Está Rodolfo García contando cómo, cuándo y por qué surgió PosPorteño a principios de siglo, cuando de repente de cuela la voz de Alejandro del Prado, otro de los integrantes. “En esa época, todavía no había empezado el tango joven”, tira así, espontáneo como es, en ronda telefónica con Página/12. Habrá tiempo de hablar de ello, claro. Pero prima acentuar que este inspiradísimo trío de devenir irregular que completa Daniel Ferrón en bajo y voz, volverá a tocar en público este viernes 5 de marzo a las 21 en Rondeman Abasto (Lavalle 3177). Lo de irregular va a atado a dos cuestiones. La primera es que el trío no dejó más grabaciones que un EP en modo demo con cuatro temas. Y la segunda es que, después de un arranque que parecía llevarse todo por delante, frenó su marcha. “Dejamos de tocar un tiempo, cada uno se dedicó a lo suyo y lo que más sentimos fue no haber grabado un disco. Nos faltó eso, aquella vez”, reconoce el imparable exbaterista de Almendra, Aquelarre y Tantor.

-¿El retorno vendrá con un disco bajo el brazo, entonces?

Rodolfo García: -En principio, hablando con Daniel y con Alejandro, decidimos juntarnos a tocar sin ninguna idea ambiciosa en lo profesional. Sí en lo musical, claro.

Daniel Ferrón: -Es la idea que seguro se plasmará el viernes, a través de una estética muy vinculada al tango, al rock, a la murga, a la milonga, en fin… el barrio, la historia y los orígenes de cada uno, porque PosPorteño es eso: un grupo bien argentino.

-En 2002, cuando arrancó el trío, Alejandro dijo a Página/12 que la fusión entre tango y rock ya no era innovadora, pero lo que hacían ustedes sí. ¿Hasta qué punto mantienen la postura?

Alejandro del Prado: -En todo sentido y de frente march, porque yo rasgueo un tango y se ensambla perfectamente con otras músicas, sin buscarlo premeditadamente, como pasa con las “fusiones”. Por eso está bueno lo de PosPorteño, porque ahora hay todo un quilombo con eso de la porteñidad... Bah, siempre lo hubo (risas). Sumale que en el '55 se acabó la protección a las orquestas de tango y todo empezó a “fusionarse”, de algún modo. Aunque pese a todo hay un toque, una rítmica porteña que cuaja bien con los instrumentos de rock que tocamos, porque en el rock también hay una porteñidad.

-Que viene de los orígenes, por cierto: Almendra, Manal, Moris, Nebbia...

R.G.: -Totalmente, sí. PosPorteño, de hecho, recupera parte de esa impronta.

-Relativizado si se quiere por esto de lo “Pos”. ¿Qué significado le atribuyen ustedes a ese Pos? ¿De qué manera explica o sintetiza lo que hace el trío?

A.d.P.: -Es un poco contestatario lo de Pos. Tiene que ver con la posmodernidad, que no es algo tan lavadito como parece. Creo que esa imagen negativa de lo posmoderno es algo de acá, algo porteño. No sé, parece como que hay que disculparse. Vos acá te ponés una campera negra y listo. Pero en Europa hacés eso y te dicen "te vestiste de yonqui". Hay vestimentas urbanas que pertenecen a grupos urbanos, que después acá se adoptan como moda, y uno putea contra esto. Igual, la porteñidad y la posporteñidad son cosas que vivo con mucho cariño. Amo eso, porque me acuna y me acaricia todos los días.

-¿De qué manera se traduce esta cuestión a lenguaje musical?

R.G.: -En lo musical, lo que más nos entusiasma es lograr un sonido original, espontáneo. Cada uno aporta lo que trae tras tantos años en la música, su bagaje. No solo la música que ha tocado sino la que ha elegido escuchar. Creo que eso queda plasmado en lo que hacemos, porque hay electricidad, porque hay aires de tango y de milonga, porque hay cierta cosa de la murga, pero no como un pastiche, como algo pegoteado, fusionado, sino como algo que fluye con naturalidad, con espontaneidad. Por ejemplo, la generación mía viene de escuchar tango en la radio todos los días. Era algo muy presente eso de las orquestas que tocaban en las radios, por eso es que el rock argentino se compone de una conjunción de la información “a medias” que recibíamos de bandas internacionales que nos gustaban mucho, con las vivencias que traíamos de nuestra infancia. Por eso el tango en Almendra o el folklore en Arco Iris.

A.d.P.: -Obvio. En Almendra yo escuché tango de una, en tiempo y forma ¡y cincuenta años después me enteré de que el “Flaco” Spinetta cantaba tangos! Contesto la pregunta, entonces: lo porteño se traduce a lenguaje musical con lo que ha quedado de todo eso y con cómo se construye a partir de la amalgama de las pocas esencias que quedaron. Y desde ahí se puede construir mucho, ojo. Vos ves un tipo caminando, pantalón corto, remera negra, y decís "mirá, camina como un porteño". Se para, espera el bondi medio doblado... Y acá hay una esencia también, más allá de lo musical.

-La que reflejan los poetas que ustedes musicalizan, por caso.

