacto y muchos empresarios. Si bien sabemos que el fútbol es un negocio, aunque algunos no quieran decirlo. Los futbolistas de alto nivel terminan yéndose de los cargos dirigenciales porque jugador o ex jugador y empresario no van de la mano. Uno lo mira como una industria y el otro con más corazón.