No importan las condiciones. Ni el momento histórico. Ni las distancias geográficas. Ni la coyuntura económica. Ni los vaivenes estructurales. Ni la falta de presupuesto. El tenis argentino siempre, siempre, se las ingenia para meter representantes en los primeros planos, en la pelea grande. Si no es uno es el otro, porque en Argentina, más allá del contexto adverso en relación a los puntos neurálgicos del circuito, suele decirse que al levantar una baldosa siempre sale un tenista.
Cuando se lesionó Juan Martín Del Potro por última vez, aquella fractura de rótula derecha en octubre de 2018 que todavía lo tiene marginado de los courts, fue Diego Schwartzman quien tomó la posta y escaló, paso a paso, hasta instalarse en la mesa chica. Pocos lo esperaban y el Peque, en un 2020 interrumpido por la pandemia, dio un salto de calidad: jugó su primera final de Masters 1000 en Roma, debutó en semifinales de un Grand Slam en Roland Garros, se asentó entre los diez mejores del mundo y hasta se dio el lujo de jugar el Campeonato de Maestros en Londres, una actuación que lo llevó a ampliar su status preferencial.
El inicio de la temporada como nueve del mundo lo encontró, una vez más, con un objetivo cumplido: conquistar un título en su país. La tercera fue la vencida: después de dos finales perdidas -Buenos Aires 2019 y Córdoba 2020- el Peque hizo valer su condición de máximo favorito, ofreció un tenis sin fisuras durante toda la semana y se consagró en el Argentina Open. "No lo sentía una mochila. La mochila era de los demás, como si estuviese obligado a ganar. Es muy difícil ganar cada partido. Disfruto mucho jugar acá", deslizó después de levantar la copa en el Court Central Guillermo Vilas y tras convertirse en el quinto argentino que consigue ganar el torneo de Buenos Aires desde que volviera a ser un evento ATP en 2001: antes lo conquistaron Guillermo Coria (2004), Gastón Gaudio (2005), Juan Mónaco (2007) y David Nalbandian (2008).
Quizá este año para Schwartzman venga el primer título grande en algún Masters sobre ladrillo o, por qué no, alguna final de Grand Slam. Lo cierto es que, fiel a su estilo, año a año se propone y cumple una meta más. Con varios intentos fallidos, al cabo, logró festejar con su familia y sus amigos después de superar a una de las dos joyas del tenis nacional surgidas en las últimas semanas: Francisco Cerúndolo.
El jugador de 22 años había explotado por completo en la última parte del año pasado con tres títulos Challengers -Split, Guayaquil y Campinas- y la irrupción en el top 150. Esta temporada, con un plus de confianza, ya quedó al borde de la conversación grande. Jugó su primera qualy de Grand Slam, en Doha, para el Abierto de Australia -triunfó en el debut y no pudo seguir por haber contraído el coronavirus-; ganó su primer partido de nivel ATP dos semanas atrás en el Córdoba Open; y llegó a la final del Argentina Open después de atravesar los tres duros partidos de la clasificación. Más allá de la caída ante Schwartzman, todo es ganancia para Billy The Kid, como lo llama su padre Alejandro "Toto" Cerúndolo -ex tenista y entrenador de renombre- por los atributos ofensivos propios de un pistolero del lejano oeste que juega a matar o morir: ahora mismo es el argentino ubicado más cerca del top 100 -figura 112° del ranking-.
Tirador serial que no le escapa al golpe por golpe característico del tenis de hoy, Fran es la antítesis de su hermano menor Juan Manuel, el "orfebre" que viene de romper todos los esquemas con la sorpresiva conquista en el Córdoba Open. Apodado La Compu por su inteligencia y su meticulosidad para jugar al tenis, generó un cimbronazo de calibre histórico en el Polo Deportivo Kempes: en su primera participación en un torneo del máximo circuito, con 19 años y tres meses, hilvanó ocho victorias -tres de qualy y cinco del cuadro- y se convirtió en el quinto campeón argentino más joven de la Era Abierta detrás de Guillermo Pérez Roldán, Horacio De La Peña, Alberto Mancini y Guillermo Coria.
Hannibal Lecter, el psicópata de ficción creado por el novelista Thomas Harris que utiliza "Toto" para llamar a su hijo menor, juega como si transitara el circuito a bordo de una máquina del tiempo: mientras predominan la fuerza y la potencia, Juanma es un típico constructor de los '70 y los '80 que apela a la paciencia, piensa cada pelota con vistas a la siguiente y suele defenderse detrás de la base con una parábola profunda que le permite reiniciar el punto cada vez que necesita volver a acomodarse.
Las últimas dos semanas certificaron, por enésima vez, el lugar del tenis argentino como potencia internacional más allá del contexto económico y global. Con las consagraciones de Cerúndolo y Schwartzman, Argentina totaliza 225 trofeos de singles a nivel ATP y permanece en el quinto lugar entre los países con más campeones: se ubica detrás de poderosos como Suecia (276), Australia (281), España (415) y Estados Unidos (1041); y por encima de potencias del fuste de Francia (170), Alemania (154), Suiza (145), Rusia (121) o Gran Bretaña (99).
La materia prima está. Los grandes profesores, la capacidad de sacrificio, el hambre, los entrenadores y el valor agregado de los formadores, en definitiva, son reconocidos en todo el mundo. Por eso el tenis Argentino, amén de los golpes y las trabas propios de la inestabilidad, nunca defrauda: todas las semanas hay un representante albiceleste que descoloca a todos en algún rincón del planeta.