“Era un día de lluvia y estaba feo. Yo vivía en la calle y estaba buscando bañarme y tener un plato de comida”. Ése es el recuerdo que tiene Marcela del primer día que se acercó No tan Distintes (NTD), una organización feminista que acompaña a mujeres cis y trans, lesbianas, travestis y no binaires en situación de calle. “Me encontré con abrazos y besos, un compañerismo que yo no había tenido nunca. Tengo 30 años, hice 17 tratamientos, pasé por un montón de internaciones desde los 12 años. Pude salir de la calle, de la droga y hoy soy una militante feminista”.
Es e recorrido que hizo Marcela, desde la búsqueda de un baño caliente a emocionarse por formar parte de la organización, es el ADN de este grupo autogestivo que el 9 de marzo celebró sus diez años de existencia. Acompañar y ser acompañade, una fórmula que parece sencilla pero que tiene detrás un recorrido de fallas y aciertos del que se desprende una certeza irrevocable: la salida es colectiva.
Uno de los festejos por los 10 años sucede en el local de Villa Crespo, un lugar de encuentro semanal que se llama Taller de Usos Múltiples (TUM). Las charlas ocurren en simultáneo: en una esquina del salón hablan de los talleres de formación, en otra, con computadora en mano, llevan adelante lo que denominan “trámites”. Puede ser un DNI, un subsidio habitacional, el contrato para un alquiler o la gestión de una SUBE.
Los talleres se realizan todos los martes, esta vez coincide con el aniversario. Preparan una chocotorta y con las velitas encendidas llega el momento de los deseos: “Por todo lo construido, vamos a llegar a todes les que todavía no están acá. Ni una muerta más en la calle, ni unx pibx más en la calle”, es el deseo en la voz de Daniela Camozzi, una de las históricas de la organización.
Allá por el 2011, iban con chocolatada a Retiro los sábados, se sentaban en los colchones con las mujeres que paraban ahí: “Con ellas se armaba una dinámica muy particular, charlábamos sobre las situaciones de violencia que estaban atravesando”. En ese momento Beba tenía 25 años, vivía en la calle con sus hijxs: “Un día las estaba esperando con ansias, quería que me compraran ropa y zapatillas. Ellas no habían traído plata y entonces me agarró la locura, me rompí todo el pantalón y me quedé en bombacha. Así que no les quedó otra que llevarme a la feria y comprarme ropa. Al final les dije ‘vieron que tenían plata’”. Ahora se ríe por todo lo que las hizo renegar en aquella época a las que eran No Tan distintas, con “a”.
Florencia Montes Paz era parte del merendero, le pone palabra a este recorrido en las proposiciones: “En el merendero era algo más asistencialista y quizás clasista, hacíamos las cosas ‘por’ las personas que estaban en situación de calle. Luego pasamos al ‘para’ personas en situación de calle cuando comenzamos con el TUM. Y creo que el gran salto de nuestro colectivo fue cuando logramos tener una mirada más autogestiva y pensar que les compañeres que habían sido acompañades ahora podían acompañar, entonces llegamos a la preposición ‘con’ las personas en situación de calle”.
Se trata de construir una vida en común en donde se pone a disposición una red de afectos y de recursos, de esa manera durante mucho tiempo articularon con Casa Frida, un centro de integración para mujeres, trans y disidencias en situación de calle. Javier, es un varón trans que empezó a asistir a los talleres de NTD cuando vivía en Frida, está desde el comienzo y hoy es acompañante. Durante el festejo recoge las tarjetas SUBE para cargarlas y entregarlas a quienes las necesitan. A estos encuentros semanales vienen personas de todos los barrios de la Ciudad de Buenos Aires y también del Conurbano: “Creo que soy uno de los primeros que vinieron a los TUM, para mí, es un lugar de acompañamiento que hace que te sientas bien con vos mismo. Hoy estoy bien, consumía pasta base y perdí a mi hijo por eso”.
Javier, como muchas de las personas que integran No Tan Distintes, atravesó un proceso de formación, una herramienta vital dentro de los acompañamientos. Siempre fue parte del horizonte que quienes estuvieron viviendo en la calle pudiesen formar parte de la organización si es que así lo deseaban: “La formación fue un camino que encontramos para bajar al papel las experiencias de acompañamientos que veníamos teniendo, sistematizamos un registro de nuestras experiencias cotidianas en los acompañamientos”, dice Nerina Coronel, que forma parte de la organización desde el 2014.
El proceso de acompañamiento abarca desde el acercamiento a las leyes que deben ser conocidas por todes para comprender cuáles son sus derechos hasta la escucha: “Es un proceso que comienza cuando se da el primer encuentro entre quien acompaña y quien es acompañade. Puede suceder que esa persona se acerque a este espacio, por ejemplo, o que una trabajadora de alguna institución nos llame para decirnos que hay alguien en situación de calle que necesita hacer un documento para poder ingresar a un parador o un hogar. Una vez que se da ese encuentro cuerpo a cuerpo, se genera un pensamiento conjunto en donde la pregunta es ¿qué es lo que desea hacer?” explica Nerina.
