Durante la gobernación de María Eugenia Vidal en la Provincia de Buenos Aires la atención telefónica de la línea 144 se terciarizó a través de la contratación de Provincia Net, una empresa privada de capitales públicos. A partir de ese momento comenzó el camino de precarización de sus trabajadoras, que fueron contratadas como empleadas de comercio, y las profesionales precarizadas bajo monotributo fueron despedidas por adherir a medidas sindicales. La línea además, dejó de estar bajo la órbita y supervisión del Estado para pasar a manos de una gestión privada.

“La provincia de Buenos Aires fue el primer espacio del país en tener una línea de atención por violencia las 24 horas, se llamaba AVM, tenía 30 trabajadoras y la supervisión interna en ese entonces estaba a cargo de Estela Díaz, que hoy preside el Ministerio de las Mujeres, Políticas de Género, y Diversidad Sexual. Con la gestión de Vidal la línea pasó a llamarse 144, desguazó la línea y terciarizó el servicio”, explicó Romina Pereyra, Directora de Asistencia y Acceso a la Justicia de Víctimas de Violencia por Razones de Género en diálogo con Las12.

Que la línea vuelva al sector público significa que el Estado debe encargarse de la supervisión interna y externa que realiza cada trabajadora y autoridad interviniente, “con un organismo que audita toda nuestra tarea, desde la persona que dirige que soy yo hasta la última operadora, observando que el laburo sea prudente y correcto”, manifestó Pereyra. El Estado ahora asume la responsabilidad de desarrollar una política pública que trasciende el trabajo que realiza cada operadora.

La 144 es una herramienta fundamental para enfrentar la violencia machista, no es una línea de denuncia, sino de contención, escucha, asesoramiento y derivación para personas que se encuentran en situación de violencia. “Cada vez que hay algún femicidio se achaca a la línea 144 una impronta que tiene que ver con responsabilidades del poder judicial o de la policía. La línea tiene trabajadoras profesionales, sujetas constituidas en una formación específica. La potencia de la línea tiene que ver con escucharte y acompañarte en el proceso de reconocer la violencia que estás viviendo, reclamarle al poder judicial que intervenga y en las situaciones que se requiera se pasa a otro espacio que se llama alto riesgo. En la gestión de Vidal la Dirección de seguimiento y alto riesgo tenía solo tres profesionales que laburaban con cumplimiento de horas de universidad, ese sector ahora tiene un equipo de 25 trabajadoras”.

No es solo poner la oreja

En materia de derechos laborales la re-estatización de la línea implica el reconocimiento de la enorme labor que llevan adelante las trabajadoras, “para Vidal la atención de la línea 144 era como vender celulares”, aseguró Pereyra, ahora dejan de estar bajo un convenio de comercio y se permite una organización gremial, se trata de un nuevo paradigma de trabajo: “Hoy las compañeras de la línea se transforman en una de las matrices de producción de política pública y a largo plazo en la lucha contra el patriarcado y su ofensiva”.

Ser trabajadora de la línea 144 no es un trabajo simple, la carga emocional, el agotamiento físico, mental y el estrés que conlleva la escucha constante de situaciones de violencia, no es solo poner la oreja. Cuando Pereyra asumió en la dirección de la línea tenía 17 trabajadoras con carpeta psiquiátrica, más de ocho renuncias cada seis meses y otras sufrían ataques de pánico mientras atendían llamados. “Este trabajo da lo que se llama el síndrome de burn out, cuando nosotros asumimos las trabajadoras tenían un día de descanso cada 15 días, nosotras establecimos uno cada cuatro jornadas cumplidas de trabajo como corresponde porque hay múltiples guardias, la de los fines de semana, la de la noche y la de la semana, si nosotros establecíamos uno por semana la compañera a cargo de los fines de semana tenía que trabajar dos fines de semana y medio para tener un descanso, no tenía sentido. Además, tenían solo 15 minutos para cargar la información de cada caso en la plataforma que tiene la línea para pasarlo a las áreas que corresponden, todo eso se cambió”, explicó.

Tras sucesivos reclamos sobre estos atropellos, las trabajadoras continuaron exigiendo mejores condiciones laborales y la re-estatización de la línea partiendo de la premisa que la atención a personas en situación de violencia no puede quedar en manos de empresas privadas, esa lucha hoy tuvo sus frutos. La línea no solo es atendida por mujeres, la nueva gestión incorporó a lesbianas, travestis, mujeres y varones trans, sin esperar a la tan demorada ley de cupo laboral trans.

Los cambios en el paso de una gestión a otra son abismales: “Una trabajadora me dijo nosotras pasamos de tener a una directora que escuchaba las llamadas para descontarnos el salario a una directora que se pone la vincha cuando nosotras nos quebramos”, contó Pereyra, y es que muchas personas desconocen que detrás de cada auricular hay un equipo de profesionales y no una operadora que contesta recitando de memoria un discurso vacío.

Las trabajadoras de la línea conforman un colectivo que atiende una llamada para transformar la realidad, así lo definen quienes hoy están en la dirección de la línea. “Nuestro laburo no es el mismo que otros, hemos salvado cientos de vidas, nuestra tarea no es solamente asesorar, hay un acompañamiento, hay personas que llaman cien veces a la línea, hay un seguimiento, las compañeras que laburan hace cuatro años no tienen navidad, ni 31 de diciembre, faltan cosas por hacer y no es fácil. Cada vez que te ponés la vincha no sabés si vas a atender a Úrsula, y no cualquiera puede sentarse ahí. Las compañeras que están en los territorios también juegan un rol, pero ellas tienen que convencer, a través de la voz, que eso que está pasando se pueden cambiar, pueden decir basta, y convencer con la voz no es tarea fácil.”

Hoy gracias a la lucha que libraron las trabajadoras se logró no solo el respeto de sus derechos laborales y que la línea sea una cuestión de política pública, sino que, además consiguieron la reincorporación de sus compañeras que habían sido despedidas.