¡Zamunda por siempre! Nadie profiere ese grito en Un príncipe en Nueva York 2 (Amazon Prime Video) pero su eco es bastante perceptible. Es, para empezar, la secuela de un suceso que convertiría a Eddie Murphy en una de las estampas de los ’80. A más de treinta años de su estreno, el noble monarca africano Akeem y su fiel asistente Semmi (Arsenio Hall) retornan a la jungla urbana por excelencia. Y con ello, la caravana de chistes sobre diferencias culturales, las toneladas de maquillaje para interpretar múltiples personajes, el sarcasmo de los viejitos en la peluquería y, obviamente, los arcos dorados de McDowells. “Queríamos que todos volvieran. En realidad, queríamos comenzar donde terminó la historia”, dijo Murphy en una conferencia de prensa virtual de la que participó Página/12.

Estrenado en 1988, el largometraje de John Landis narró el periplo de un heredero africano en busca de una esposa en los Estados Unidos. Producto del desconocimiento, culminaba en el barrio de Queens, lugar donde finalmente conocería al amor de su vida, Lisa (Shari Headley). Mezcla de cuento de hadas y chistes de calibre grueso, con el paso de tiempo Un príncipe en Nueva York se ha ganado un nuevo estatus. En la continuación -dirigida por Craig Brewer- Akeem es un rey con un problema a cuestas. Ninguna de sus tres hijas mujeres tiene chance de acceder al trono por los conservadores usos y costumbres del lugar. Como en su primer viaje podría haber engendrado un hijo varón, la maquinaria se pone en marcha. Además de este dilema, está la cuestión del General Izzi (Wesley Snipes), el tirano y pérfido dictador de Nextdoria que quiere eliminar al gobernante de Zamunda.

Más allá del relanzamiento, la nueva historia y la introducción de personajes, lo que resuena aquí es un desprejuiciado déjà vu. “Amo cuando el reverendo y Randy Watson tienen sus idas y vueltas. Su química está intacta”, dice Arsenio Hall. Y también hay un festejo permanente de lo afroamericano. “Tengo que admitir que en la primera película me impresionaron y me encantaron más las secuencias iniciales de las escenas de danza africana, esa gran pompa me encanta. Eso fue lo que más me llamó la atención”, cuenta Snipes. Tracy Morgan, que aquí tiene un secundario, no tiene dudas: “Un príncipe en Nueva York es el Monte Rushmore de la comedia negra. Para Leslie Jones, que interpreta a la madre del posible primogénito, Murphy ocupa un sitial entre sus referentes del humor. “Tengo que confesarlo: en mi juventud me vestía como Eddie, salía toda vestida de cuero negro, bien ajustada al cuerpo. Iba al campus y al shopping vestida así, y le decía a todo el mundo: '¡Voy a ser la próxima Eddie Murphy!'. Se lo dije a mi papá cuando dejé la universidad. Me cagó a pedos”, rememora entre gritos y risas la integrante de Saturday Night Live.

Sin embargo, ya no son los años para el humor del que hacía gala en sus especiales de stand up (Delirious, Raw) o en comedias picarescas como De mendigo a millonario y este clásico. Hay algunos chistes (como el de la fellatio real) impensables para el paladar vigente. En esta continuación, las hijas y esposa de Akeem expresan este nuevo tono. Cuando un cliente de la barbería hace un chiste “sobre bebés africanos hambrientos con moscas en la cara”, otro en sorna le responde que ha cruzado lo políticamente correcto. Esa delgada línea entre el humor crudo y la caza del público ATP, el empoderamiento negro y femenino, tensan la cuerda de Un príncipe en Nueva York 2.

Número puesto en la era del alquiler de videos y a base una eterna reposición en cable, Un príncipe en Nueva York se ganó un estatus dentro de la cultura pop. Muestra de su vigencia es el local de comidas rápidas de Los Ángeles que abrió sus puertas ostentando la iconografía de McDowells. O los memes dedicados al lubricante capilar Soul Glo. Beyoncé y Jay-Z disfrazados para Haloween como los personajes de Zamunda. Hay académicos, como Monica White Ndounou, que consideran a esta producción un hito en la historia del cine por cambiar la representación de los afroamericanos en pantalla. Eddie Murphy es muy consciente del halo. “Es un film de culto. La gente utiliza sus frases como expresiones pegadizas. Durante una navidad, VH1 pasó la película 24 horas seguidas. El baterista Quest Love tiene una banda que se llama The Randy Watson Experience. Es más, la gente dice que Randy Watson fue el primero en tirar el micrófono al suelo”, cuenta en referencia al libidinoso cantante de soul (interpretado por el propio comediante) que vuelve a aparecen en esta entrega.

Un príncipe en Nueva York 2 es, a su vez, una toma de posición frente al blockbuster de Pantera Negra. Los paralelismos con el gran éxito marvelita están dentro y fuera de la propia película. “Se supone que es el príncipe de Wakanda”, lanza Jones en la escena que conoce a Akeem. Murphy no fue el único en darse cuenta de las similitudes entre ambas ficciones. Por Internet hay un falso tráiler de Pantera Negra que imagina a T'Challa con el aspecto del heredero de Zamunda. “Hubo muy pocas películas con un elenco mayoritariamente negro y que hayan tenido tal nivel de éxito. Las contás con los dedos. Un príncipe en Nueva York fue de esas. La pudo ver cualquier tipo público. Puede ser provocativo en Estados Unidos pero en el resto del mundo no les importa un carajo nuestros problemas, o poner la lupa en la injusticia social, los disturbios civiles, o las mierdas por las que pasamos. Un príncipe en Nueva York habla de familia y amor, hacer lo correcto y las tradiciones. Y tenía estas imágenes increíbles de una monarquía negra africana. Pantera Negra hizo lo mismo. Fue la segunda película así. La primera fue Un príncipe en Nueva York. Y la tercera Un príncipe en Nueva York 2. Es un poco como El violinista en el tejado que trata estas cuestiones y tiene su imaginería. Las temáticas son inmortales”, concluye Eddie Murphy.