A quince años de sancionada la Ley 26.130 de Anticoncepción quirúrgica, que consagra el derecho de cualquier persona adulta a optar por la ligadura de trompas o la vasectomía con autodeterminación, sin consentimientos conyugales, indicaciones terapéuticas o autorizaciones judiciales, el balance revela que las mujeres y personas gestantes siguen poniendo el cuerpo, y que muy pocos varones están dispuestos a atravesar una práctica de contracepción. Las cifras en la Ciudad de Buenos Aires dan el peso exacto de la balanza patriarcal y revelan sobre quiénes recae la carga de los cuidados anticonceptivos: durante 2020 se realizaron 1.584 ligaduras tubarias y 5 vasectomías, mientras que en 2019 se hicieron 2.204 ligaduras y 83 vasectomías. Más allá de la diferencia escandalosa entre los volúmenes de cada práctica, la crisis sanitaria por coronavirus operó directamente en la baja registrada en 2020.
“En pandemia casi no hubo quirófanos para cirugías programadas si no eran urgencias, mucho personal de salud estuvo con licencia por tener factores de riesgo, y lxs profesionales estaban abocadxs a la atención de pacientes con Covid-19. Todo eso repercutió mucho en la anticoncepción quirúrgica, poniendo en riesgo el acceso”, dijo la médica generalista Viviana Mazur, coordinadora del Postítulo en ESI del Instituto Joaquín V. González y al frente de la Coordinación Salud sexual, SIDA e ITS de la Ciudad de Buenos Aires. "La postergación de las prácticas incide negativamente, entre otras cosas porque muchas veces elegir un método anticonceptivo de este tipo significa una expresión de dificultad para adherir a otros métodos", advirtió. "Pero a la vez hemos transitado una situación excepcional y la gente ha tenido que postergar otros cuidados para su salud. La clave está en si en esa espera se garantizó por lo menos de manera transitoria un método anticonceptivo eficaz y seguro que permitiera aguardar la contracepción quirúrgica sin correr riesgos de embarazo. Supongo que el acceso habrá sido desigual, pero era imposible en medio de los hospitales explotados. La verdad es que para nosotres fue como tener que renunciar a una pelea que veníamos dando de manera sostenida para tratar de que se efectivice el derecho con la sola solicitud de la persona."
Sobre las brechas de género a la hora de decidir quiénes practican sobre sí ligaduras o vasectomías, Mazur enfatizó que “la ligadura tubaria hecha post cesárea inmediata es más accesible por estar en medio del procedimiento, pero la llamada ´ligadura de intervalo´, que se hace cuando la persona no está embarazada, implica una cirugía laparoscópica y requiere una internación breve, mientras que la vasectomía es mucho más sencilla y se puede hacer de manera ambulatoria. Está claro que tiene que ver con la cuestión patriarcal de que la carga sobre la anticoncepción está dada en las mujeres, y que el cuerpo de los varones no se toca, salvo para rendirles culto”. Si hasta la denominación "ligadura del intervalo", es una trampa de la medicina androcéntrica y hegemónica. "La ´ligadura del intervalo´ es un nombre que me subleva y que está instalado en el ámbito de la obstetricia, que considera ´del intervalo´ a aquellas ligaduras que se hacen por fuera de una cesárea inmediata, y porque se supone que la vida de esa persona es un intervalo entre gestación y gestación", detalló. "Se trata de una mirada terriblemente patriarcal, y esa denominación es simbólica de cómo esta cultura patriarcal toma el cuerpo de la mujer y su historia de salud."
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