Tras ser mano derecha de un montón de proyectos, de lo que pueden dar fe Juana Molina, Cumbia Hasta El Lunes, Bien Volando o su Bandcamp, Odín Schwartz salió del confort y empujó la balanza hacia su carrera solista. “Estuvo buenísima la experiencia de grabar el nuevo material de Juana en Texas, el año pasado, pero al volver me dieron ganas de grabar mi disco, y me presente para un mecenazgo. Mientras esperaba respuesta, comencé a componer. Y me salió. Así que lo grabaré muy pronto”.

El flamante frontman armó un trío (que tatúa con elogios) para probar esos esbozos y el bajo Fender Precision 75 que le regaló su compañera, y para exorcizar su vena rockera. “Empecé a componer a los 11 o 12 años, cuando escuchaba Nirvana. Por más influencia de otras cosas, hay una energía que tengo siempre que es catártica y dinámica. Me gusta el ruido, el quilombo.”

La cristalización de su arrebato de Schwartz ocurre a pocas semanas de la aparición del nuevo disco  de Juana Molina, Halo, del que es uno de sus coproductores. “Estoy muy orgulloso del show y del disco, que se viene gestando hace más de dos años. Llegamos a Sonic Ranch con 20 loops y cinco ideas más desarrolladas, así que está basado en la experimentación e intuición”. Y a esta desestructuración no estaba acostumbrado el músico de 31 años, además uno de los alquimistas en el salto de popularidad que dio Molina en 2016. “La vi por primera vez en un Ateneo y me gustó mucho. Ahí dije: ‘Cambiaría esto’, y lo hicimos. También quería un poco más de power bailable.”

Este confeso “especialista del fogón” ayudó a inyectarle cadencia al show y a las canciones de la cantautora. Y para muestra está el reguetón huxleydianio Póngame el pongo, Licaldo. “Eso fue para una banda de sonido”, recuerda. “Se dio cuenta de que no tenía idea de cómo hacerlo, me llamó, armé una base y fui a su casa. Y ahí empezó el delirio. Más allá del grupo de cumbia, desde los 18 hago música para publicidad, por eso me adapto fácil y rápido.”

Bien sea haciendo bolero, cumbia, pop o post rock, el sello que atraviesa la obra de Schwartz son las texturas oscuras. “Soy escorpiano”, justifica. “Pero la gente de la astrología que conocí me dijo que no lo parezco, porque estoy siempre de buen humor”. Y vaya que a Schwartz le sobra un gran genio, al igual que tino: su nombre es por el Odin Teatret. “Mis viejos, aparte de fans el grupo de teatro danés, son del palo. Cuando cumplí un año, mi madre fue a verlos y a presentarme. Y ahora los volví a ver. Se cerró un círculo.”

* Viernes 28/4 en Line Arte Festival, C.C. Matienzo, Pringles 1249. A las 21.