Parece ser que, para su próxima película, el realizador Ridley Scott ya tiene candidata: sería la brit Jodie Comer la encargada de interpretar a Josefina Bonaparte en el drama épico Kitbag, donde Joaquin Phoenix dará vida -cinematográfica- a Napoleón Bonaparte. Un fichaje controvertido, como se han apurado a señalar ojos atentos, en tanto la actriz tiene 27 años, y el ex Guasón, 46. Una brecha de casi dos décadas que no se condice en lo más mínimo con la historia. Porque la primera esposa del legendario estadista y militar, devenida emperatriz de Francia, era en realidad 6 años mayor que su marido. Más de una ceja incrédula se ha levantado, preguntándose “¿Otra vez sopita instantánea?”. Así lo manifestaron cantidad de internautas que, hasta la coronilla, manifestaron su hastío en redes. “Sinceramente adoro a Jodie Comer, es una intérprete bárbara, pero su fichaje no deja de ser otro ejemplo de la obsesión hollywoodense por las mujeres jóvenes”, se despachó vía Twitter la historiadora inglesa Fern Riddel, ex columnista de la BBC, especializada en género, sufragio y cultura victoriana. “Qué mal se le da la matemática a la industria del cine” y “No se puede reescribir la historia de manera tan impune”, otros tuits de otras usuarias.

Y es que, como tiene a bien señalar el diario El País, es larguísima la lista de personajes femeninos interpretados por actrices más jóvenes de lo que el papel ameritaría. No habla por boca de ganso, ha confeccionado una lista para ejemplificar cómo la discriminación por edad es moneda demasiado corriente en el séptimo arte. En su recuento, figura Mank, de David Fincher, reciente biopic sobre el guionista Herman Mankiewicz, con Gary Oldman en rol estelar y Tuppence Middleton como su esposa Sara. Aunque en la vida real Mank y su consorte tenían la misma edad, en la peli Oldman hace honor a su apellido: es 29 años más grande que la actriz británica. También figura la flamante La excavación, de Simon Stone, donde Carey Mulligan -de 34 pirulos- se pone en la piel de la terrateniente y arqueóloga amateur Edith Pretty, que tenía 56 años cuando descubrió en sus tierras los restos de un barco con los tesoros de un rey anglosajón del siglo VII, como se cuenta en la movie. Por supuesto, siguen los casos: con Alejandro Magno, Forrest Gump, La pasión de Cristo

Cuanto más grandes, por cierto, más peliaguda su situación, como dejan entrever algunos datos provistos por el Geena Davis Institute on Gender in Media, fundado y dirigido por la actriz y activista Geena Davis, que pocos meses atrás lanzó Frágiles, desaliñadas y olvidadas: un estudio sobre los papeles cinematográficos para las mujeres mayores. Tras analizar cómo eran representadas las mujeres de más de 50 años en los films más taquilleros de 2019 de Estados Unidos, Reino Unido, Francia y Alemania, los resultados que arrojó la investigación dejaron al primor Davis alicaída. “Sabía que la situación era mala, pero no imaginé que el panorama fuera tan deprimente”, se despachó la Thelma de Thelma & Louise, icónica road movie de 1991, con realización de, sí, sí, Ridley Scott. La desazón, a la altura de la información recabada: ninguna mujer mayor de 50 tenía un rol protagónico; en comparación con los tipos de ídem edad, ellas tenían muchas más chances de ser representadas como personas tercas, débiles, desaliñadas, solitarias, cascarrabias, seniles, físicamente inactivas, confinadas al hogar (¡¿algo más?!); además, recibían más comentarios peyorativos por edadismo que ellos (desde “el cansancio viene con los años” hasta “sos una inútil”); y rara vez aparecían en escenas de sexo (“como si sus cuerpos no fueran dignos de ser mostrados como deseantes”, subrayaba el trabajo).

Aunque denunciado una y otra vez, en especial en estos últimos años, sigue pesando el ridículo imperativo de juventud eterna sobre las mujeres, tema al que -con humor negrísimo, corrosivo- refería La muerte le sienta bien en los 90s. Patricia Arquette, Jane Fonda, Lily Tomlin, Jennifer Aniston, Jessica Lange, Julianne Moore, Jamie Lee Curtis, Kathy Griffin son algunas de las celebridades que han explicado con pelos y señales cuán dañina es esta forma de discriminación en el cine. Hasta la treintañera Anne Hathaway ha hecho mea culpa por haber sacado involuntario provecho durante su carrera, contratada en sus 20s para roles de adultas mayores. “He sido testigo de cómo actrices increíblemente talentosas en sus 40s y 50s se han visto obligadas a rogar, a humillarse para conseguir pequeños papeles”, decía frente al Senado de Estados Unidos la difunda Doris Roberts, recordada por su rol en Everybody Loves Raymond, al denunciar el cruel edadismo en medios, en 2002.

Por cierto, cierra el estudio Frágiles, desaliñadas y olvidadas… con unas sencillísimas recomendaciones, infalible fórmula para que vire la perniciosa situación en la industria del cine: que haya más papeles para mujeres con más de 50 años, genuinamente diversos, no estereotipados. Acaso Hollywood tome nota; “después de todo -explicó Davis- los films protagonizados por mujeres estos últimos años han recaudado significativamente más dinero que los estelarizados por varones, algo que las productoras deberían tomar en consideración al pensar venideras cintas”.