Cucaño ataca otra vez, advierte la película que Mario Piazza estrena hoy en la 19° edición del Bafici, el Festival de Cine Independiente de Buenos Aires (a las 20.30 en Village Recoleta). Con participación de Espacio Santafesino y del Incaa, Acha Acha Cucaracha promete recorrer la historia del grupo surrealista rosarino, con entrevistas a sus integrantes -‑algunos de ellos dispersos por el mundo‑- y material de archivo (des)encontrado. Todo un reconocimiento también para la trayectoria de este cineasta ejemplar que es Mario Piazza, quien el año pasado fuera convocado por el Festival de Cine de Mar del Plata en la sección Súper‑8.
"Fue muy gracioso, porque al Festival de Mar del Plata me invitaron a mostrar las películas que hice hace 35 y 40 años. Ahora, con sesenta pirulos que tengo, es la primera vez que entro en el Bafici", cuenta entre risas el realizador a Rosario/12. Y agrega que le gustó lo que escribieron en el catálogo, allí donde se lee: "la película saluda con amor a un fulgor que por fin deja ser difuso". "No sé exactamente qué quiere decir, pero me ha encantado", aclara.
Cultor y memoria del Super‑8 de la ciudad, Piazza comenta que "a raíz de mi paso por el Festival de Mar del Plata, hubo un compañero, (el realizador) Ernesto Baca, que me regaló un cartucho en blanco y negro y eso me motivó, filmé la ciudad y fue una forma de producir material de archivo. Es algo notable, como si fuera de 30 años atrás. Eso lo incorporé a la película".
El retrato cinematográfico de Cucaño era tarea pendiente. Dar cuenta de sus andanzas contiene un atractivo per se, que necesariamente indaga en la memoria colectiva. Surgido en 1979, Cucaño contó entre sus filas los nombres de Guillermo Giampietro, Alejandro Beretta, Zapo Aguilera, Carlos Luchesse, Carlos Ghioldi, Miguel Bugni (McPhantom) y Daniel Canale (Marinero Turco), entre otros.
‑ ¿Cómo nace Acha Acha?
‑ Es algo que se remonta 35 años atrás, fui contemporáneo de estos muchachos locos, un poco mayor que ellos, con apenas siete años de diferencia. Desde entonces me atrajeron. Colaboraba un poco, fui a ver una obra de teatro, y les prestaba películas en Super‑8 que había comprado por correo, de Buster Keaton y Méliès, que ellos utilizaban en las proyecciones que realizaban en la casona que tenían en calle Entre Ríos. Es gracioso, hubo una de Keaton, Cops, que no me la devolvieron, los años pasaron y ahora parece que con ocasión del estreno, El Marinero Turco, en un acto solemne, me la va a devolver (risas).
‑ ¿Por dónde andan los Cucaño?
‑ Hay varios que están en Rosario, otros en Buenos Aires. A (Guillermo) Giampietro, uno de los fundadores, que transitó toda la historia del grupo, lo fuimos a buscar a Trieste, en Italia, fue una experiencia linda. A McPhantom lo rastreamos en Miami. Es lindo encontrar que ninguno de ellos reniega de su experiencia adolescente, sino que la reivindican como parte fundamental en sus vidas, y de distinto modo cada uno persevera en esos ideales.
‑ ¿El material de archivo utilizado es sólo tuyo?
‑ Tenía guardado algo, usé muchos descartes y experimentos de lo que hacía en esa época, contemporánea a la acción de Cucaño y que coincide con mis comienzos de cineasta; era material encajonado, que ahora salió afuera y encontró un precioso lugar en la película. Usé algún material que me han pasado colegas rosarinos, muy importante; todo esto, vale aclarar, no es de archivo propio de la acción de Cucaño, sino de la misma época y con un espíritu afín. En cuanto al material específico, la única filmación que obtuvimos, en Super‑8, es la que registró el Taller de Investigaciones Cinematográficas de Buenos Aires, que coincidió con Cucaño en un encuentro internacional de arte experimental en San Pablo, Brasil. Filmaron en particular la intervención que hicieron en la Plaza de la República, a raíz de la cual algunos de ellos fueron presos.
‑ ¿Tuvieron incidentes similares acá?
‑ Alguna vez. Lo que todos reivindican es que no fue tan terrible como podría haber sido, como si algún ángel los hubiese protegido. Algunos dicen que fueron capaces de engañar a la represión, que dieron vuelta el engaño a quienes decían que los argentinos éramos derechos y humanos y buenos. Estos jóvenes maravillosos lograron dar vuelta ese engaño.