8 de marzo de 1986. En el cruce de las peatonales de Rosario, se levanta una jaula. Adentro hay figuras de cartón que representan a una familia. "Modista, mucama, camarera, mandadera", son algunas de las palabras que se leen en carteles hechos a mano. "Trabajadora del hogar, por qué se silencia mi explotación", dice otro cartel. Un biombo tiene pegados recortes de diarios y páginas en blanco, que invitan a escribir. El acto fue organizado por Unidas, un colectivo feminista nacido sobre el final de la última dictadura cívico-militar-eclesiástica. Una de las participantes fue Esperanza Labrador, madre de la Plaza de Mayo. Esperanza Labrador habló desde el megáfono, como puede verse en las fotos que atesora una de las integrantes de Unidas, Mercedes Simoncini. Mechi le dicen a esta histórica feminista rosarina. Ella también arengaba. Por teléfono, ahora, relee el boletín que entregaron ese día. "De repente, surge la pregunta: ¿sos feminista? Y entonces, la duda, el miedo al ridículo, al rechazo. Sí, la palabra feminista es como una boca de tormenta (o de tormento para algunos)", retoma aquellas palabras Mechi, mientras subraya la importancia de haber dejado documentadas las acciones en las revistas publicadas por entonces. "Nuestra historia no es solo de sumisión sino también de rebelión", es el título del tríptico que repartieron por el Día Internacional de la Mujer. 

Unidas editó seis números, entre julio de 1982 y octubre de 1988. Los hacían cuando y como podían, todo a pulmón, sin financiamiento institucional, aunque sí aceptaban aportes de algunas pocas personas conocidas. La historia de los feminismos de la ciudad tiene en Unidas un capítulo para recuperar. Mechi, Lidia, Isabel, Mirta, Miriam, Mónica, Graciela, Elsa, Blanca, Laura e Inés discutían y escribían colectivamente.  No todas participaron de todo el proceso. Una de las que estuvo desde el principio, Miriam,  se fue a vivir al exterior en 1984. Algunas se sumaron después. Otras --que no están mencionadas-- participaron sólo de alguna actividad. Elsa también vive en otro país, y junto a su compañero garantizaron la jaula para la intervención urbana. 

"Mediante un megáfono expresábamos nuestra propuesta. Las proclamas eran cortitas, porque la idea era que la gente pasaba y no se iba a quedar escuchando un discurso. Denunciábamos 'basta de mujeres muertas por violencia'. Generalmente era yo la que estaba con el megáfono en la mano y también estuvo Esperanza", rememora Mechi. Isabel Flores, una de las Unidas, así como Adrián Sánchez y Juan Carlos Spina, del Movimiento de Liberación Homosexual, estaban cerca del grupo de las Madres de Plaza de Mayo, y así surgió la invitación. 

El relato del acto lo hicieron ellas mismas para la revista Unidas número 5, de mayo de 1986. "Para el 8 de marzo nos propusimos realizar una jornada en donde se expongan a la luz nuestro pensamiento y nuestras vivencias. No queríamos permanecer encerradas en un cuarto entre 10 o 15 mujeres, lamentándonos de nuestros problemas, sino que pretendíamos llegar a muchas más, unir nuestras voces junto a todas aquellas mujeres que no conocemos y que también, de una u otra manera, sufren su sometimiento", comienza la nota. "Si bien se trató de convocar junto con otros grupos que también se plantean trabajar en esa perspectiva, solamente realizó con nosotras un trabajo conjunto el Movimiento de Liberación Homosexual", plantearon. "Ese día nos instalamos desde muy temprano en la esquina de Córdoba y San Martín, con afiches, carteles, un biombo en donde colocamos recortes de diarios con las noticias existentes sobre asesinatos, violaciones y muertes de mujeres. Una muñeca gigante y una jaula con una familia de cartón dentro denunciaban mediante carteles y afiches las relaciones de explotación y opresión que se da en las familias y a través del trabajo doméstico como amas de casa", continúa ese testimonio histórico, de una actualidad impactante. 

"Remarcábamos que el asesinato, las violaciones, no eran hechos casuales sino que eran producto de un sistema social que justifica la violación, la tortura y el asesinato. Por esto decíamos que tenemos que empezar nosotras mismas a defendernos, ya que no creemos que el castigo a uno, dos o varios violadores puedan terminar con estos crímenes. No podemos pensar que instituciones que hoy forman parte de este sistema tengan la capacidad de resolver situaciones que están imposibilitadas de resolver por sus mismos intereses e ideología", es otro párrafo de la crónica acompañada por una foto de la jaula, en su primera página. 

Mercedes Simoncini en la concentración del 17 de febrero pasado. Crédito de la foto: Andrés Macera

En la segunda página, cuentan cómo terminó la jornada. "Al mediodía, con una corona floral en la que se leía 'por todas las mujeres violadas y asesinadas', vestidas la mayoría de negro, marchamos hacia la plaza Pringles, reclamando nuestro derecho de vivir sin temores, sin angustias y sin represión", termina la crónica con dos fotos de esa marcha. 

¿Cómo reaccionaban las personas que circulaban por ahí? Mechi no recuerda que hayan habido agresiones. En la revista, lo cuentan así: "Varias personas se acercaban a informarse de lo que estaba pasando, nos daban su solidaridad, tenían interés en interiorizarse más sobre la problemática que se estaba tratando, expresaban su pensamiento escribiendo en los afiches en blanco pegados al biombo".

La actividad callejera del 8 de marzo de 1986 no fue la primera que hubo en la ciudad, el año anterior, la Multisectorial de Mujeres había hecho una manifestación, y Unidas participó, con muchas críticas que plasmaron en el número 4 de la revista. Por eso, al año siguiente decidieron decir lo que ellas querían. 

Algunas integrantes de Unidas siguieron con su participación en marchas feministas hasta ahora. Con la masividad actual del movimiento, algunas sienten que aquello era muy pequeño, les cuesta tomar dimensión del camino que abrieron. 

Siempre presente en las marchas y el activismo, Mechi valora que ahora sean tantas en las calles. "Por un lado está la parte emocional, es muy conmovedor. Son 35 años, en los que pasaron muchísimas cosas. Hubo algunos períodos en los que estuve medio ausente por distintos problemas y ver este crecimiento es maravilloso. Lo que creo y espero, es mi deseo, es que no se pierda la esencia de lo que es el 8 de marzo, en cuanto al Día Internacional de la Mujer, la lucha por condiciones de vida que no las hemos revertido totalmente", dice Simoncini. 

En esa reflexión, recuerda una frase que escribieron en el Boletín del 8 de marzo de 1986: "Es que a las mujeres nos han robado nuestra identidad histórica. No solo ignoramos a nuestras luchadoras, enterradas bajo los escombros de la historia patriarcal sino que además nos avergonzamos de ellas. Y nosotras no queremos empezar de cero".