A.d.P.: -Que no son todos específicamente del tango, pero que al final sí lo son: ¿quién va a decir que Jorge Boccanera, Ardizzone o Cacho Constantini no son del tango?

Buena parte del repertorio de PosPorteño nace precisamente de la musicalización de poesías de tales escritores. Uno de ellos se llama “Ciudad de antes, ciudad de ahora”, y pertenece al escritor y periodista deportivo Osvaldo Ardizzone, con quien Del Prado trabajó antes de integrarse al grupo Saloma en 1974. “Es una milonga muy densa, larga, que habla de cuando el guapo pierde el pucho y se le ve la sonrisa”, grafica el guitarrista y cantor. El trío también le pone música a “Salud a la Cofradía”, de Raúl González Tuñón, y a “Carta. Buenos Aires 15 de Noviembre”, de Boccanera. “Esta pieza no tenía originalmente una métrica tanguera, digamos, pero su porteñidad pasa por el tratamiento de milonga que le dio Jorge”, señala el autor de “Los locos de Buenos Aires”, y la bellísima “Hijo de un puerto”, que también será parte de la lista de temas. “Este es un tema clave de Ale”, interviene Ferrón. “Ahí está el porteño: en la forma de prender un cigarrillo, arreglarse el calzoncillo y escupir de coté”, se ríe el bajista y cantante, que fue uno de "los amigo" de Luis Alberto Spinetta en el disco póstumo del genio de Arribeños.

-A propósito, Daniel, ¿cómo te llega a vos esa musicalidad porteña, esa poesía, siendo de una generación más joven que la de Rodolfo y la Alejandro?

D.F.: -Ya es como una praxis, en realidad, porque cuando empecé a tocar, tras terminar la secundaria, mi primer trabajo profesional fue con Ale… Él acababa de grabar Los locos de Buenos Aires, yo iba a verlo a los conciertos que daba en “El ciudadano” o en Agronomía, hasta que me tocó hacer la gira de Franja Morada durante el '85, '86, y ahí empecé a tocar el bajo con él. Desde entonces conozco sus lenguajes y sus códigos. Y con Rodolfo, bueno, ya llevamos muchos años de esta vida tocando juntos, así que PosPorteño también es una síntesis de distintas generaciones, pero de la misma cualidad con respecto a la música, la poesía y los conceptos.

A.d.P.: -Yo soy peronista... ¡recién me entero que la gira era de Franja Morada (risas)!

D.F.: -Pero fue maravillosa esa gira… Nos fuimos a tocar a un montón de universidades del interior, creo que la había organizado Pacho O´Donnell.

A.d.P.: -Bueno, sigo: lo que cuenta Daniel me hace acordar a lo mío con Rodolfo. Yo iba a verlo de chico, cuando estaba con Almendra. Después tuve la suerte de conocerlo, hicimos algunas tocadas. Nunca, pero nunca dejo de lado que estoy tocando con un crack como Rodolfo y otro como Dani: son dos musicazos.

-¿Van a tocar “La murguita de Villarreal”?

A.d.P.: -Si alguien la pide, sí. Pero la que entra seguro es el “Tanguito de Almendra”, que obviamente tiene su porqué.

-¿Y alguna del Almendra?

R.G.: -No lo sabemos aún. Pese a que la lista es extensa, no hay ninguna estipulada por ahora. En un momento hacíamos “Final”, pero no tenemos pensado hacerla ahora.

-Elipsis al principio… ¿Cuándo empezó eso del “tango joven”, Alejandro? Faltó desarrollarlo.

A.d.P.: -Y, arrancó con los que hoy más o menos tendrán 50. Pero en ese momento –principios del siglo XXI- aún no estaba definido. Era algo que se daba en las milongas y esas cosas... Por eso, el toque tanguero que tenía PosPorteño cuando nació era novedoso. Y lo sigue siendo, por supuesto.

A prueba de boludos

“Es música a prueba de boludos, no hay nada prefabricado”. La sentencia se transformó en el título de la nota que Del Prado, García y Ferrón, habían dado a Página/12, en noviembre de 2002. A priori, alguien podría decir que salió de las vísceras rebeldes de Del Prado, pero no, quien la dijo -para definir la música de PosPorteño- fue Rodolfo García. “Los bateros hacen eso… de repente el de Almendra dice algo así y el de Manal graba un disco que se llama Basta de boludos”, se ríe Ferrón, en referencia al cuarto disco solista de Javier Martínez, publicado en 2003. “Fue una frase que se transformó en un título, pero no sé si lo merecía tanto”, aclara García. “No sé, cuando la dije pensé en ese tipo que por ahí le hacés escuchar algo y te dice 'sí, está bien, pero me parece que ahí, en el estribillo, no sé, yo le hubiese puesto otra cosa'. O ese otro que te dice 'sí, está lindo, pero me parece que el sonido es muy '70, faltaría ajustar algo ahí', y esas cosas, ¿no? Hablo del tipo al que le gusta lo que hacés, pero no se banca decir que está bárbaro, que está muy bueno, y entonces tiene que encontrar el pelito flotando en la leche. En ese sentido, lo dije”.