En una charla en la Universidad Nacional de Catamarca, el ministro de Economía, Martín Guzmán, resumió el pensamiento oficial general sobre el problema central de la gestión actual. Explicó que “la inflación es un fenómeno multicausal (…) que se resuelve en un esquema dual con la política macro que hay que ir ordenando, y con la gestión del Estado para mejorar la coordinación de las decisiones económicas y un alineamiento de las expectativas con aquello que la macro nos dice que puede ocurrir”. Y detalló uno de los datos clave: que este cóctel de factores tendientes a estabilizar, debería mostrar resultados en abril.
Para el Gobierno, ése mes tendría que dar señales relevantes de precios a la baja. A tales fines, estiman que febrero tendrá un Indicador de Precios al Consumidor (IPC) de 3,5 por ciento en el general, y algo por arriba del 4 en Alimentos y Bebidas, el rubro más caliente. Ese número, que dará a conocer el INDEC este jueves, es visto en el Gabinete como el primer paso de una baja paulatina no sólo en relación a enero (4 de alza general), sino también una especie de desconexión de los factores que a fines de año calentaron los precios.
Hay una frase de la vicejefa de Gabinete, Cecilia Todesca Bocco, que citan en el Gobierno como un mantra para graficar lo que se viene en el desafío inflacionario. Suele señalar la economista que, a veces, las buenas noticias traen malas noticias. En este caso, se aplica a un doble punto: el Ejecutivo tiene que domar una inflación récord con recesión, heredada de Cambiemos; a la que ahora se le suma una dinámica de apertura y mejora económica que históricamente en la Argentina suele ponerle más combustible a los precios.
“Sabíamos que el primer trimestre sería de una dinámica inflacionaria fuerte”, contó a Página I12 una alta fuente de la Casa Rosada. En el entorno de Guzmán, en tanto, afirman que eso responde a que en diciembre y enero últimos hubo fuertes alzas de commodities agropecuarios que pegaron de lleno en productos frescos como la carne. A eso se le sumó que la apertura económica de sectores con el fin de la cuarentena hizo que el INDEC computara al alza lo que antes era un estándar de los valores de variación general. Por ejemplo: cuando los cines, los viajes internacionales, hoteles o restaurantes estaban cerrados, el organismo oficial computaba un alza de precios estándar en esos sectores, que luego pasó a ser real y más alta cuando abrieron formalmente. El peso es más o menos dependiendo del rubro y no es definitorio, pero sí sumó.
El resto es, según el Gobierno, producto del proceso de sinceramiento de algunas variables y el descongelamiento paulatino de Precios Máximos, que seguirán deslistándose en los próximos meses. A eso se le agrega, naturalmente, una microdevaluación del tipo de cambio que, estiman, se moderará de aquí en más. Por esta razón es que los funcionarios económicos van contra los indicadores de las consultoras privadas y les piden a los empresarios que no traspolen la inflación de los primeros meses a todo el año.
Guzmán, la política y los salarios
En la misma charla en Catamarca, Guzmán resaltó la relevancia de la negociación política como paliativo y alineador de expectativas. A la vez, volvió a jugar fuerte en su rol de heterodoxo fiscalista al avisar que todo eso debe darse en un escenario de cuidado de la caja. “Reducir el déficit no es de derecha”, explicó, frase que retomó el propio presidente Alberto Fernández en la presentación del acuerdo automotriz.
“Debe haber una depreciación gradual del tipo de cambio. Definimos un objetivo de la inflación, para eso hay que ayudarlo con políticas de precios e ingresos en pos de que los precios vayan en la línea presupuestada y los ingresos también”, agregó el ministro. Y también habló del tema paritario al asegurar que “los distintos acuerdos salariales están cerrando en la línea de lo que el presupuesto establece". El Gobierno ve en los gremios un aliado para sumarle al 29 por ciento de inflación presupuestada, unos 3 o 4 puntos más para los sueldos. Y toman como eje la paritaria docente, que tiene un doble efecto: por un lado, cierra en esos porcentajes; segundo, es una señal del Estado a los privados para aumentar no menos que ese margen. Dado que es la primera vez en años que una discusión salarial estatal le gana a la inflación en términos reales (al menos hasta ahora).
Los temas espesos
En este escenario, hay tres temas calientes a definir, que el Gobierno pretenden domar para evitar que su impacto se lleve puesta la previsión del 29 por ciento de inflación. El primero son las tarifas de servicios públicos. Aquí el tándem Guzmán y el secretario de Energía, Darío Martínez, tienen decidido por pedido del Presidente no aumentarlas más que los salarios. Ergo, no habría alzas mayores al 32 o 33.
El segundo punto son los combustibles. En Economía observan que más allá de la “mala prensa” que consiguen los aumentos consecutivos, las naftas llevan un año aumentando menos que el dólar. Por eso, analizan que, en lugar del goteo mensual de alzas, con cabeza en YPF, el impacto se blanquee en menos veces. “Aún con las subas actuales, los combustibles siguen corriendo de atrás”, detallan.
La tercera preocupación son los alimentos frescos. Con Frutas y Verduras hay un tema difícil de abordar: admiten en el Gobierno que el sector no tiene interlocutores y está disperso, pero que aún así, ya en febrero debería verse una baja en los precios relativos. El Gobierno observa que alimentos también merece una solución política, dad su dinámica muy superior a la media: el Instituto Estadístico de los Trabajadores de UMET midió en febrero una inflación de 3,7 que llegó a 4,6 en alimentos. Lo que muestra que domarla requerirá de otras artes.