“Abordar la sensorialidad del campo. El sol, el calor, los animales, lo opuesto a lo urbano”. Eso fue lo que inspiró a Pilar Ruiz a la creación de su obra Suyay, un monólogo interpretado por Agustina Groba, en el que subyacen opresiones de clase y género, pero desde una perspectiva infantil.
La directora, dramaturga y docente tomó un recuerdo como puntapié de escritura, lo hizo suyo y lo ficcionalizó. “Cuando mi abuela era chica vivía en el campo con su madre, su padre y sus hermanos. Y a la edad de 7 años le dijeron que tenía que dejar la escuela porque su madre se había enfermado, y debía ocuparse de cuidarla y de las tareas de la casa”, relata Ruiz. Esa situación quedó latiendo en ella, abriéndole preguntas en relación a la experiencia que vivió su abuela.
De la unión entre aquella “anécdota familiar” y un interés particular por explorar nuevos universos, nació la obra que cuenta la historia de “la Gringuita”, una niña que espera a otra de nombre Suyay, en el establo a la hora de la siesta. Para la autora, “a partir de esa situación, se desprende una mirada de análisis de clase, porque mientras que Suyay no puede ir al establo, la Gringuita sí cuenta con otros privilegios, como poder ir a la escuela o tener tiempo para jugar”.
Suyay fue presentada el año pasado en el Festival Monoblock como un trabajo en proceso. La idea en ese entonces era iniciar la temporada, pero debido a la pandemia y las medidas de aislamiento, su estreno se pospuso para este 7 de marzo. Teniendo como base aquel monólogo inicial, con el agregado de algunos pequeños textos, la nueva puesta implicó retomar el material y revisitarlo. “Para el estreno de ahora hicimos pequeños cambios, modificamos el vestuario y el espacio escénico, pero en su estructura el monólogo sigue siendo el mismo”, detalla Ruiz.
-¿Fue un desafío hacer por primera vez un monólogo?
-Para mi dramaturgia fue algo nuevo hacer una sola voz. Por lo general, he escrito obras con dos, tres, cuatro y cinco personajes. Pero en este caso, empecé a prestarle mucha más atención a la musicalidad del texto, que en un monólogo me parece que queda mucho más de manifiesto. Era un desafío descubrir cómo el afuera, o todo aquello que es aludido, también puede construir tensión dramática, aunque no se haga cuerpo presente.
-¿Por qué decidiste abordar la obra desde la perspectiva de una niña?
-Me interesaba trabajar desde la dramaturgia una voz infantil porque me parecía que le quitaba un montón de preconceptos sociales a temas que se van tocando a lo largo de la obra. Y cómo una mirada un poco más ingenua puede atravesar las situaciones desde la ternura y el amor sin la construcción social y cultural que ya tiene una persona adulta. Me interesaba investigar ese lugar, ciertas zonas que desde una mirada adulta se atraviesan de determinada manera, como una voz niña puede ponerle un color de mucha ternura y amor a ciertas situaciones que a ella y a Suyay les preocupan.
-¿A qué se debió la elección del nombre Suyay para la obra?
-Suyay es un nombre quechua que significa esperanza. Tomo el nombre de ese personaje, que en la obra es todo el tiempo aludido, para generar un cruce entre las expectativas de la Gringuita y lo que va sucediendo a medida que avanza la hora de la siesta. También porque me interesaba poner en primer plano el universo quechua. Desde la obra quise dar lugar a la otredad y la diversidad.
-¿Cómo atravesaste el regreso a la presencialidad?
-Con Suyay pudimos trabajar todos los ensayos con distanciamiento porque no había necesidad de contacto ni acción con otros cuerpos. Entonces, el hecho de que sea un unipersonal nos ayudó a que las medidas de cuidado sean más fáciles de implementar. Sin embargo, a nivel artístico fueron meses muy difíciles. En mi caso, por suerte, me pude mantener en actividad y seguir conectada con el hacer. Pero me parece que la pandemia vino a dejar de relieve el nivel de precarización laboral que tenemos los y las artistas.
Suyay puede verse desde este domingo 7 de marzo a las 20.30 en Moscú Teatro (Juan Ramírez de Velasco 535).