Todos los años salen algunos discos que revisan la obra de Ástor Piazzolla. En su centenario, previsiblemente, la tendencia crece exponencialmente. El primero que salta a la vista es Piazzolla100, de Escalandrum. La agrupación de Pipi Piazzolla, nieto del bandoneonista, suele visitar la obra del vanguardista del tango. Pero no es el único ni en la Argentina ni en el exterior.

Por ejemplo, el Quinteto Revolucionario –antes Quinteto Piazzolla- acaba de lanzar 100 años, que recorre las estaciones, los “ángeles” y algunos clásicos como “Adiós Nonino” y “Libertango”. Hace algunos meses, aún en 2020, el cuarteto de guitarras In Crescendo lanzó Piazzolla in crescendo a través de Acqua Records donde incorporaron como invitados a Pipi y a Franco Luciani. Incluso connacionales que viven en el exterior, como la cantante lírica María Cangiano o el músico Ariel Eberstein lanzaron sendos discos vinculados a la obra del bandoneonista. La primera presentó Pandemonium y el segundo comenzó los anticipos de Piazzolla- Rovira: the edge of tango en una serie de recitales por streaming desde Bélgica. Eberstein, líder de Sónico, suele concentrarse en la obra de Eduardo Rovira, pero para esta ocasión abrió el abanico hacia los vínculos de su figura totémica con el bandoneonista de Mar del Plata. Y claro, no faltan los lanzamientos internacionales. El violinista malagueño Lorenzo Triviño publicó Six tango études, todos vinculados al trabajo de Piazzolla, y el impacto de ese corpus de obra es tal que aparecen discos de países insospechados para la tradición tanguera, como el de Ksenija Sidoorova, que lanzó en Latvia Piazzolla Reflections.

“Ástor hizo la música que me apasionó toda mi adolescencia, la que me definió como bandoneonista y tanguero”, observa Lautaro Greco, fueye del Quinteto Revolucionario. “Nosotros lo tocamos porque creemos que a través de la interpretación aún se puede sumar mucho a esa música. Ástor mismo tocó con diferentes formaciones los mismos temas y demostró que con la misma partitura se pueden hacer temas completamente diferentes. Creo que todavía hoy se pueden seguir explotando estas partituras y de alguna manera reflejar el mundo de hoy a través de su música”, plantea. Greco también señala que Piazzolla fue un “ejemplo muy importante de un artista que da todo por su arte, que toma riesgos, que no se queda con lo primero que hace sino que sigue produciendo hasta el final de sus días, de un artista que se entrega completamente”.

Greco no es el único impactado por la obra de Piazzolla. María Cangiano cuenta que la figura de Piazzolla se le “impuso sola”. “Son esas cosas que se te cruzan en el camino y adquieren una dimensión muy importante en tu arte”, recuerda. “Balada para un loco” asoma allí como una composición bisagra en su repertorio. “Vengo de la lírica y el teatro y ‘Balada para un loco’ era como una mini-ópera: su texto, su marcación, de ahí que en Pandemonium sea uno de los clásicos que interpreto, aunque en una versión muy personal como ‘Balada para una loca’”, explica. Desde luego, el encuentro entre Piazzolla y Ferrer asoma como seminal para Cangiano “por lo surrealista de sus letras y la cosa histriónica”, pero advierte que muchas melodías de Ástor la conmueven, como “Adiós Nonino” o “Los pájaros perdidos”. Pandemonium no es su primer disco “piazzolleano”, en Renaceré ya abordaba temas de otras etapas del bandoneonista, Pequeña canción para Matilde. “También tengo un proyecto de hacer Piazzolla en Francia, con un montón de tangos románticos que no son de Ferrer, son anteriores, y me interesan porque también me atrae musicalmente Piazzolla”.

Como Greco, Cangiano también identifica a Piazzolla con la osadía y la búsqueda permanente. “Me identifico con el espíritu de Ástor de atraverse a cualquier cosa, creo que existe la posibilidad de interpretar de manera infinita su obra”, reflexiona. “Si Piazzolla globalizó al tango, creo que ahora podemos globalizar a a Piazzolla. Ponerle a esas melodías otros patrones rítmicos, como hacer ‘Canción para Matilde’ como rumba flamenca. De ‘Los amores de noviembre’, yo hice una onda danzón cubano. Me parece que si el artista se atrave a ser único, estos clásicos tienen posibilidades infinitas de interpretación”.

Eberstein, en tanto, destaca el interés de su grupo Sónico por acercarse a Piazzolla desde el otro vanguardista tanguero de la misma época, Eduardo Rovira. Incluso menta un encuentro entre ambos, en un café concert llamado Gotan, del cual, advierte, da cuenta un artículo de Julio Lagos. “Pero más allá de lo anecdótico, el disco quiere focalizar en el principio de la vanguardia”, propone el músico. Así, incluirá temas del Octeto Buenos Aires de Piazzolla (1955) y del Octeto La Plata (Rovira, 1956). “Queremos mostrar que hubo diferentes búsquedas y que cada una si bien partió del mismo lado, se expandieron a lugares diferentes”. Lo que destaca la producción de Sónico es la recuperación de algunos temas inéditos (porque, por ejemplo, Piazzolla quemó muchas de esas partituras originales y tuvieron que transcribir “Tierra querida”, de la cual “sólo hay una grabación pirata de su presentación en la sala Verdi, de Uruguay”, asegura.

“También lo interesante con estos primeros ensambles es que son experimentos que después ninguno de los dos retoma. Si bien hay muchos elementos que después reaparecen en sus grupos donde ellos establecieron sus estilos, acá era todo mucho más caótico y experimental”. También para Eberstein y sus colegas europeos la efeméride se impone. “Ojalá esto de los 100 años sirva para ver su obra en toda su magnitud”.