Se trata de ordenar prioridades frente a la intemperie y a una gran cantidad de derechos vulnerados: dónde vivir, cómo conseguir un subsidio, si es necesario escolarizar a les hijes, abordar la salud, los consumos problemáticos y los antecedentes penales. Se despliegan una enorme cantidad de variables que deben ser ordenadas priorizando la escucha. ¿Cuál es la primera urgencia? Es el punto de partida que permite pensar colectivamente qué camino seguir en cada caso particular: “A veces es ir a hacer un trámite, a veces es ir a tomar un mate. Otras, es acompañarla a comprarse ropa porque no puede manejar el dinero con tranquilidad porque está recuperándose del consumo. Puede suceder que un acompañamiento sea llevar un paquete de cigarrillos a alguien que está en una institución terapéutica. Todas las dimensiones de la vida de una persona pueden ser acompañadas”, concluye.
En NTD hubo un cambio de paradigma que atravesó estos diez años, pasar de tener una mirada más asistencialista a promover la autonomía impulsando proyectos autogestivos. Correrse del lugar de estar disponible asistencialmente fue una de las claves. Un acompañamiento no es una demanda que llega y se agarra, existe un proceso que des-automatiza este primer impulso resolutivo y vas más al hueso. En instituciones como los centros de salud, las cárceles o los hospitales se requiere del acompañamiento territorial que hacen organizaciones como NTD, es decir que desde el Estado llegan estas demandas, el desafío fue y es no tomarlas por inercia, de ser así, estarían respondiendo el teléfono las 24 hs.
“Existen dispositivos dentro de las instituciones, pero una persona en situación de calle tiene que acercarse a esos lugares, nosotrxs estamos en ese tramo de acercamiento a la institución que a veces puede ser muy desgastante, tener que ir muchas veces a un lugar o esperar horas en un hospital. Que quienes fueron acompañades hoy sean activistas de la organización aceitó muchísimo estos proceso”, cuenta Nerina refiriéndose a las formaciones que empezaron en 2019, fueron interrumpidas durante la pandemia, y a mediados de Marzo de este año se retoman nuevamente en formato virtual.
“Existir y no tener un lugar en la sociedad es muy agotador, venir todas las semanas acá es una rutina que me hace sentir bien. Ojalá fueran más días”, dice Yani mientras desde la otra punta le piden que preste atención a lo que se está hablando. La atención intermitente y la escucha son parte de la dinámica que mixtura las diferentes texturas de un día de encuentro de la organización: convivencia entre activistas, acompañantes, acompañades y vida en común.
Esa experiencia de vida comunitaria devino en la conformación de la primera casa colectiva de la organización a la que llamaron Casa Leonor, ubicada en la zona oeste del conurbano bonaerense. Allí viven personas que estuvieron en situación de calle y pudieron transformar esa situación. Tienen una huerta y una vida en común para no volver a la intemperie.
De esta primera experiencia también surgieron alquileres colectivos que se apoyan en una red que se vio fortalecida durante el 2020 con el ASPO: “Somos una constelación de personas en situación y en riesgo de situación de calle, personas que han atravesado el no tener acceso a una vivienda y personas que tienen el privilegio de tener resuelta su situación habitacional, en esa mezcla está nuestra potencia. Durante el 2020, a pesar de no tener los encuentros con la frecuencia que los veníamos haciendo, logramos mirar hacia adentro de la organización y fortalecernos”, explica Florencia.
Desde una visión feminista y popular sostienen la circulación de los afectos como una de las herramientas vitales pero también destacan la importancia de lo material: “Que circule la guita también es importante, vivimos en modelos de ciudad capitalistas en donde sin dinero es muy difícil resolver las cuestiones habitacionales”.
En la palabra “distintas “ pasaron de la “o” en aquel merendero de Retiro en donde había varones y mujeres, a la etapa feminista con la “a” para desembocar en una “e” que estrenaron este año con “No Tan Distintes”. Ese recorrido que hicieron en el lenguaje también lo experimentaron en la forma de mirar ese horizonte en donde el mensaje es nítido: “La calle no es un lugar para vivir”: “La imaginación nos ha permitido estar en continuo movimiento porque entendimos que lo que pasa con la situación de calle no le pasa a una sola persona, de ahí surgió nuestro nombre, de ahí que a veces ciertos padecimientos tengan más cosas en común de lo que pensamos”, cuenta Yanina que está en el colectivo desde el 2015.
En las letras de las canciones que inventan se plantan en esa premisa: “Estuve en la calle y también pude salir, ya no me achico y no me como ninguna”, es uno de los versos de la canción que cantan mientras soplan el número diez de la chocotorta. Los deseos flotan en el aire mientras golpean mesas y sillas para marcar el ritmo del canto. El Sábado 13 a las 19 hs se trasmitirá un programa en vivo como modo de celebración, será un repaso por esta historia, una forma de hacer visible una lucha que se expande y que se escurre en todas las dimensiones de la vida.
El día de festejo llega a su fin, entre todes juntan las sillas, guardan la computadora y limpian los platos. Se arman paquetes para que cada quien se lleve su pedazo de torta. Saludos de puños y algunos abrazos que se cuelan por ahí, una red de afectos aguerrida que sigue imaginando tramas y proyectos para que la calle no sea un lugar para vivir.